Libro de magia: Grimorio

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La noche anterior, Hestia había decidido ir a un bar junto con el dios Miach. Entre risas y bebidas, Hestia no dejaba de gritar lo mucho que amaba a Bell y, en medio de su euforia, lo acusaba de ser "infiel" con otra mujer. Miach, intentando apaciguar la situación, le mencionó que quizás había estado descuidando un poco a su segundo hijo, Krimson. Sin embargo, Hestia, medio afectada por el alcohol, le restó importancia al comentario.

—Krimson está bien —dijo, haciendo un gesto con la mano—. Está locamente enamorado de una de las hijas de Takemikazuchi. No necesita de mí.

A la mañana siguiente, Hestia despertó con una terrible resaca, quejándose y sosteniéndose la cabeza. Bell y Krimson, preocupados, la atendían.

—Diosa, deberías haber bebido menos —dijo Bell, ofreciéndole un vaso de agua.

—Ay, Bell... no me regañes... mi cabeza está a punto de explotar —respondió Hestia con un gemido, aceptando el vaso con manos temblorosas.

Krimson, por su parte, mantenía una distancia prudente, pero no dejaba de observar a Hestia con una ligera sonrisa.

—No puedo creer que ayer haya estado... haciendo el ridículo en un bar —se quejó Hestia, apoyando la frente en la mesa—. Y todo por ti, Bell... ¿Por qué tenías que ser tan lindo y... y tomarte de la mano con otra chica?

—¡Lo siento, lo siento! —dijo Bell rápidamente, intentando calmar a la diosa—. No era mi intención, de verdad... Y, para compensar todo lo que has hecho por mí hasta ahora, quiero invitarte a una cita.

Hestia levantó la cabeza, sus ojos brillando de emoción.

—¿Una cita? ¿¡Conmigo!? —exclamó, olvidando momentáneamente su resaca—. ¡Eso es exactamente lo que necesito!

—Sí, diosa. Quiero que la pasemos bien, solo tú y yo —aseguró Bell, sonriendo.

—¡Tiene que ser hoy! —exigió Hestia, su entusiasmo creciendo a medida que se olvidaba de su malestar—. No puedo esperar ni un minuto más.

Krimson, al ver lo emocionada que estaba Hestia, decidió que sería mejor no interferir en la cita.

—Entonces, creo que iré a resolver unos asuntos pendientes —dijo, intentando sonar casual—. No quiero incomodarlos.

—¿Asuntos pendientes? —preguntó Bell, arqueando una ceja—. No tenías nada planeado para hoy.

—Oh, bueno... sí, es solo que... —Krimson tartamudeó un poco antes de sonreír—. Pensé en aprovechar el día para entrenar en la casa de Takemikazuchi. Es una buena oportunidad para mejorar mis habilidades.

Hestia, aún emocionada, asintió con entusiasmo.

—¡Sí, sí! Haz lo que quieras, Krimson. Pero... no te esfuerces demasiado, ¿sí? No quiero que te lastimes.

—No te preocupes, diosa —respondió Krimson, inclinando la cabeza en señal de respeto—. Estaré bien.

Pero en realidad, Krimson tenía otro motivo para ir a la casa de Takemikazuchi. Quería ver a Asami, una de las hijas de Takemikazuchi. Aunque el entrenamiento era importante, el deseo de verla era lo que realmente lo impulsaba.

Al salir de la iglesia, Krimson caminó por las calles de Orario, pensando en la posibilidad de encontrarse con ella y en cómo podría iniciar una conversación sin que pareciera que todo era una simple excusa. Sabía que Asami tenía una rutina de entrenamiento bastante estricta, y si la encontraba en el templo, sería la oportunidad perfecta para acercarse.

—Espero que esté allí... —murmuró para sí mismo, su mente ya concentrada en la posible interacción con la chica que ocupaba sus pensamientos.

Krimson llegó a la casa de Takemikazuchi, un lugar que siempre le había impresionado por su apariencia. La casa se asemejaba a un gran dojo oriental, con techos inclinados, puertas correderas de papel, y un ambiente sereno que contrastaba con el bullicio de las calles de Orario.

Danmachi: El Hijo BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora