Monsterphilia

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Hestia caminaba de un lado a otro en la pequeña habitación que compartía con Bell y Krimson. El sol comenzaba a ocultarse, y la preocupación en su rostro solo aumentaba con cada minuto que pasaba. Se detuvo frente a la puerta, observando con ansiedad el horizonte.

—¿Dónde están...? —murmuró, apretando los puños—. Bell, Krimson, ¿qué les ha pasado?

Finalmente, la puerta se abrió de golpe, y un agotado Bell entró tambaleándose. Estaba cubierto de suciedad y polvo, con una mirada perdida en sus ojos. Hestia corrió hacia él.

—¡Bell! —gritó, atrapándolo justo antes de que se desplomara al suelo.

Bell dejó escapar un suspiro profundo antes de que sus piernas cedieran por completo. Hestia lo sostuvo como pudo y lo guió hasta la cama.

—Bell, ¿qué te pasó? —preguntó ella, con preocupación evidente en su voz.

—Lo siento, diosa... —susurró Bell con apenas fuerza, sus ojos cerrándose lentamente—. No fui lo suficientemente fuerte... Lo intenté... pero...

—No te preocupes por eso ahora —dijo Hestia, acariciando su cabello—. Estás a salvo, y eso es lo importante. Pero... ¿Dónde está Krimson? ¿Por qué no está contigo?

Bell, ya a medio camino hacia la inconsciencia, solo pudo murmurar una respuesta ininteligible antes de caer profundamente dormido. Hestia frunció el ceño, mirando a su alrededor como si esperara que Krimson apareciera de repente por la puerta.

—¿Dónde rayos está Krimson...? —repitió Hestia, con la preocupación incrementándose. Sabía que algo no estaba bien. Tenía que averiguar qué había sucedido.

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Krimson se encontraba en un extraño estado entre la conciencia y el sueño, flotando en lo que parecía ser un vasto mar de llamas. El calor era intenso, pero no le quemaba. De repente, las llamas se movieron, formando una figura imponente: un dragón rojo de colosales proporciones, con escamas brillantes como el rubí y ojos verde esmeralda que lo observaban con atención.

—Finalmente nos encontramos, Krimson —rugió el dragón, su voz resonando como un trueno.

Krimson parpadeó, tratando de enfocar su visión.

—¿Quién eres tú...? —preguntó, sintiendo una mezcla de asombro y temor.

—Soy Ddraig, el Emperador Celestial Dragón Rojo. El poder que resides en ti es mío, la Boosted Gear. —Ddraig se inclinó hacia él, sus ojos brillando con intensidad—. Has comenzado a despertar tu verdadero potencial, pero este es solo el principio.

Krimson sintió una oleada de poder y comprensión inundar su ser. La batalla contra Bete, la evolución de la Boosted Gear... todo comenzaba a tener sentido.

—¿Qué significa todo esto...? —inquirió Krimson, mirando a Ddraig a los ojos—. ¿Por qué ahora?

—Porque ya no puedes escapar de tu destino —respondió Ddraig—. Albion, el Emperador Celestial Dragón Blanco, y su portador estaban presentes en tu batalla. El conflicto entre nosotros dos es eterno, y tú estás destinado a formar parte de esa batalla.

Krimson apretó los puños, sintiendo el peso de las palabras de Ddraig.

—Entonces, ¿debo prepararme para enfrentar a este portador de Albion? —preguntó, su voz llena de determinación.

Ddraig soltó una carcajada que resonó en todo el espacio.

—Eso, y mucho más. Pero recuerda, Krimson, no estás solo. Ahora que estamos conectados, tu fuerza es mi fuerza. Juntos, no hay enemigo que no podamos derrotar.

Danmachi: El Hijo BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora