Deseando ser un héroe: Argonauta

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—Este caparazón solo puede ser destruido por aquellos que van en busca de aventuras— resonó la voz de Ottarl.

A veces, la realidad golpea con una fuerza aplastante, y eso es exactamente lo que estaba experimentando un joven de cabello blanco.

—¿Nivel 6?— se preguntó Bell, mientras su mirada recorría el tablero de misiones.

—¿Era el piso 37, creo?— dijo una chica al azar, mientras otras continuaban la conversación.

—Escuché que derrotó a un jefe de piso por su cuenta— añadió otra joven.

—¿Por su cuenta?— Bell repitió mentalmente, sorprendido.

—Normalmente, se necesita un enorme equipo de aventureros hábiles para derrotar a una de esas cosas, y aun así sería difícil— intervino una tercera chica.

—No puedes compararte con ella, Bell. Incluso yo nunca había escuchado de alguien como ella, la señorita Wallenstein es especial— la voz de Eina aún resonaba en el subconsciente de Bell.

Lleno de determinación, Bell se lanzó hacia Aiz con velocidad, su cuchillo cortando el aire en una ráfaga de ataques rápidos. Aiz, sin embargo, bloqueó cada golpe con facilidad, y en un movimiento fluido lo desarmó y lo lanzó hacia atrás con una patada.

—Quiero estar más cerca de ella, aunque sea solo un poco— pensó Bell mientras se levantaba del suelo, con la determinación ardiendo en sus ojos —¡Una vez más, por favor!— exclamó, cargando hacia Aiz con todo su esfuerzo.

—¿Cómo eres capaz de hacerte tan fuerte, tan rápido?— se preguntó Aiz, observando su determinación.

—Para nada soy fuerte o rápido— pensó Bell, mientras continuaba su asalto desesperado.

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Bell caminaba por las calles de Orario con la mirada gacha, sintiéndose impotente por no poder volverse más fuerte a un ritmo más rápido. Se detuvo un momento, dejando que la frustración se apoderara de él.

—¡Bell!— la voz alegre de Syr lo sacó de sus pensamientos mientras ella corría hacia él, abrazando su brazo derecho.

—S-Syr?— dijo Bell, sonrojándose levemente al sentir su cercanía.

Syr levantó la mirada, y un lindo sonrojo adornaba sus mejillas.

—Realmente quería encontrarte— dijo, provocando que Bell se sintiera aún más nervioso.

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Más tarde, Bell se encontró frente a una montaña de platos sucios en la taberna donde Syr trabajaba.

—¿Lavar platos?— murmuró Bell, decepcionado.

—Perdón— dijo Syr, desviando la mirada —Me salí de... quiero decir, me tomé un descanso de un trabajo que se estaba acumulando, y Mamá Mia se enojó conmigo... así que me castigó— explicó nerviosa.

—¡No tengo nada que ver con eso!— protestó Bell, pero Syr ya había salido de la cocina con una sonrisa.

—Pero podría ser bueno no pensar en nada durante un tiempo— suspiró Bell, tomando uno de los platos mientras alguien más se acercaba por detrás.

—Una tarea formidable se encuentra frente a ti, ayudaré— dijo una voz conocida.

—¿Ryuu?— Bell se sorprendió al ver a la elfa a su lado, tomando otro plato y comenzando a lavarlo.

Mientras trabajaban en silencio, Bell no pudo evitar preguntar.

—Hmmm, Ryuu, ¿tú solías ser una aventurera, verdad?

Danmachi: El Hijo BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora