• Capítulo 5 • Libertad •

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JIMIN •

Caminaba de un lugar a otro como cada día, con cada exhalación una bocanada de fuego salía, faltaba cada vez menos y mi estómago reclamaba ser alimentado. No quería hacerlo, odiaba hacerlo, pero ella se encontraba allí afuera desde hacía un mes y yo llevaba demasiado tiempo solo, sin comer. Demasiado tiempo conteniendo mis instintos pero ya no podía resistir, ya no más, era más fuerte que yo.
El curioso animal se acercó y detrás de él la joven doncella, dos manos masculinas y traicioneras tocaron su espalda, una corta caída y la muchacha tocó el piso de la cueva. Adolorida se puso en pié y miró al rededor, sus ojos encontraron los míos y el terror se dibujó en ellos dejando una herida permanente en mi alma. Un paso y ella retrocedió, dos pasos y tropezó.
—¡Por favor! —Las lágrimas bañaban sus mejillas—. ¡N-no me hagas d-daño!
Reí con voz áspera.— No quiero hacerlo.
—Entonces no lo hagas. —La esperanza brilló en sus ojos.
—Pero tengo que, no hay opción. —Caminé lentamente alrededor como un león acechando a su presa mientras ella seguía cuidadosamente mis pasos.
—Si la hay, siempre hay otra opción.
Le miré con odio. — ¿Crees que estaría aquí si existiese otra opción?
—Pero... p-puedes ayudarme a sa-salir.
Negué con la cabeza. —Ya es tarde, ya entraste.
La desesperación se apoderó de ella agrandando la herida en mi alma. — Por favor —Lloró— Sólo tienes que ayudarme a subir.
—¡No puedo!—Grité provocando un respingo en ella. — Nadie puede salir de esta cueva —susurré— está encantada.
—¿Encantada? Esas cosas no existen.
—Yo tampoco debería existir —reí con ironía—, pero, oh mira, aquí estoy. ¿Sabes cuanto tiempo llevo encerrado aquí, completamente solo? Ni yo mismo lo sé. ¿Crees que nunca intenté escapar? Cada día. ¿Me oyes? Cada día de mi vida no he hecho más que intentar salir.
Un leve destello de compasión se posó en su mirada.—Yo puedo quedarme, hacerte compañía, no tienes que herirme, sólo déjame vivir.
Me incliné para quedar justo frente a su delicado rostro. —Con gusto lo haría,  pero... ¿cuanto tiempo podrías vivir sin alimento? ¿Tres semanas, tal vez un mes?
—¿Sin alimento?—susurró.
—¿Lo comprendes ahora? Odio hacer esto, pero créeme, es mejor que sea rápido.
Comenzó a temblar y llorar desconsoladamente. —¿Por qué? ¿Por qué yo?
Estiré mi mano y tomé un mechón de su dorado cabello.—Es muy bonito, apuesto a que lo amas. ¿No es así? —Asintió levemente—. Es como el de las doncellas en los cuentos de hadas. Es una lástima porque esto no es un cuento, tú lo amas pero él te traiciona. —Lo acerqué a mi, aspirando su aroma. El deseo creció en mi y pude ver el reflejo de mis ojos cambiando de color en los suyos.
Retrocedió asustada. —¿Qu-qué eres?
—Soy el devorador de doncellas. ¿No has oído de mi? Pero no temas, para tu suerte, soy una persona amable, haré que esto se fácil para ti.
Dos partes de mi se debatían en duelo. El instinto me pedía alimento, el corazón me pedía compasión, no había manera de que hubiera un ganador, pero los obligué a trabajar juntos.
Hice al instinto ser paciente mientras el corazón trabajaba en la magia de mis ojos borrando lentamente el miedo en su interior. Yo sabía que no era más que una ilusión, no era real y la culpa me mataría pero más de un año sin comer ponía a mi naturaleza en descontrol.
Una última respiración y me lancé sobre ella, el hechizo se rompió y los gritos horrorizados no tardaron en salir.
Un ruido seco me despertó de la pesadilla.
Confundido me senté y miré alrededor. ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente?
Apenas sentía un leve dolor, me puse lentamente de pié revisando mi cuerpo en busca de heridas. Nada.
El grito de una chica asustada me hizo sobresaltar.
Me posicione debajo del baño, se esuchaban incontables golpes y los quejidos de una mujer, su tono era demasiado familiar a pesar de estar distorsionado por el dolor.
¿Qué demonios? ¿Katy? Mi pulso se aceleró, la voz de un hombre, un desconocido para mi, llegó a mis oídos. Mis sentidos se agudizaron, el hedor de la sangre traspaso la roca, dulcemente  tentador, excitante. Mi instinto luchó por salir, pero entonces algo hizo click.
Era Katy.
Mi corazón se detuvo, Katy estaba en peligro. Estaba asustada, sufriendo, y por primera vez no era yo el culpable.
La ira barrió a travez de mi como un río desbordándose. ¿Quién osaba lastimar a mi chica? Dios ni siquiera era mía, pero la deseaba. Me había hecho a la idea de luchar contra mi propia naturaleza pero esto... esto me estaba matando.
Escuchaba su desesperación, olía su miedo y yo no era más que un mediocre prisionero. La impotencia era un sentimiento con el que no estaba familiarizado y me sofocaba lentamente.
El fuego estalló quemando cada cosa a su paso, los rugidos salían haciendo temblar la tierra, el vapor del pozo ascendió como un geyser. Mi golpe en la pared no hizo absolutamente nada, el maldito hechizo era irrompible. Durante años no hice más que llorar, enloquecer e intentar escapar de aquí,  pero diablos, no se comparaba con esto. Ella clamaba por ayuda, y yo nunca habia deseado proteger a alguien con tanta vehemencia.
Había imaginado su rostro por lo menos treinta veces desde que ella se había mudado aquí, tan solo cuatro días habían pasado desde entonces, joder, era tan poco tiempo para sentir algo por ella pero infiernos si no lo hacía. Era una completa locura pero ansiaba cuidar de ella más de lo que deseaba dejarme guiar por mis instintos.
Su llanto congeló mis pensamientos, la furia se propagó por cada célula de mi cuerpo como una epidemia. Me gusta su voz, me gusta su sabor y reconocer eso trajo a mi una nueva sensación. Poder, me sentí poderoso por primera vez. La desesperación e impotencia intensificaron el fuego en el interior de la cueva. Giré alrededor del lugar a gran velocidad y me precipite en dirección al pozo sin pensar siquiera que el golpe me mataría. Una rajadura se formó en el lugar y caí, confundido me puse en pié y la vista se me nubló. Algo caliente salía de mi nariz, no necesite verlo para saber que era sangre, tomé un respiro he intenté relajarme pero ella seguía gritando y la urgencia me atrapó. Haciendo caso omiso al dolor giré por el lugar tomando velocidad otra vez.
La cubierta del aljibe detonó en mil pedazos ante mi toque, la sorpresa me dejó mareado.
Estaba afuera.
Una ola de incredulidad y felicidad barrió a través de mi, la libertad que tanto había soñado se convirtió en realidad, volé cortando cada partícula de aire a mi paso y solté rugidos cargados de éxtasis, respiré el aire fresco dándole la bienvenida a la adrenalina y entonces su voz vino a mi mente. Esto... esto era por ella. Y ella se encontraba allí abajo gimiendo por ayuda, y por primera vez mi deseo no implicaba la muerte de una doncella.  Por primera vez en años deseaba sólo una cosa, proteger a quien ahora se había convertido en mi salvación, y lo anhelaba más que a la libertad.
Me dejé caer en picada formando un cráter en el lugar, volví a ser yo mismo y me acerqué a la puerta.
Mi cuerpo entero temblaba, estaba nervioso, una sensación que se unía a una larga lista de nuevas emociones que ella había provocado en mi. Estaba asustado también. ¿Y si ella no era como la había imaginado? O peor aún. ¿Y si yo no era de su agrado o si se asustaba de mi como todas las demás?
Me armé de valor y empujé la puerta entreabierta.

La Maldición de Ladón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora