• Capítulo 17 • Un cuento para dormir •

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JIMIN

Le preparé el desayuno a Kat y pasamos la mañana entre risas y caricias, por primera vez en mi vida podía decir que realmente estaba feliz. Deseaba correr y gritarle al mundo que Kat correspondía a mis sentimientos, para cuando llegamos al centro de arte mi corazón daba volteretas locas y no resistí las ganas de contarles a todos que éramos oficialmente novios. Los chicos y yo fuimos a pasar la tarde en casa de Katy y estábamos divirtiéndonos cuando Marge golpeó la puerta.
—Hola linda ¿cómo has estado? —Su tono era de una fingida amabilidad pero yo sabía que su visita no podría traer nada bueno—. Jimin, querido. Feliz cumpleaños. —¿Cumpleaños? Me paralicé. Marge me entregó un paquete azul con un moño blanco—. Sé que tu cumpleaños es mañana pero Harry y yo saldremos de viaje, no podré estar aquí para felicitarte así que te he traído tu obsequio ahora. No es el mejor regalo para un joven que cumple veinte años, pero espero que te agrade. —Estaba estupefacto, había olvidado por completo la maldita fecha y eso era malo. Muy malo. Me debatí entre aceptarlo o no. Mis manos se apretaron a su alrededor cuando vi el cuadro múltiple. Volví a sentir miedo como nunca antes, esto era claramente una provocación para hacerme caer ante el deseo. En los cuadros más pequeños habían fotografías de cada una de mis diez víctimas, en el centro una de Katy. Era una perfecta indicación de que ella era la siguiente. Mis manos comenzaron a temblar y me sentía a punto de enloquecer, Marge lo notó e inmediatamente salió sin decir nada. En cuanto cerró la puerta tras de sí, dejé caer el cuadro, miré a Kat y la abracé con fuerza; comencé a llorar con ganas, estaba terriblemente asustado de lastimar a la persona que amo. Kat preguntó si tenía fiebre, y eso me trajo de vuelta a la realidad, estaba a segundos de cambiar y herir a alguien. El resto de las horas las viví como en una nube, sólo podía pensar en salir de esa casa antes de las doce, fingí estar dormido y esperé a que Katy lo estuviera y entonces me fui. Corrí lejos del pueblo y me permití ser yo mismo otra vez. Unas horas después me encontraba sentado en el Gran Cañón, allí pasé todo el día de mi cumpleaños rogándole a Dios que me diera fuerzas para resistir la tentación. La siguiente noche pasó y recién entonces me atreví a volver. Me sentía contento de que mi cumpleaños hubiera transcurrido sin ninguna tragedia, pero cuando me fui acercando a la casa la fragancia de Katy llegó hasta mi, y estaba cargada de miedo. Algo iba mal.
—¿Crees que no he visto al marica con el que te revuelcas? —Escuché la voz de un hombre.
—¡Jimin no es un marica! —Gritó Katy y no pude evitar sentir una chispa de orgullo por como me defendía.
—¡Oh claro que lo es! Y cuando lo vea voy a matarlo, no debió nunca tocar lo que es mío. Y a ti te esperan años de esclavitud por engañarme. ¡Voy a cobrarme todos los años y orgasmos que me has hecho perder! —fruncí el ceño.
—Yo no soy tuya. —La desesperación de Katy me dio la confirmación que necesitaba, era Charlie.
—¡Si lo eres! ¡Eres mi maldita mujerzuela y voy a demostrarte ahora mismo que me perteneces! —Dio dos grandes pasos y Katy se alejó, chocó con una silla y cayó. Mi sangre hervía.
—No te atrevas a tocarla. —Charlie se detuvo en seco y volteó. Yo crucé la habitación y me incliné junto a Katy—. ¿Estás bien? —tomé su brazo para ayudarle a levantarse.
—¿Quién te crees tú para decirme que hacer con mi hija? —Me detuve. ¿Hija? Miré sorprendido a Katy esperando que lo negara, pero no lo hizo. La irritación creció en mi interior. Cuando Katy habló sobre Charlie nunca mencionó que fuese su padre por lo que simplemente creí que era la pareja de su madre.
—¿Quién te crees tú para hacerte llamar "su padre"?
—Yo le di la vida. Y ella debe al menos agradecerme que no haya hecho que su madre la aborte. —Mis puños se cerraron con fuerza.
—Ella no te debe absolutamente nada. —Cubrí con mi cuerpo a Katy—. Tu has arruinado su vida y yo voy a arruinar la tuya. —Mi voz salió tan ronca que yo mismo me sorprendí.
—¿Tienes idea de quién soy? —Sacó un arma y el caos comenzó, Katy estaba demasiado nerviosa y eso me molestaba aún más.
—No necesito saber absolutamente nada de ti, voy a matarte, quien seas no importará después de eso. —La ira barrió a travez de mi como la onda expansiva de una bomba, comencé a ver todo de color rojo y me di cuenta de que estaba a punto de cambiar, Charlie lo vió y el miedo se apoderó de él. Disparó, hirió a Katy y escapó. Curé la herida en la cabeza de Katy con gran esfuerzo, mi naturaleza intentaba salir y sólo pude descargar mi enojo golpeando un pobre árbol. Llevé a Katy a la cama y me acosté a su lado.
De pronto todo estaba demasiado oscuro, me tomó apenas segundos saber que me econtraba dentro de la maldita cueva otra vez, me desesperé buscando la salida pero no había manera, estaba atrapado. Un ruido a mis espaldas me puso en alerta, volteé y el aire se estancó en mi pecho. Allí estaban todas, con sus finos vestidos blancos, cabello rubio y rostro de princesas. Todas las inocentes doncellas que habían sido mis víctimas caminaban hacia mi con dolor en sus miradas, se detuvieron y mi corazón se aceleró. Un hueco se formó al medio dando paso a otra doncella, pero esta era diferente, podía sentirlo pero no conseguía ver su rostro. Un relámpago iluminó la cueva y la vi, era Katy.
Abrí los ojos y me senté, había sido una estúpida pesadilla. Katy seguía despierta y cuando comenzó a hablar supe que necesitaba desahogarse. Para cuando terminó el relato de su historia con Charlie, yo estaba tan enojado que era doloroso. Juré por el rio Estigio que lo mataría y me sentí agradecido de que Kat no se molestara por eso.
—En una hora debemos levantarnos para ir al centro de Arte.
—No tengo ganas de ir —se quejó Kat.
—No vallamos entonces.
—¿Pero y tu trabajo?
—No será problema, ahora intenta dormir un poco.
—No puedo hacerlo, mi cabeza no deja de dar vueltas. —Katy estaba tan dolida que necesitaba con urgencia hacer algo para sanar su corazón.
—¿Qué te parece un cuento para dormir? —Pude sentir que sonreía contra mi pecho.
—Sería perfecto. —Me acomodé posando mi espalda en el respaldo de la cama y Kat se recostó sobre mis piernas.
—De acuerdo pero debo advertirte que es un poco fantasioso, mi padre solía contármelo cada noche. Es triste pero con buen final, lo prometo. Es una buena distracción.
—Ya empieza, tengo curiosidad. —Reí y me incliné para depositar un beso en su cabeza por milésima vez.
—¿Tienes conocimiento sobre mitología griega?
—Muy poco —admitió Kat.
—De acuerdo. Cuando uno dice la palabra dragón, la gente común piensa en la típica bestia que custodia el castillo de la doncella encerrada, pero la verdad es que hay cientos de descripciones y creencias que varían según la región. En el cuento se habla de dos clases. Los orientales — principalmente chinos— tienen por dioses a dragones sin alas, que no escupen fuego y vuelan utilizando magia. Se caracterizan por ser sabios, benévolos y siempre dispuestos a ayudar. Tienen diferentes poderes como volverse invisibles, brillar o convertirse en agua o fuego. Se los relaciona con la buena fortuna, el conocimiento y la fuerza. En la mitología griega se los conoce por ser monstruos despiadados y codiciosos, devoradores de doncellas, también representan la sabiduría y la lucha. Uno muy conocido es Ladón, es un dragón un tanto diferente ya que la diosa Hera lo puso a custodiar el jardín de las Hespérides porque no confiaba en las ninfas hijas de Atlas. Se dice que Heracles lo asesinó en una de sus misiones, pero este cuento habla de otra situación.
Park Yong era un dragón coreano, tenía las características de los dragones chinos. Había un pequeño pueblo que le rendía adoración y él era feliz ayudándolos. Un día, un joven caballero llegó a él con una gran súplica. El joven era recién casado y estaba muy enamorado de su esposa pero había sido diagnosticado con una enfermedad de muerte. El caballero juró por la vida del hijo que su esposa esperaba, que sería su fiel servidor si curaba su enfermedad. Park Yong no tenía ese poder pero conmovido por el sufrimiento de aquél noble caballero y su bella esposa, se comprometió a buscar la solución él mismo.
La diosa griega Hera tenía un jardín con árboles que daban como fruto manzanas de oro. Estas tenían el poder de hacer inmortal a quien las consumía. Cansado de ser el único inmortal y de ver morir a todos sus fieles adoradores, Park Yong se maravilló con la idea de tener un fiel servidor inmortal que lo acompañara de por vida. Sería como matar a dos pájaros de un tiro, pero Park Yong no sabía que Hera había puesto un nuevo custodio para el jardín, Ladón. Park Yong se adentró en el jardín y cortó tres de estas manzanas. Dos para el caballero y su esposa y una de reserva en caso de que el pequeño bebé no heredara la inmortalidad. Este acto molestó en gran manera a Ladón, quien enfrentó a Park Yong y ordenó que devolviera las manzanas. Park Yong se negó y una gran batalla se desató entre ellos, pero dos inmortales con poderes similares no harían más que luchar eternamente, razón por la que Ladón se dió por vencido y dejó ir a Park Yong. Pero esto sólo era una trampa, Ladón formuló una maldición en un idioma que Park Yong no entendía, no obstante, la frase quedó grabada en su mente como una escritura en una roca. Park Yong regresó al pueblo y feliz entregó las manzanas al caballero quién se convirtió en su alegre servidor. El agotamiento del viaje y la pelea venció a Park Yong y cayó en un profundo sueño.
El despertar, el alma cayó a sus pies, Park Yong ya no era la criatura mitológica inmortal, se había convertido en un hombre. Enloqueció y escapó del pueblo por la vergüenza. Cuando recordó las palabras de Ladón decidió estudiar griego para saber su significado, más nunca imaginó que se enamoraría de su bella maestra. Cuando aprendió el idioma comprendió que su castigo por robar aquellas manzanas era vivir como un humano, pudo conservar sus poderes pero perdió la inmortalidad. Aprendió a controlar su cuerpo a su favor, podía convertirse en el dragón que una vez había sido aunque siempre regresaría a ser un humano al final. Con su —ahora— prometida, buscaron la manera de que su original naturaleza no interfiera en su nueva vida. Ella lo amó aún después de descubrir la verdad, tuvieron un hermoso bebé y vivieron los tres felices hasta el fin de sus vidas.
—Es raro, pero muy hermoso —comentó Kat.
—Sabía que te gustaría, yo lo amaba, aunque no recuerdo todos los detalles.
—Gracias —dijo Katy.
—¿Por qué?
—Por estar aquí conmigo y hacer por mi todo lo que mi padre debería haber hecho.
—Espero que cambies esa imagen de mi porque sería muy extraño besar a mi hija. —Kat soltó la mas melodiosa risa y dió un suave golpe en mi estómago. Pronuncié un fingido gemido de dolor.
—Eres un idiota. Ven aquí y duerme conmigo. —Me dijo alejándose de mi. Dejé mi posición respaldada y me acomodé a su lado abrazando su pequeña cintura. Besé su mejilla y escondí mi rostro en su cuello.
—Duerme bien —murmuré.
—Igual tu.

La Maldición de Ladón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora