• Capítulo 16 • Juramento para un mal padre •

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KATY

Charlie había vuelto y Jimin no estaba aquí para protegerme, tragué saliva tan fuerte que mi garganta dolió.
—Por el color de tu cara diría que has visto un fantasma. —Charlie soltó una risa espeluznante y dió un paso hacia mi, yo retrocedí otro.
—No he visto un fantasma, te he visto a ti. —Me obligué a mostrarme fuerte a pesar de estar muriendo de miedo en el interior—. ¿Qué diablos haces aquí?
—¿Esa es manera de dar la bienvenida a tus visitas?
—Tu no eres bienvenido aquí.
—No me trates así que voy a creer que me odias —su burla era notoria.
—Te odio. —Escupí, su mirada se oscureció—. Vete de aquí.
—No voy a irme. —Dio otro paso y mi pulso se aceleró, mi mente corría por la habitación buscando un lugar seguro, ya había escapado otras veces pero tenía que encontrar mi punto de ventaja—. ¿Sabes cuanto tiempo llevo esperando para volver a estar contigo? —Lo dijo de tal manera que me dieron náuseas.
—No voy a estar contigo, me das asco.
—Creo que aún no has entendido como funciona tu trabajo, las rameras no elijen, las rameras obedecen.
—No soy una ramera. —Dije recordando las palabras de Jimin, pero mi seguridad se vió afectada por la duda.
—¿Qué no lo eres? ¿Crees que no he visto al marica con el que te revuelcas? —mi sangre comenzó a hervir.
—¡Jimin no es un marica! —grité dejando escapar un sollozo.
—¡Oh claro que lo es! —gritó en respuesta—. Y cuando lo vea voy a matarlo, no debió nunca tocar lo que es mío. Y a ti te esperan años de esclavitud por engañarme. ¡Voy a cobrarme todos los años y orgasmos que me has hecho perder! —Comencé a llorar, estaba asustada y todos los malos recuerdos me atormentaban, uno tras otro como una película.
—Yo no soy tuya —Chillé desesperada mientras retrocedía tambaleante.
—¡Si lo eres! —Estaba enojado y yo no tenía medio de escape, él estaba bloqueando la única salida, estaba acorralada—. ¡Eres mi maldita mujerzuela y voy a demostrarte ahora mismo que me perteneces! —Dio dos grandes pasos hacia mi y yo me alejé instintivamente, choqué con una silla y caí.
—No te atrevas a tocarla. —Una voz calmada pero amenazadora llegó desde la puerta, Charlie se detuvo en seco y volteó. Seguí su mirada y me atraganté con una plegaria.
—J-Ji-Jimin —Tartamudee. Cruzó la sala de manera relajada pero imponente y se agachó a mi lado—. ¿Estás bien? —tomó mi brazo para levantarme.
—¿Quién te crees tú para decirme que hacer con mi hija? —Jimin frenó sus movimientos y me miró incrédulo, se quedó así esperando que lo negara, pero no lo hice. Entonces sus ojos se llenaron de sorpresa y repulsión, para luego dar paso al dolor y finalmente la ira. Terminó de ayudarme a ponerme en pie y soltó mi brazo. Su cuerpo despidió una extraña ola de calor y cuando habló su voz fue tan grave que me sorprendió.
—¿Quién te crees tú para hacerte llamar "su padre"?
—Yo le di la vida —escupió Charlie con molestia—. Y ella debe al menos agradecerme que no haya hecho que su madre la aborte. —Los puños de Jimin se cerraron con fuerza.
—Ella no te debe absolutamente nada. —Jimin extendió su brazo y me empujó detrás de él de manera protectora—. Tu has arruinado su vida y yo voy a arruinar la tuya. —Su tono fue bajo y extrañamente amenazador, tanto que yo misma tuve miedo y me tensé. 
—¿Tienes idea de quién soy? —Sacó su pistola Calibre 50 y supe al instante cual era su intención, intimidar a Jimin. Utilizaría su poder de ser uno de los líderes máximos de la mafia y su perfecta puntería para asustarlo, pero había un problema en ese plan, yo me hubiese asustado pero Jimin no sabía absolutamente nada sobre él. Y entonces lo comprendí, él corría con ventaja, si Jimin hacía algo estúpido Charlie necesitaría sólo un click y todo estaría resuelto. El horror me recorrió, no importaba cuan rápidos o letales fueran los golpes de Jimin, nunca lograría esquivar las balas de Charlie. 
—Jim... —agarré el brazo de Jimin para advertirle pero retiré mi mano súbitamente. ¿Es que tenía fiebre? Su piel estaba demasiado caliente, iba a decir algo pero él me interrumpió.
—No necesito saber absolutamente nada de ti, voy a matarte, quien seas no importará después de eso. —Charlie inclinó su cabeza hacia atrás riendo pero enmudeció en cuanto bajó la mirada, lo que sea que haya visto en Jimin debió espantarlo porque su rostro palideció. Nunca lo había visto así, siempre había sido el Charlie seguro y prepotente. Temblando recorrió con la mirada el lugar y entonces todo ocurrió demasiado rápido. 
En segundos, Charlie descargó su cartucho sobre mi cabeza y corrió fuera de la casa, Jimin se lanzó hacia delante persiguiéndolo y la lámpara que pendía del techo cayó sobre mi junto con varios pedazos de cielo raso. Jimin se detuvo en la puerta al oír mi grito, volteó a mirarme y sus ojos se abrieron de golpe cuando me vio en el piso con el rostro bañado en sangre. Miró en la dirección por donde había escapado Charlie y luego a mi, y otra vez a Charlie y de nuevo a mi. Intenté pararme pero el mareo me tumbó otra vez.
—¡Mierda! —protestó y corrió hacia mi—. Tranquila, te tengo. —Me cargó en sus brazos y me recostó sobre el sofá. Buscó el botiquín de primeros auxilios y con paciencia curó la herida en mi cabeza, pero algo estaba mal. Su respiración seguía tan agitada como en el momento del incidente, sus manos temblaban y sus ojos se apretaban con fuerza cada diez segundos.
—¿Estás bien? —pregunté—. Pareces enfermo y nervioso.
—Si —apretó la mandíbula—. Solo, solo dame un momento. —Tomó la lámpara del piso y salió afuera, desde la ventana lo vi destrozarla contra un árbol, a lo que le siguieron unos cuantos puñetazos en el tronco del mismo; luego comenzó a caminar de un lado a otro como un león enjaulado y a pasarse las manos por el pelo una y otra vez. Recordando lo sucedido el terror me invadió por tercera vez en el día, Charlie había escapado y seguro volvería con sus amigos. Estaría muy molesto y antes de que pudiera frenarlos, los nervios acumulados salieron a la superficie. Jimin lanzó unos gritos de frustración y se detuvo cuando me vio llorar, volvió adentro y se inclinó a mi lado.
—¿Qué tienes? ¿Estás herida en alguna otra parte? —No pude contestar, los nervios tomaron por completo el control provocando una crisis. Demoré una eternidad en tranquilizarme, para cuando lo hice ya era hora de dormir.

La Maldición de Ladón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora