"Era casi primavera, y ya se sabe... La sangre altera.
En Hogwarts había un ambiente risueño y muy animado, incluso tras la época de exámenes de control que acabábamos de pasar.
Uno de los mejores momentos que recuerdo fue de camino al campo de Quidditch en compañía de todo el grupo.
La temporada de partidos estaba a punto de acabar y, como de costumbre, Slytherin y Gryffindor eran las Casas que se disputaban la Copa.
Feuilly, arrogante, portando su escoba en la mano derecha y una bolsa con la equipación de Slytherin en la izquierda, mantenía una animada y provocativa disputa con Bahorel, que jugaba en el equipo de Gryffindor como Golpeador. Feuilly era el Guardián de la Casa de las Serpientes... Y por desgracia para nosotros era bastante bueno.-Si admites que tienes menos vista que un topo, seré bueno contigo y no te meteré muchos goles, Michel-se carcajeó Antoine-
-¿Disculpa? No confundas tu falta de coordinación con mi vista de lince, leoncito.-Feuilly esbozó una maliciosa sonrisa, al tiempo que se adelantaba y nos daba esquinazo a todos. Bahorel no tardó en seguirle y dejarnos atrás.
Sin la presencia de mi mejor amigo, eché un disimulado vistazo hacia atrás y comprobé que Enjolras iba tras de mi, a escasos diez metros, acompañado por Courfeyrac y Combeferre.
Como primer instinto, no queriendo llevarme una de esas críticas miradas que solía echarme cuando me interponía en su camino, me adelanté unos pasos para ir a parar al lado de Marius, un chaval algo introvertido y que parecía no terminar de encajar en ningún sitio.
No era un Ami original, sino que se trataba del pequeño "adoptado" por el grupo, en vista de que su alma estaba tan perdida como las nuestras.-¿Qué pasa, tejón?-le dije, sacándole de sus pensamientos sin previo aviso. Durante unos segundos me miró con desconcierto, tratando de ubicarse.
-Ah... Bonjour, Grantaire. ¿Qué tal te va?-tuve que hacer esfuerzos para entender lo que decía, pues hablaba para el cuello de su camisa, como si temiera incomodar a alguien con su voz. Le di un par de palmadas en el hombro, sonriendo como el que más.
-¡De vicio, Pontmercy! R jamás está de mal humor... Soy un pedacito indispensable para vosotros, los aburridos. Sin mí os cansaríais de vuestra constante cara de perro-bromeé, rodeándole los hombros y el cuello con un brazo.-¿Qué tal con esa chica? ¿Te ha enseñado ya qué poderes tiene una Veela, a parte de ese cuerpito de infarto?-sonreí, socarrón.
Al ver cómo Marius se ponía rojo como el tomate, me eché a reír a carcajada limpia. Hundí mis dedos en las costillas del muchacho.-¡Samuelle! ¡Basta!-se quejó él.
-Cosette, Cosette, ¿qué tengo que hacer para en tu cama yacer? ¡Dime, oh hermosa dama, qué debo conseguir para en tu lecho(y esto es un hecho) hacer de todo menos dormir!-canturreé alzando mis brazos al aire, incapaz de parar. No podía evitarlo, me encantaba chinchar al pobre muchacho.
Detrás de mí oí las carcajadas mal disimuladas de Courfeyrac. A continuación llegaron comentarios serios y despreciativos de nuestro "humor barato" por parte de Enjolras. Pero los ignoré.
-¡Apolo, dios del Sol! ¡Dale una oportunidad a este humilde servidor-hice una exagerada reverencia, riéndome de mis propios sentimientos. Sólo así mi lamento se hacía llevadero. Cuando pasó cerca de mi, su mirada me atravesó. Le sonreí con picardía.- que con tanto anhelo aguarda ver todo tu... maravilloso explendor!-El rubio se me quedó mirando con una ceja alzada, en silencio.
Pude ver cómo su mandíbula se tensaba y mostraba un rictus severo.
Mon dieu, hasta enfadado era de lo más atractivo... Por eso me gustaba provocarle, salía a la luz su carácter, tremendamente fuerte, quizá, en comparación con el mío.
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El hombre y el cuadro
FanfictionSamuelle Grantaire, pintor frustrado y aficionado al alcohol, recibe una inesperada visita. A sus cincuenta años de edad, se verá expuesto a contar la historia de su vida y del Hombre de Mármol a su curiosa y hermosa huésped. De la mano de Grantaire...