Cuando Grantaire salió al comedor la mañana siguiente, le sorprendió ver que Diana, al parecer, llevaba tiempo esperándole allí.
La joven lo miró a los ojos y suspiró; no tenían confianza suficiente, pero le hubiera gustado abrazarle, pues se veía que no había pasado una buena noche.
El mago sonrió tenuemente y fue hasta la puerta de la casa. Se giró y esperó a Diana.
-Voy a invitarte a desayunar-dijo simplemente, abriendo la puerta. La chica se apresuró a seguirle, preguntándose qué parte de la historia le contaría ese día.
Caminaron en silencio por las calles, observando el creciente bullicio, causado por los establecimientos y tiendas que empezaban a abrir sus puertas al público.
Finalmente se detuvieron ante un bar de aspecto humilde. Un muggle no habría sabido verlo, pero para alguien dotado con genes mágicos, aquella fachada no era más que una tapadera.
Cuando entraron, un mago tras la barra saludó al pintor.-¡Buenos días, Samuelle!-obviamente no pasó por alto a Diana, a quien sonrió de manera amable -Qué invitada más guapa traes hoy.
La chica sonrió, murmurando un "gracias" antes de que el camarero volviese a hablar.
-Sentáos allí, ahora me paso a atenderos-justo cuando terminaba de hablar, un zumbido lo interrumpió. Sacó su varita y murmuró un hechizo que acabó con un insecto de apariencia similar a una mariposa pequeña.-Malditos bichos...-hizo una mueca, negando-En septiembre siempre se ponen especialmente idiotas.
Entretanto, Grantaire y la joven ya habían llegado a su mesa. Él le había entregado una pequeña carta donde podía elegir su desayuno.
Compartieron una mirada íntima, con la amabilidad de dos personas que han compenetrado profundamente a pesar del escaso tiempo en contacto.-¿Qué os pongo?-dijo el dueño del local mientras limpiaba con un trapo una jarra húmeda.
Samuelle le cedió la vez a su invitada, quien se lo agradeció con una nueva y arrebatadora sonrisa.
-Para mí un café con leche y un croissant, s'il vous plaît.
El camarero sonrió, complacido, y miró a su cliente habitual.
-Yo lo de siempre, Andrew-se limitó a decir el varón.
Cuando al fin se quedaron a solas, Diana se mordió el labio, mirando hacia abajo. De pronto la mesa y sus surcos se volvió de lo más interesante.
Él no lo pasó por alto y se le escapó una suave carcajada con sabor amargo.-Quizá lo que viene ahora no te guste.
-¡No! Quiero... saber la historia -murmuró ella con el ceño fruncido.
Grantaire alzó ambas manos con suavidad.
-Está bien. Intentaré contarlo de manera que... Puedas entender lo especial de lo que viene a continuación. -El hombre cogió aire, soltándolo en forma de un suspiro pesado.
"Era ya de noche cuando volví a verle. La selección de las Casas nos obligaba a comer en mesas distintas en el Gran Comedor, pero desde mi lugar en el banco de Gryffindor distinguí su figura con facilidad. Iba más serio que de costumbre, y yo sabía que era por mis palabras de la reunión. Supongo que, saber que me angustiaba perderle, lo abrumó.
A su lado se sentaban Courfeyrac y Feuilly, aunque éstos charlaban, intentando que él, ausente y desconcentrado, se uniera. Pero no dio resultado.-Ve a hablar luego con él, Grant. Te va a hacer falta... Y a él también.
La voz de Bahorel me sacó de mi silenciosa observación.
Le miré de reojo, furtivo.
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El hombre y el cuadro
FanfictionSamuelle Grantaire, pintor frustrado y aficionado al alcohol, recibe una inesperada visita. A sus cincuenta años de edad, se verá expuesto a contar la historia de su vida y del Hombre de Mármol a su curiosa y hermosa huésped. De la mano de Grantaire...