Capítulo 5: Reunión

91 9 1
                                    

"Era el último día antes de acabar el curso, los exámenes habían tenido una buena media de resultados entre nosotros, y el ambiente, por fin, era completamente relajado.

A lo largo del tiempo el grupo adoptó la costumbre de reunirse en La Bruja Tuerta, un pub de Hogsmeade frecuentado tanto por alumnos como por profesores, y esa última tarde nos dirigimos hacia allí para cerrar el año en Hogwarts en condiciones.

Nada más llegar, Les Amis, encabezados por Alexandre y sus inseparables Courfeyrac y Combeferre, fueron a una habitación algo más apartada donde acudíamos siempre que pisábamos aquel local.

Yo me apresuré a ir a la barra y encargar a una bruja oronda una ronda entera de cervezas de mantequilla para nosotros.

Durante aquellos últimos días mi humor fue especialmente bueno. Los recuerdo con mucho cariño, pues después de aquel encuentro en la enfermería, todo pareció mejorar inmensamente. Me sentí madurar en compañía de Enjolras, a quien aún le costaba abrirse. Sinceramente, yo consideraba todo un logro que hubiésemos llegado a un entendimiento apenas sin palabras.

Llevando mi jarra de cerveza de mantequilla, y con la bruja siguiéndome con el cargamento de alcohol para mis amigos, entré en la estancia.

Como era de esperar, el líder de rojo encabezaba un nuevo discurso acerca del cambio ante la atenta escucha de todos los allí presentes. Distinguí estudiantes de diferentes casas que habían acudido por curiosidad. Cómo no: allí donde iba Enjolras, las miradas, los oídos, se centraban en él.
Yo tomé asiento en una esquina de la estancia mientras la extravagante camarera servía a todos y cada uno su bebida.

Miré a los ojos del Sol, y me perdí en ellos. Él, de tal pasión que destilaba al hablar de sus planes, de la brillante idea del cambio, ni siquiera se dio cuenta de que lo hacía.

-¿Debemos dejar que esos locos se hagan con el poder? ¡Familias enteras de muggles o mestizos son atacadas a diario y nadie hace nada! No temáis pronunciar su nombre, pues de nada os va a servir.-indicó con decisión, afianzando la potencia de sus palabras con un movimiento de su mano.-Lord Voldemort, sí, así se hace llamar. ¡Yo lo llamo tirano enloquecido! ¡No tiene otro nombre!

En la sala hubo un silencio, que poco a poco se vio pisado por un murmullo ascendente de afirmación.

Yo cogí aire con lentitud. Admiraba su arrojo, su valor. Había majestuosidad en todo cuanto hacía o decía. En mi interior sabía que él podía conseguir todo lo que se propusiera, pero me daba pánico que su alocado y honroso plan chocase bruscamente con la temible realidad. Ellos, los mortífagos, eran cada vez más numerosos, miles, quizá, y como ya he dicho, diestros y sádicos asesinos.

Los ojos de Alexandre se fijaron en mí por un segundo, y pude ver el atisbo de una fugaz sonrisa.
Sabía que yo no estaba dispuesto a arriesgar mi vida en una misión tan complicada, pero supongo que le ilusionó que estuviera allí, admirando su porte y su valor como todos los presentes. Al fin y al cabo, aún éramos sólo unos críos de dieciocho años.

-¿Cuál es el plan?-cuestionó uno de los jóvenes desconocidos. Ese muchacho, ataviado con el uniforme de Hufflepuff, lo miraba con una admiración que rivalizaba con la mía propia.

La mirada solemne y decidida de Enjolras se fijó en él. Se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos antes de hablar.

-He enviado mi carta de acceso al Ministerio de Magia. En unos días tendré la prueba y la entrevista para el puesto de auror.-respondió mi amado Apolo.

Hubo un susurro de asombro. Les Amis ya lo intuían, pero no esperaban que fuese tan pronto.
Courfeyrac fue el primero en estrecharle y revolver el cabello de su amigo, orgulloso.

-Has tenido que tener muy buena recomendación, Alexandre... Me alegro por tí, no esperaba menos -Dijo Combeferre, aunque en sus ojos pude ver la sombra de la preocupación. Sí, exactamente igual a la mía. Si aceptaban a Enjolras como auror, lo cual dado su historial podía suceder, estaba en inmediato peligro.

Di un sorbo angustiado a mi cerveza, acabándola.
Tenía que impedirlo de algún modo... O correría el riesgo de perderle.

En mi rostro se podía ver perfectamente lo que pasaba por mi mente, y no me importó que así fuera. Era necesario para que Alexandre tomase conciencia, pero apenas me estaba mirando, una nueva pregunta lo distrajo y sus ojos se dirigieron raudos como dos luceros hacia su interlocutor.

-¿Y si te admitiesen?-preguntó no sin cierto recelo Bahorel.

-¿Cuál es el problema, Antoine?

-Me refiero a que... cuál será el plan.-Aclaró mi amigo con una ceja alzada.

El rostro de Enjolras pareció relajarse ante lo que él creyó en principio como un ataque o una duda.

-Tendré potestad para luchar legalmente contra las fuerzas del mal.-repuso con pasmosa tranquilidad. Para él eso era algo digno de orgullo. Ah, Apolo, Apolo... La luz que emanas te impide ver más allá...

-¿Y si te enfrentases a algo que no puedes asumir?-me atreví a preguntar. Sabía que había sido un error hacerlo, pero necesitaba que me prestase atención, pues en la intimidad no querría sacar el tema a relucir.

Su mirada me buscó, y sentí cómo se clavaba con cierta decepción.

-¿Pones en duda mi valía como auror, Samuelle?-inquirió. En la habitación se hizo el silencio. Alcancé a ver una mirada de advertencia silenciosa a Enjolras por parte de Combeferre, pero no dijo nada.

-No lo hago, ya lo sabes-murmuré, fijándome en la espuma seca de mi jarra, ya vacía. Necesitaba otra con urgencia.

-¿Entonces?

-¿Entonces qué?

Casi pude verle cerrar los ojos, armándose de paciencia.

-¿Entonces qué quieres decir con tu pregunta?

Chasqueé la lengua, negando con la cabeza.

-No voy a decirlo.

-Vamos, Enjolras, prosigamos...-intervino Courfeyrac, serio. Él también intuía lo que pasaba por mi cabeza. Todos parecían saberlo, menos el líder, que negó.

-Grantaire... Habla-algo en su voz me resultó extraño. Por primera vez intentaba ser comprensivo y brindarme la oportunidad de explicarme.

-Tú encárgate de que si te cogen como auror, no te maten en ninguna misión-me limité a decir, soltando un pesado suspiro antes de levantarme e irme de allí sin decir nada.

Cuando estaba cruzando la puerta del pub, miré por una ventana y comprobé que la reunión se había reanudado, pero no tan animada como antes.

En mi caminar, pateé una piedra que rodó tan lejos como pude propulsarla.

¿De qué me servía tenerlo al fin, haber conseguido mi sueño, mi anhelo, si podía perderlo con la facilidad con la que un hilo se desprende de la ropa?

Maldije mi suerte por lo bajo. Aun así, de camino al castillo de Hogwarts, deseé tenerle a mi lado para estrecharlo en mis brazos, besarle y decirle lo mucho que lo amaba."

El hombre y el cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora