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I: Trozo de leyenda y calamidad.

Una seikah y un caballero hyliano se enamoraron, y tuvieron a Seraphina Cyrene, más conocida por su segundo nombre.

Una muchacha de estatura mediana, pelo largo lacio albino, ojos grisáceos, y unas orejas redondas. Sí, redondas.

Ser hija de dos grandes guerreros que tienen tanta admiración a la diosa Hylia y mantienen respeto a lo desconocido, su hija solo era una torpe, sin un mínimo carácter fuerte, era lo más tímido que existía en el palacio de Hyrule, y se limitaba a ser sirvienta. Y no cualquier sirvienta, sirvienta novata. Iba de negro, ya que no podía aún llevar el uniforme azul de las trabajadoras leales del palacio, según el Rey Rhoam, todavía le faltaba experiencia, falta de tacto, y devoción. Su traje era cómodo y corto, perfecto para defender a la Princesa si requería ocasión.

- ¡Cyrene, cuidado! - exclamó la princesa Zelda viendo como se caía por las escaleras, acabó boca abajo y alzó su mano derecha con un dedo pulgar avisando que todo estaba bien. - ¡Por la diosa, Cyrene, lleva más cuidado! - sujetó sus faldas y bajó a ayudarla.

- Estoy bien Alteza, no se preocupe... - intentó levantarse sola, siendo reacia a toda ayuda de la Princesa.

- Si lo dices con la cara aún enterrada en el suelo, no sé que pensar. - comentó Zelda, aún preocupada por la salud de su sirvienta y amiga.

- No pasa nada... - sus brazos temblaron mientras empujaba hacia arriba para levantar su cuerpo, su rostro estaba colorado por el golpe, y seguro que algún rastro de vergüenza también. - Me pediste sábanas nuevas para su cama y... - fue interrumpida por una voz mayor y firme.

- Y yo las tengo encima. - se quitó las sábanas  mostrándose una mujer delgada y de cara arrugada sin perder una pizca de elegancia - Me parece que deberás doblarlas de nuevo, no pretenderás entregárselas en tal estado a la Princesa. - recalcó con molestia, dando el montón de sábanas con cierta agresión a la joven.

- Oh, sí, sí, eh... - murmuraba viendo lo que le había costado mantenerlas impecables.

- No hace falta Elara, ya que están aquí las sábanas las tomaré así. - quiso solucionar la Princesa.

- Jamás. - se interpuso para que no las tomara-  Nosotras nos encargamos de que todo se encuentre impoluto, ella debería cargar con esa única responsabilidad, ya que en sus entrenamientos seikas ni escoltas de arrojo de flechas se le da bien, deberá de enseñarse mínimo lo que se le pide, sino, no encuentro motivo de que ronde por su castillo sin contribuir. - rígida como siempre, dio su opinión que nadie pidió mirando firmemente a los ojos de la joven Alteza.

- Ella es novata. - defendió Zelda.

- Novata desde hace seis años. - repuso enfadada, respiro hondo por su repentina falta de estribos y continuo - No quiero pareceros insistentes, pero que sus padres sean personajes nobles de desempeño y leales a vosotros, no sustenta encarecidamente que deba de estar involucrada en la faena de la realeza. - señalaba disimuladamente a Cyrene - Que yo sepa, se entrenó como una seika tal como su madre, y como una arquera como su padre, su falta de emprendimiento fue tal, que acabó mínimo como sirvienta, y su padre, el Rey, bien sabe que ni puede considerarla apta para este trabajo.

- Elara, no permito más charlotearía. - se puso firme la Princesa - Los motivos por lo que Cyrene se encuentre aquí no es más ni menos que asuntos nuestros. Deberías respetarla como una compañera más, ser la mayor de todas las sirvientas no te convierte en una jueza que decide lo que conviene o no a los servicios reales.

- P-Pero, Princesa Zelda, es lógico que no sirve de nada su presencia, solo está aquí por ser "hija de" no por que tenga talento. Debemos ser útiles, y Cyrene es de todo menos eso. - desesperada para que la Princesa obtenga su aprobación.

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⏰ Última actualización: Aug 14 ⏰

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