CAPITULO VIII EL FINAL

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Faltaba una semana para que Gerardo regresará a clases, aprovecharían esos últimos días para hacer el viaje. Su tristeza parecía haberse aplacado y se convertido en una agradable compañía, ya no disfrutaba de mortificarlo, sino que lo acompañaba y guiaba. Estaba haciendo su maleta, habían pasado un par de días desde su reconciliación. Durante esos días pensó en buscar algún trabajo, pero no estaba seguro de que lo fuese a necesitar, recogió lo que merecía por su renuncia, supuso que le duraría un tiempo, el suficiente. Salió de su casa y se subió al coche de Gerardo, se besaron cuando se subió. Pusieron música y Gerardo empezó a manejar. No tardaron en atravesar esa parte de la ciudad, fue rápido, se quedaron atascados por la salida, cerca de donde se ubicaba la plaza donde trabajaba. Unos minutos después pudieron pasar el tráfico, su viaje había comenzado.

Saliendo de la ciudad tardaron unos minutos en cruzar por el primer pueblo de la carretera. Otros minutos y estaban en el siguiente pueblo, que conectaba con el otro, estaban separados por una distancia mínima y entre ellos incluso había una laguna. Le agradaba la vista, lo distraía de sus pensamientos y los lugares tenían cierto encanto. Parecían acogedores, un buen lugar para vivir, lejos del ruido de la ciudad. Le gustaba imaginarse las historias que veía por ahí. La carretera era acompañada por mucho verde, le parecía hermoso, la armonía entre lo humano y lo natural. Pasaron un pueblo más y después de este, vio unas casas cerca del camino, estaban del otro lado, las vio por la ventana del Gerardo. La ultima que pudo ver le pareció hermosa, era de dos pisos y enfrente de esta había un árbol enorme, cobijado por varias capas de hojas verdes.

- Voy a irme por la libre, podríamos irnos por la autopista, llegaríamos más rápido. Pero creo que vas a disfrutar de las vistas.

Se limitó a contestarle con un gesto. Continuaron por la carretera y cuando vio el nombre del siguiente pueblo se le ocurrió algo gracioso. Montaña con obesidad, el pueblo se llamaba cerro gordo. Era un chiste tonto, infantil incluso a pesar de que le pareció gracioso y le sacó una sonrisa silenciosa, no se lo contó a su compañero. Había negocios en ambos costados, algunos vendían frutas, había uno que vendían decoraciones, pero la mayoría eran lugares para tomar y festejar. La música retumbaba en las bocinas y ya había personas tomando. A mitad del pueblo vio lo que parecía ser un lugar de comida, tenia un pequeño estacionamiento que estaba repleto.

- Este lugar es delicioso, tienen una comida increíble, ya pasaremos cuando vengamos de regresó- supuso que debía ser cierto, la cantidad de coches estacionados debía ser respaldo de esto.

Le gustó todo lo que vio en la carretera. Lo verde, los árboles, pasaron por un tramo que le pareció curioso, era como un cementerio de árboles. Había bastantes ramas secas, parecían ser manos saliendo de la tierra, era una vista hermosa. Todo el trayecto parecía estar lleno de vegetación, llevaban las ventanas abiertas así que la brisa golpeaba sus rostros. El viaje en carretera tenía cierta belleza, la oportunidad de ver los escenarios, la velocidad con la que tus ojos debían memorizar las cosas para que pudieras comprenderlas, de cierta manera se volvían parte de ti. Cuando veía la extensa tierra cubierta de un extenso pasto verde, hierba devorando los trocos de los árboles se imaginaba ahí, caminando con sus pies desnudos y sintiendo la tierra, fresca y viva, también se imaginaba recostado, siendo cobijado por las hojas de los árboles y devorado por el suelo. Parecía un sueño. Pasaron unas localidades más, hubo una que llamó su atención, en esta había puestos de flores y plantas. La mezcla de esos nuevos colores con el verde era cautivadora. Después de ese pueblo la carretera se quedó solitaria. Solo eran ellos, otros coches y la extensión de terrenos vacíos. Pasaron por algunas localidades más y Gerardo se metió la autopista, quedaban pocas casetas para llegar al puerto y si seguían por la libre, tardarían una hora más.

Estaban llegando, la multitud de coche le hizo saber que ya estaban en la ciudad.

- Ya casi llegamos, tenemos una habitación reservada en un hotel cercano a la playa, media hora más, te lo prometo- le informó Gerardo, le sonrío, estaba muy agradecido, tan solo la oportunidad de viajar en carretera había sido maravillosa, podrían haber regresado y estaría más que satisfecho.

Amor y otros desastresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora