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La noche caía rápidamente sobre la mansión Bang, cubriéndola con un manto de sombras que parecían más densas de lo habitual. BangChan, con los pensamientos todavía enredados en su mente, salió de la casa, buscando desesperadamente un respiro del ambiente sofocante que dominaba su hogar.

Sin rumbo fijo, sus pasos lo llevaron al jardín trasero, un lugar que solía ofrecerle un momento de paz. Pero esta vez, la calma que esperaba encontrar no estaba allí. En lugar de eso, vio una figura solitaria bajo la tenue luz de la luna: Changbin, inmóvil, con la espalda hacia él.

Un sentimiento incómodo comenzó a crecer en el pecho de BangChan. No era la primera vez que veía a Changbin en la distancia, pero algo en esta escena le hizo sentir una irritación inesperada. Se acercó, con las palabras en la punta de la lengua, aunque no estaba seguro de lo que iba a decir.

—¿Qué haces aquí? —preguntó BangChan en un tono que, sin querer, sonó más acusador de lo que pretendía.

Changbin se giró lentamente, y la expresión en su rostro era difícil de leer. Sus ojos, oscuros y profundos, se encontraron con los de BangChan, creando una tensión que parecía hacer que el aire entre ellos se espesara.

—Simplemente necesitaba un momento para mí mismo —respondió Changbin, su voz baja pero firme, sin dar señales de ceder ante la hostilidad de BangChan.

BangChan frunció el ceño. No era la respuesta lo que le molestaba, sino la calma imperturbable de Changbin, como si nada ni nadie pudiera sacudir su compostura. A pesar de estar en una posición de poder sobre él, BangChan se sentía vulnerable, y eso lo enfurecía.

—No tienes derecho a estar aquí —espetó BangChan, dando un paso adelante, acortando la distancia entre ellos—. Este es mi espacio.

Changbin no se movió, ni siquiera parpadeó. En cambio, levantó una ceja con un desafío silencioso.

—¿Y qué se supone que debo hacer, Chan? —dijo Changbin, pronunciando su nombre con una familiaridad que hizo que el corazón de BangChan se saltara un latido—. ¿Desaparecer cada vez que tú decidas que es tu espacio? ¿O acaso solo quieres una excusa para desquitarte conmigo?

La franqueza en las palabras de Changbin desarmó a BangChan, pero en lugar de retroceder, este sintió cómo la ira burbujeaba más cerca de la superficie.

—No me hables como si fueras mi igual —replicó BangChan, aunque incluso él podía oír lo débil que sonaba su defensa.

Changbin sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

—¿Eso es lo que te preocupa? ¿Que alguien me vea como tu igual? —Su tono era suave, pero cada palabra cortaba como un cuchillo—. Porque, Chan, eso es lo que soy. No porque quiera serlo, sino porque en esta jaula de oro en la que vivimos, todos estamos atrapados, te guste o no.

El silencio entre ellos se tornó sofocante, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas. La distancia física entre ellos era mínima, pero la tensión emocional era abrumadora.

BangChan apretó los puños, luchando contra el impulso de hacer o decir algo que no podría deshacer. La certeza de que Changbin, con sus palabras, había llegado a lo más profundo de su ser lo enfurecía y lo aterraba al mismo tiempo. Sin embargo, no encontró nada más que decir. En su lugar, giró sobre sus talones y se alejó, dejando atrás una promesa de que esta no sería la última vez que sus caminos se cruzarían de esta manera.

Changbin lo observó irse, su expresión volviendo a ser una máscara de indiferencia, aunque por dentro sentía el eco de las mismas emociones turbulentas que había provocado en BangChan. Sabía que había cruzado una línea, y que las cosas entre ellos nunca volverían a ser iguales.

LA HERENCIA DEL CORAZÓN.  Chanchang [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora