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BangChan pasó el resto de la mañana tratando de concentrarse en los contratos que su padre le había dado, pero su mente no dejaba de desviarse hacia el mismo punto: Changbin. Cada vez que su nombre aparecía en su mente, la rabia se intensificaba, como un fuego que no podía apagar.

Finalmente, se rindió. Cerró los documentos con un golpe seco y se levantó de la silla, decidiendo que necesitaba un respiro, un momento para aclarar su mente. Pero tan pronto como salió al pasillo, lo vio. Changbin estaba hablando con uno de los directivos, su postura relajada, su tono suave y confiado. No parecía ser consciente del efecto que su mera presencia tenía en BangChan, o peor, lo sabía y lo disfrutaba.

Los pasos de BangChan se volvieron más firmes, más decididos. Se acercó a ellos, interrumpiendo bruscamente la conversación.

—Changbin, necesito hablar contigo —dijo, sin molestarse en ocultar la hostilidad en su voz.

El directivo parpadeó, sorprendido por la repentina intervención, pero Changbin, sin perder la compostura, asintió cortésmente al hombre antes de seguir a BangChan a una sala de reuniones cercana. Tan pronto como entraron, BangChan cerró la puerta con un golpe que resonó en la habitación vacía.

Changbin lo miró, impasible, mientras BangChan se daba la vuelta para enfrentarlo, sus ojos llenos de furia contenida.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —demandó BangChan, su voz baja pero cargada de veneno.

Changbin levantó una ceja, sin perder la calma.

—Solo estaba cumpliendo con mis deberes, señor. ¿Hay algo en particular que le moleste?

—¿Algo que me moleste? —BangChan dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos hasta que estuvieron casi pecho con pecho—. Todo en ti me molesta. Tu actitud, tu cara, la forma en que todos en esta maldita empresa te tratan como si fueras indispensable.

Changbin mantuvo su mirada fija en BangChan, sin dar señales de retroceder.

—No es mi intención ser una molestia —dijo Changbin, con un tono que apenas ocultaba un atisbo de desafío—. Solo hago mi trabajo lo mejor que puedo.

BangChan se burló, una risa amarga escapando de sus labios.

—¿Tu trabajo? ¿Es eso lo que llamas meterte en todo, hacer que mi padre te mire como si fueras el hijo que nunca tuvo?

Los ojos de Changbin se entrecerraron, pero su expresión seguía siendo imperturbable.

—Si eso es lo que piensa, entonces debería hablarlo con su padre, no conmigo —respondió Changbin, su voz suave pero firme.

Las palabras de Changbin golpearon a BangChan como un puñetazo en el estómago. Sabía que Changbin tenía razón, pero eso solo lo enfurecía más. En lugar de responder, BangChan se acercó aún más, su respiración entrecortada, sus manos temblando de rabia.

—No tienes idea de lo que hablas —dijo BangChan, su voz apenas un susurro cargado de amenaza—. Pero te lo advierto, si sigues metiéndote donde no te llaman, lo vas a lamentar.

Por un momento, el rostro de Changbin mostró una ligera contracción, una señal de que las palabras de BangChan finalmente habían hecho mella en su fachada de calma. Pero tan rápido como apareció, la expresión desapareció, y Changbin recuperó su serenidad.

—Entendido, señor —dijo Changbin, sus palabras marcadas por una frialdad que solo aumentó la furia de BangChan.

BangChan lo miró fijamente, buscando alguna señal de debilidad, algo que pudiera usar en su contra, pero no encontró nada. Changbin era una muralla impenetrable, y eso lo desesperaba. Finalmente, BangChan apartó la mirada, sintiendo que cualquier intento de mantener esta confrontación solo lo haría perder más terreno.

—Lárgate de mi vista —espetó BangChan, dando un paso atrás, incapaz de soportar un segundo más la presencia de Changbin.

Changbin asintió una vez, en silencio, y salió de la sala con la misma calma que siempre, dejando a BangChan solo en la habitación, luchando por recuperar el control de sus emociones.

Cuando la puerta se cerró tras él, BangChan se dejó caer en una silla, su cuerpo temblando de frustración. Por mucho que odiara admitirlo, Changbin estaba ganando esta guerra silenciosa, y la impotencia que sentía al respecto lo estaba destrozando por dentro.

LA HERENCIA DEL CORAZÓN.  Chanchang [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora