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BangChan salió de la cocina con pasos firmes, pero su interior era un torbellino de emociones. A pesar de su intento por mantener la calma, su corazón latía con fuerza, y cada vez que recordaba las palabras de Changbin, la rabia volvía a aflorar. ¿Cómo era posible que su padre, el hombre que siempre había sido tan duro con él, pudiera dar todo ese cariño a alguien más?

Caminó hasta su habitación, cerrando la puerta tras de sí con un suspiro frustrado. Se dejó caer sobre la cama, su mente incapaz de encontrar paz. Las palabras de Changbin resonaban una y otra vez, y aunque odiaba admitirlo, en el fondo sabía que había una parte de él que envidiaba a Changbin. No por lo que tenía, sino por lo que había recibido: el cariño y la atención de su padre, algo que BangChan siempre había deseado, pero nunca había sentido realmente.

Mientras tanto, Changbin seguía en la cocina, el silencio de la casa ahora más opresivo que nunca. Había visto la ira en los ojos de BangChan, una ira que no solo provenía del resentimiento, sino también de un dolor profundo. Un dolor que Changbin no había considerado hasta esa noche. Se dio cuenta de que, aunque había sido protegido y cuidado, su presencia en la vida de BangChan solo había exacerbado las heridas que el joven ya tenía.

Changbin apagó las luces de la cocina y comenzó a caminar hacia su habitación. Sus pensamientos eran un enredo de culpabilidad y preocupación. Sabía que no había sido su intención causar daño, pero también entendía que su existencia en la casa era una constante fuente de dolor para BangChan.

A mitad de camino, se detuvo frente a la puerta cerrada de la habitación de BangChan. Podía escuchar el leve sonido de movimiento en el interior, pero no se atrevió a tocar la puerta. En lugar de eso, apoyó la frente contra la madera fría, cerrando los ojos y respirando profundamente.

—Lo siento, Chan —susurró, sabiendo que sus palabras nunca llegarían al destinatario—. Nunca quise ser la causa de tu dolor.

Sin embargo, sabía que sus disculpas no cambiarían nada. La realidad era que, aunque BangChan quisiera, no podía simplemente borrarlo de su vida. Estaban destinados a coexistir en esa mansión, y la tensión que los unía no desaparecería fácilmente.

Con un último suspiro, Changbin se alejó de la puerta y continuó hacia su habitación. Al igual que BangChan, sabía que el sueño no llegaría esa noche, pero también comprendía que lo que acababa de suceder era solo el inicio de algo mucho más profundo y complicado.

Ambos jóvenes, cada uno en su propia habitación, se quedaron despiertos hasta altas horas de la madrugada, con pensamientos oscuros y emociones intensas nublando sus mentes. A medida que la noche avanzaba, la distancia entre ellos se hacía más palpable, y la mansión, grande y majestuosa, se sentía demasiado pequeña para contener la creciente tensión entre ellos.

LA HERENCIA DEL CORAZÓN.  Chanchang [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora