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"¿Así que eres un lector drogadicto?"

Mamá enfermó a finales de diciembre del año pasado, fue un golpe duro para mí y mi hermana Lisa enterarnos que un terrible tumor en unos de sus pechos resultó ser cáncer en etapa tres, sabemos que no hay muchas esperanzas una vez que el cáncer está muy avanzado, pero aún así mamá se ha sometido desde entonces a recibir dolorosas quimioterapias, fue un cambio significativo y abrupto pero no nos importó a mí ni a mi hermana tener que hacer uno que otro sacrificio para ayudar a mamá. En mi caso, yo tuve que abandonar mis estudios y empezar a trabajar para apoyar con los gastos médicos, fue complicado tener que decirle a mamá porque no quería que se echara la culpa (aunque aún así pasó) por las decisiones que tomaba.

—Cariño, ¿Por qué lo hiciste? —preguntó ella acunando una de mis mejillas en su mano, mirándome con tristeza—. Eras el mejor de la clase y ahora has tenido que dejarlo todo, lamento ser una carga para ustedes, lo siento.

Mamá, no es tu culpa, nada, absolutamente nada es tu culpa, tan solo he querido que estés bien y si tengo que renunciar a la idea de estudiar, lo haré, porque quiero que mejores.

Desde ese día nos hemos vuelto más unidos que antes porque los tres nos necesitábamos el uno al otro, por mi parte comencé a trabajar en una cafetería en la que conocí a Emily, mi ahora mejor amiga.

En mayo de este año mamá comenzó a perder su hermoso cabello rubio —tal y como lo es el mío— producto de las quimioterapias que recibe cada cierto tiempo y que ya han empezado a hacer estragos en su cuerpo con el paso de los meses, otro ejemplo de ello fue la notable pérdida de peso por los constantes vómitos que sufre después de cada quimioterapia.

Pero a pesar de que mamá haya perdido peso y su cabello en el proceso, nunca ha perdido su resplandeciente sonrisa, que incluso en esta situación permanece en su rostro.

Lisa es psicóloga particular y gana bien, y también ayuda en lo que puede ya que está juntada y vive con su pareja, Jay, pero nunca se olvida de mamá y la visita cuando puede, a veces sola o acompañada de Jay, con el que mamá se lleva bastante bien.

09 de julio

Hoy vine a visitar nuevamente a Joshua.

Toco la puerta de su habitación, la número 108, y después de escuchar un pase desde el interior, entro, encontrándolo sentado leyendo un libro como la mayoría de veces, solo que este es diferente al que le vi leer hace una semana.

Él alza la mirada y se me queda mirando antes de esbozar una sonrisa mientras que al mismo tiempo le pone el mismo marca paginas de princesas de siempre.

—Noah.

—Joshua —saludo de la misma manera—, ¿Es un nuevo libro? —señalo la mesita que está a su lado que es donde lo ha dejado.

—Sí —responde, simple.

—¿Cuál es el título? —comento interesado, mientras me cruzo de brazos y me recargo en la puerta sin quitar la mirada de él.

—La noche que nos conocimos.

—No había escuchado de ese libro.

—Recién salió por eso no es tan conocido todavía, Emily me lo ha regalado.

—Con razón —guardo silencio un rato hasta que vuelvo abrir la boca:—¿Te gusta leer, verdad?

—No solo me gusta, me apasiona, es una manera de desconectarme del mundo, de mi realidad —dice con total seriedad—. Para mí, leer es como una droga porque una vez que empiezas no puedes parar y te vuelves un total adicto.

Me río:—¿Así que eres un lector drogadicto?

—Lo entenderías si leyeras —okey, está enojado.

—No me estoy burlando —objeciono.

—Pues pareciera.

—Además, ¿quién dice que no leo?

—¿Yo?

—Sí, y estás equivocado, también leo uno que otro libro —me defiendo.

—¿Ah sí? Dime uno de los que has leído.

—Romeo y Julieta.

—Que básico —ataca.

Me pongo una mano en el pecho y lo miro indignado:—Eres cruel.

Y cumplo mi objetivo; él se ríe y me prometo guardar esa sonrisa en mi cabeza y que permanezca ahí siempre.

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