XIII

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Capítulo 13: ¿Nos vemos más noche?

La lluvia mañanera golpeaba mi rostro sin compasión, creando un aire denso que mis pulmones rechazaban; cada paso cuesta arriba se sentía más pesado y mi mente estaba a punto de explotar.

Sin contar que el miedo y la angustia corría por mis venas desde anoche, el sentimiento de amor hacia Rose me estaba asfixiando.

¿Cómo era posible que amara a Rose?
¿Cuándo comencé a amarla?
¿Está será mi condena?

¡Dios, perdóname y ayúdame! ¿Qué hago?

A lo lejos miraba los arbustos que escondían nuestro lugar, pero el sentimiento crudo hacía que lo mirara mucho más lejos.

Ocupaba sacar este sentimiento, esta angustia, este terror fuera de mí de inmediato.

Seguí caminando, casi corriendo, hasta que me obligué a detenerme en la orilla del acantilado, el viento azotando en mi espalda me incitaba a continuar caminado y no pude contenerlo más, así que grité.

Grité con todas mis fuerzas; no me importaba si mi garganta me imploraba que me detuviera.

Yo solo grité más.

Grité y lloré hasta que ya no pude seguir.

Por favor, Dios. Quiero dejar de amarla.

[🔥🔥]

La miraba a lo lejos mientras seguía los pasos de mi padre.

Se miraba cómoda alrededor de su padre y hermanos, se miraba tan formal, tan correcta para la sociedad..., tan linda y tan peligrosa.

—Micaela, no te quedes atrás —ordenó mi padre con nuevo material.

—Sí, padre.

Ambos caminábamos con prisa entre las personas, hasta que nos topamos a la persona que no quería ver.

Casi como si algo superior se estuviera burlando de mí y mi condición.

—¡Señor Relish! —mi padre saludó—. Muchachos, señorita.

—Señor Edevane —saludó con un asentimiento.

Obviamente el hombre ni me dio una mirada antes de comenzar una conversación para nada interesante, por lo que me dediqué a observar a mi alrededor.

Miraba a todas partes excepto a la chica enfrente de mí.

—¡Hola, Micaela! —susurró mi perdición posicionándose a mi lado—. ¿Nos vemos más noche? Antes del toque de queda, por supuesto.

Instintivamente cerré los ojos y apreté los labios pensando en qué hacía mientras sentía como mi corazón latía rápido.

—¿Micaela?

—No puedo —me negué a verla.

Me tragué el nudo en la garganta y le eché una mirada a mi padre. No parecía que fuera a terminar pronto su conversación.

—¿Mañana?

—No creo...

El tiempo corría demasiado lento a mi parecer; el mismo sentimiento de la mañana empezó a consumirme de nuevo y un extraño sonido sordo llegó a mis oídos.

Con él la solución: Ignorarla. Evitarla a toda costa. Y nunca ver directamente esos ojos verdes que me volvían loca.

—¿Te sientes bien? Estás sudando mucho.

—Sí —me limité a contestar.

Ambas nos sumergimos en un silencio que solo era llenado por nuestros padres y sus hermanos conversando.

—¿Micaela? —volvió a llamar después de un tiempo—. ¿Me estas ignorando?

—¡No! —solté de golpe—. Solo estoy... Escuchando la conversación de nuestros padres.

—Claro —murmuró no tan convencida.

Mi mirada se topó con la de mi padre y con un asentimiento discreto por su parte se empezó a despedir.

—Micaela —habló mi padre—. Despídete.

—Adiós, Señor Relish y Señores Relish —dije en automático—. Adiós Rose —susurré.

—¿Micaela?

—Adiós...

Tal vez la única opción es esperar a que el sentimiento desaparezca.

Puedo tratar de fingir, puedo tratar de olvidar, pero me está volviendo loca

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Puedo tratar de fingir, puedo tratar de olvidar, pero me está volviendo loca.

LaviniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora