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Capítulo 20: Siento algo raro.

Margaret caminaba a mi lado en silencio, lo cual era algo común, pero esta vez se sentía diferente. Como si estuviera atrapada en su mente y tuviera algo en la punta de su lengua.

—Ya dilo.

—Siento algo raro —susurró acercándose más a mí—. Algo raro con Rose.

Oír esa confesión removió mi estómago con angustia. Margaret siempre tiene razón.

—Algo raro con Rose y contigo.

Mi respiración se cortó al mismo tiempo que mi vista se nublaba.

Margaret lo sabe todo.

—¿De qué hablas? —desvíe la mirada nerviosa—. Ella y yo... solo somos amigas... Le ayudo a llevar agua y...

—Solo son mis ideas locas —me cortó—. He estado bajo mucho estrés. Solo mantén tu distancia —me detuvo obligándome a verla—. Hay rumores de que es una bruja, Mica.

—Ella no...

—Solo... —me volvió a cortar—. Mantén distancia y si puedes evitar que el pueblo te vea con ella, mejor.

—Sí.

—Cuida lo que dices y haces, Mica. Cuida tus espaldas como siempre —reanudó la marcha—. Sobrevive.

La culpa de mentirle me invadía, incluso la idea de decirle que amaba a Rose cruzó por mi mente.

Era mi hermana mayor, quería contarle todo sobre Rose y yo. Quería emocionarme con cada detalle y que ella también lo hiciera.

Pero sabía que no podía. Sabía que no se lo tomaría bien y me obligaría a ignorarla el resto de mi vida.

Tal vez solo estoy destinada a amar a Rose en silencio.

Continuamos nuestro camino por la plaza cada quien metida en su cabeza. La incertidumbre llenaba la mía.

Era casi seguro que, si Margaret pensaba eso, mi madre también lo hacía. Y eso me hacía enloquecer.

Ahora no solo tenía que fingir frente a los del pueblo, sino que ¡ahora también tenía que hacerlo con mi familia!

—Creo que ya sabe cómo dispersar los rumores... —susurró mi hermana con sorpresa.

El comentario hizo que mi curiosidad saliera y seguí con la mirada a donde estaba la suya.

Al instante me arrepentí.

A unos metros de nosotras reconocí el cabello negro y la delicada figura de Rose. Incluso a pesar de estar a espaldas de nosotras y estar siendo abrazada por un hombre.

Pero, ¿por qué?

—¿Quién es?

En cuanto la pregunta salió de mis labios me hice consciente no solo del tono amargo de mi voz, sino que también de la rigidez de mi postura y el malestar en mi pecho.

No podía dejar de verlos.

Sabía que ese hombre no era ningún familiar suyo y eso me inquietaba.

Mi malestar incrementó cuando la chica volteó y nuestras miradas se toparon.

No mostró ni un signo de sorpresa, simplemente su rostro no reflejaba ninguna emoción. Por mi parte intenté ser lo más clara posible y comunicarle la pregunta de ¿Qué está pasando? con la mirada.

Pero, no le importó o no entendió.

Pues solo volvió a fijar su atención a aquel hombre y al pequeño grupo que estaba. Dejándome a mí con el malestar en el pecho y el corazón lastimado; pero esperando que a Margaret la haya dejado sin sospechas.

Pues por ahora solo teníamos que fingir que solo éramos amigas para poder seguir juntas.

Éramos nuestro pequeño, y hermoso, secreto.

Éramos nuestro pequeño, y hermoso, secreto

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Y ahora entiendo cuál es mi papel. Nos queremos cuando nadie ve.

LaviniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora