XVII

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Capítulo 17: Aún no nombramos nuestro lugar.

El sol caía sin prisa al mismo tiempo en que el frío de la noche comenzaba a hacerse presente. Y los sonidos de la naturaleza eran apaciguados por la delicada voz de Rose leyendo.

—E... n. En s... si... En si... —Rose cayó dejando salir un suspiro de frustración—. No puedo, Micaela.

En su voz se podía distinguir la frustración que sentía y cuando despegó la mirada del trozo de papel me lo confirmó.

—Claro que puedes —animé sonriéndole—. La lectura es cuestión de práctica. Créeme cuando te digo que todos los momentos de práctica valdrán la pena en cuanto leas algo precioso que haga tu corazón emocionarse.

—Pero... —bajó la vista al papel en sus manos—. Ya han pasado días y no puedo leer el poema y quiero saber qué escribiste.

Sonreí con ternura al oír sus palabras. Por primera vez había escrito algo de mi autoría que no fueran notas de botica y me hacía ilusión que Rose lo leyera por su cuenta (además de que sería mi condena si sacaba un libro para que practicara).

—Descansemos un poco —sugerí.

Con cautela me levanté de la roca en donde nos sentamos con regularidad y me encaminé a la orilla del barranco.

De reojo vi como la chica se quedaba en su lugar y seguía intentando leer.

La vista de nuestro lugar siempre me relajaba; no importaba la situación en la que estaba, siempre me hacía sentir segura.

No sabía si era por la vista completa del pueblo que había, la manera en la que la naturaleza me rodeaba con sus olores y colores, la manera en la que el viento me acariciaba recordándome respirar o tal vez el hecho de que nadie conocía la existencia de nuestro lugar, por lo que podíamos hacer cualquier cosa sin el miedo de ser juzgadas.

A mi parecer, era imposible que alguien llegara de sorpresa aquí, a menos que Rose o yo los trajéramos.

Estaba muy bien oculto.

—¿Sabes? —regresé con la pelinegra—. Aún no nombramos nuestro lugar.

Rose se levantó de su lugar posándose enfrente de mí con una sonrisa ladina.

—Es cierto —murmuró sin apartar la vista.

Eche un vistazo al lugar. Un reciente cielo oscuro con una vista completa de nuestro pueblo comenzando a iluminarse se nos relevaba al igual que siempre, mientras éramos resguardadas por una pared enorme de rocas y escondidas entre la inmensidad del bosque.

¿Qué nombre sería el adecuado para el lugar donde es testigo de nuestro amor?

[🔥🔥]

—¿Qué te parece Toronjil?

Una risita a mi lado hizo que me girara a verla. Los últimos minutos habíamos estado diciendo nombres al azar acostadas en el suelo bajo la luz de las estrellas, sin éxito.

—¿Qué tiene? —cuestioné viendo como ella también se giraba—. Es una planta relajante.

—Suena gracioso.

Sus ojos verdosos brillaban de diversión sintiendo como su mano buscaba y encontraba la mía.

—¿Qué tal Primrose?

—¿También es una rosa? —cuestionó acercando su rostro al mío. Asentí viendo como se le formaba una linda sonrisa—. ¿Por qué quieres nombrar el lugar como una rosa?

Nuestras narices se rozaban, el café y verde de nuestros ojos estaban profundamente conectados y no podía contener mi sonrisa.

—Porque estudiar las plantas me dan paz y estar en nuestro lugar y contigo también me dan paz.

Sus labios por fin se juntaron en el anhelado beso haciendo de forma instantánea que todo a nuestro alrededor desapareciera.

Nos separamos en cuestión de segundos y en el momento en que abrí los ojos, el verde me consumía mientras mi corazón latía con fuerza.

Vaya que la amo.

—Amo el verde de tus ojos —comenté acariciando su mejilla—. me recuerdan a la naturaleza que contemplamos desde aquí, en nuestro lugar.

—¿En Primrose?

—Tienes razón. Mejor sigamos pensando en nombre —besé cortamente sus labios.

Un silencio cómodo se formó entre nosotras. Detallaba a Rose con la mirada, a pesar de estar en el suelo, su largo cabello negro revoloteaba con el viento, la palidez de su piel hacía que sus ojos resaltaran al igual que sus rosados labios.

Mi sorpresa fue cuando noté que la trenza que le había hecho hace semanas ya no estaba.

Se había desecho de su tristeza.

Y yo no podía estar más feliz al respecto.

—¿Micaela? —rompió el silencio—. ¿Crees en la otra vida?

—Por supuesto que sí. ¿Por qué?

—¿Crees que estemos juntas en otra vida?

—Solo si en verdad estamos destinadas. Pero aun así me encantaría que así fuera.

—Te lo prometo, Micaela —susurró acercándose un par de centímetros—. Te prometo que te encontraré en otra vida donde seremos libres de amarnos.

—Si no me encuentras, te encontraré yo — advertí haciéndola reír.

Te prometo, Rose. Que en otra vida no tendremos que escondernos.

¿Será la muerte nuestro último beso, mi amor?

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¿Será la muerte nuestro último beso, mi amor?

¿Me prometerás que nos buscarás?

¿Me encontrarás después de la vida?

LaviniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora