Capítulo 8: Ten más cuidado a la próxima.
Los colores y olores de la plaza se combinaban armoniosamente con los colores del atardecer.
Desde y para siempre amaré venir a la plaza.
Tal vez es por eso que mis hermanas permitían que yo fuera con mi padre por material para la sastrería.
O tal vez sea porque desde que nací siento una gran conexión padre-hija con ese hombre a diferencia de mis hermanas.
Confieso que he llegado a pensar que secretamente sabe lo que ocurre con las mujeres de su hogar, pero él solo mira al otro lado para protegernos.
Para proteger a su familia.
Como de costumbre habíamos venido por cuestiones laborales. Pero por primera vez, me dio algunas monedas y me permitió deambular por mi cuenta desde que pusimos el primer pie.
Eso hacía el día extra especial.
Deseaba con encontrarme con Rose y que me ayudara a escoger algo lindo de la plaza o solo para pasar el día como empezábamos a acostumbrar.
—¡Cuidado, mujer! —me gritó un hombre a la cara cuando accidentalmente tropecé con el—. ¡Es obvio que no puedes ser más inútil!
De inmediato el miedo remplazó todo otro sentimiento y me cortó la respiración; con un solo pensamiento en la mente:
«Estoy muerta»—¡Perdón! —dije con un hilo de voz sin verlo.
Estoy muerta.
—¿Te di permiso de que me hablaras?
Su voz se alzaba con cada palabra y de un empujón me tiro al suelo.
«Corre... Corre, Mica» me pedía una parte de mí, pero la otra parte solo repetía «Estoy muerta. Le fallé a mis hermanas».
¿Acaso hoy será el día en que romperé la promesa de volver a casa con vida?
Una horrorosa risa se oyó antes de sentir la primera y segunda patada en mis costados. Y por supuesto que yo no hacía nada más que lamentarme en silencio.
No quiero morir.
Por favor, Dios. No quiero morir.—¡Señor! —oí la voz de mi salvación. Mi padre—. Me temo que está agrediendo a mi hija.
Una última agresión me llegó y tras un intercambio de palabras con mi padre, el señor se fue enfurecido.
—Micaela... —susurró mi padre ayudándome a levantarme.
Lo miré, pero a los segundos desvíe la mirada sintiéndome avergonzada de mis acciones.
Una mala idea, pues parte del pueblo había contemplado la escena y cuchicheaban entre ellos.
—Vámonos —ordenó.
Suspire con las lágrimas en los ojos y las piernas temblorosas siguiéndolo de cerca.
Tenía muchísimo miedo, la incertidumbre de no saber si había empezado mi sentencia me estaba consumiendo conforme avanzábamos.Una mano en mi hombro me hizo sobresaltarme y acercarme más a mi padre, quien también se puso en alerta.
—¡Micaela!
Rose me detuvo con preocupación reflejada en el verde de sus ojos y empezó a caminar con nosotros.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —preguntó observándome con cautela—. Buenas tardes, Señor Edevane.
—Buenas tardes, Señorita.
—Estoy bien —contesté sintiendo mis mejillas arder—. Fue mi culpa. No miraba por donde caminaba.
—Tienes la cara cortada —susurró sin apartar la vista—. Vayamos a mi casa. Déjame curarte.
—Estoy bien —intenté calmarla—. Gracias por ofrecerte, pero solo quiero regresar a casa.
—Entonces te curaré en tu casa —informó—. No sin su permiso, Señor.
—Te lo agradecería mucho, señorita.
Otro suspiro salió de mis labios sabiendo que no podría hacer nada más para evitar la curación por lo que me limité a seguir a ambos aún con el corazón en la boca y completamente alerta.
[🔥🔥]
Mi madre observaba desde la cocina como la chica me curaba la cara. Sabía que en su cabeza buscaba que planta sería perfecta para curarme la hinchazón del cuerpo a causa de las patadas una vez que Rose terminara su trabajo.
Y también sabía que mis hermanas hacían lo mismo, en otra habitación, solo que apoyándose de los escritos.
Yo solo quería que todo terminara. Me ardía el rostro, el cuerpo me pesaba y los pensamientos de arrepentimiento martillaban mi cabeza.
—¡Ay! —me quejé al sentir un ardor en la barbilla—. Me dolió...
—Perdón —susurró muy cerca de mí.
Su mirada se encontraba muy concentraba en mi rostro y de vez en cuando nuestras miradas se encontraban.
Me llamaba el verde de sus ojos, me recordaba al verde del bosque que estuvimos hace varios días atrás.
—Ten más cuidado a la próxima. Estuviste muy cerca de que te matara ese hombre.
—Lo tendré —aseguré sintiendo otro pinchazo de dolor en mi cara.
Desvié la mirada notando la llegada de mis hermanas a la habitación. Ellas y mi madre también nos miraban de reojo y mi padre se mantenía al margen de la situación. Todos con la misma mirada de preocupación.
Hoy estuve muy cerca; e incluso puede que ahora esté en la mira.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero y secretamente me prometí cuidarme las espaldas más que de costumbre.
Amaba vivir y para eso tendré que cuidarme.
Dios me cuide.Ten misericordia, ten piedad de mí.
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Lavinia
RomanceSi alguien me hubiera advertido que todo terminaría como empezó, no hubiera corrido el riesgo. ¿O sí? [...] Primeras palabras escritas: 16/03/2022 Primer capítulo publicado: 26/04/2024 Últimas palabras escritas: 11/10/2024 Último capítulo publica...