Esa noche Gema no esperaba el mensaje de Christopher, así que cuando lo vio al día siguiente se sorprendió.
Mañana a las 18:30 nos vemos en el restaurante frances ****.
Ella le contestó confirmando su asistencia.
-Amor, saldré esta noche.
-Con quién?
-Con un conocido del trabajo, el antiguo.
-Ah. ¿Y se puede saber quién es?
-Christopher Morgan, el ministro.
-Oh. Claro.
Gema se preparó para salir esa noche.
Se alzó el cabello en un rodete y llevó puesto un traje.
Agarró las llaves de se coche y salió de su casa.
Condujo hasta el lugar indicado.
Bajó del coche e ingresó al restaurante.
-Reservación a nombre de Christopher Morgan.
-Claro. El señor Morgan la está esperando.
A ella le guió un mozo hasta el lugar correspondiente.
-Gracias.
-De nada. Que disfrute la velada.
Ingresó a la habitación y vio a Christopher sentado en el sofá.
-Señor Morgan.
-Señora Lancaster.
Ellos se estrecharon la mano.
-Siéntese.
Él se sentó y palmeó el lugar a su lado.
Ella se sacó su saco y se sentó con elegancia.
Él miró los ojos marrones de la mujer.
Aún poseían el brillo de hace 20 años.
-Te fue bien.
-Igual que a ti.
Él negó con la cabeza.
-Pasaron demasiadas cosas. Ya no tengo la paz y tranquilidad de antes.
-Ya no lo tienes desde que tu madre se separó de Alex.
-Lo crees?
-Siempre carcomiéndote la cabeza de si ella va a volver. Luego te fuiste y volviste con un millón de enemigos detrás tuyo. Tus propios demonios no te han abandonado hasta ahora.
-Los únicos que no me han abondonado desde mi adolescencia.
-La gente envejece y muere no van a estar para siempre.
-Creo que se fueron demasiado rápido. No tuve tiempo de asimilar nada, un problema tras otro y mi compañera no podía quedarse quieta incluso embarazada. Hice lo que tenía que hacer por nuestro bien y nunca estuvo agradecida.
-A veces no somos felices con nuestro bien. A mi segundo hijo no lo podía amamantar por mi bien y su bien. Odié ese momento.
-Entregué a su hermana a la mafia Rusa y me odió desde el momento en que se enteró. Intentó ir tras ella sin importarle los hijos míos que tenía en su vientre, y fue por ellos que entregué a su tía.
Gema lo escuchó desahogarse.
-No te arrepientes, lo sé. No debes hacerlo si lo hiciste por el bien de tus hijos.
-Rachel aún me guarda rencor pero su hermana me ha perdonado. Ella ya no es la mujer de antes.
-Con lo que sucedió no creo que sea la misma Rachel con la cual te acostaste cuando estabas casado.
