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Roman estaba de pie en el balcón de su escondite en las afueras de París, el viento fresco de la noche acariciaba su rostro mientras inhalaba profundamente el humo de su cigarro

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Roman estaba de pie en el balcón de su escondite en las afueras de París, el viento fresco de la noche acariciaba su rostro mientras inhalaba profundamente el humo de su cigarro. El aire olía a tabaco y nostalgia, una mezcla que lo hacía sentirse al mismo tiempo relajado y agitado. Estaba solo, con una caja de cigarros a medio acabar sobre la mesa, y su teléfono en la mano

La luz tenue de la pantalla iluminaba su rostro en la penumbra, destacando sus facciones marcadas y sus ojos entrecerrados, cargados de emociones que hacía semanas trataba de enterrar

Con dedos temblorosos, Roman deslizó las imágenes en su teléfono, observando cada una con una intensidad silenciosa. Una tras otra, las fotos pasaban ante sus ojos, mostrándole fragmentos de una vida que parecía de otra era, pero que seguía persiguiéndolo día y noche. Ahí estaban él e Iris, sonriendo, abrazados, inmersos en un momento de falsa paz, ajenos al caos que estaba por estallar entre ellos

En una imagen, estaban besándose con una pasión desenfrenada; en otra, Iris dormía plácidamente, acurrucada entre sus brazos como si el mundo fuera un lugar seguro. Roman la miraba con una mezcla de dolor y anhelo. Sabía que, a pesar de todo, aún la amaba profundamente, con una intensidad que lo desgarraba por dentro

El cigarro se consumía en sus dedos mientras el humo subía lentamente hacia el cielo. Roman se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en la barandilla del balcón, su mente atrapada en una espiral de arrepentimiento. No podía dejar de pensar en cómo todo se había derrumbado, cómo había sido un idiota al dejar que su rabia y su inseguridad lo dominaran hasta el punto de destruir lo único que realmente le importaba

"¿Por qué la traté así?", se preguntaba en silencio, reprendiéndose una y otra vez. "¿Cómo pude haber sido tan ciego?" Recordaba los momentos en los que había perdido el control, los golpes, los gritos, las noches en que había permitido que su ira se desbordara de la peor manera posible

Incluso había llegado a dispararle en un arrebato de locura, y aunque nunca fue su intención lastimarla de esa manera, sabía que había cruzado una línea que no debía cruzarse jamás. Pero aún así, a pesar de todo el dolor que le había causado, no podía dejar de pensar en ella, en cómo deseaba tenerla de vuelta, en cómo cada día sin ella se sentía como una eternidad

Un carraspeo lo sacó bruscamente de sus pensamientos. Giró lentamente la cabeza y vio a un hombre mayor parado en la entrada del balcón, sonriéndole con la familiaridad de alguien que lo conocía desde hacía mucho tiempo. Era un alemán de cabello canoso y bigote grueso, con una actitud relajada que contrastaba con la dureza del mundo que los rodeaba

—¿Molesto? —preguntó el viejo con una sonrisa mientras se acercaba con calma

Roman asintió, señalando con la cabeza la silla vacía al otro lado de la mesa

El viejo se acomodó en la silla de manera despreocupada, y sin decir una palabra más, tomó uno de los cigarros de la caja y lo encendió con una cerilla que sacó de su bolsillo

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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