Capítulo 24

864 77 30
                                    

[En el pasado]

Guruguru encontró algo que llamó su atención.

Después de haber confirmado que la mayoría de las mujeres que Obito le había dicho que vigilara habían llegado a un lugar seguro, estas se dispersaron por diferentes caminos al llegar a la primera ciudad grande.

Guruguru decidió abandonar su misión en ese momento y se dio media vuelta para volver por el mismo camino.

Se hundió en la tierra y comenzó a deslizarse a una velocidad increíble. A pesar de que a las mujeres les había tomado varios días de viaje llegar hasta la ciudad, Guruguru estimó que le tomaría solo unas horas llegar a Orario.

Mientras se movía por la tierra, Guruguru comenzó a aburrirse. El entorno oscuro y silencioso le resultaba monótono, a pesar de la velocidad a la que se deslizaba.

Decidió salir a tomar un poco de aire fresco y ver si encontraba algo interesante. Al emerger, sintió la brisa en su rostro y escuchó los sonidos de la naturaleza que lo rodeaban. Era un cambio refrescante comparado con el silencio opresivo bajo la tierra.

Fue en ese momento, mientras disfrutaba del aire libre, cuando se encontró con algo que llamó su atención. Una luz tenue en la distancia y un murmullo de voces despertaron su curiosidad.

Guruguru no entendía a los humanos. En parte, porque él mismo no era uno, y en realidad nunca había hecho un verdadero esfuerzo por comprenderlos. Lo único que conocía de la humanidad era a través de Obito, cuya visión del mundo era limitada y sesgada.

Frágil, ingenuo y manipulable.

Esa fue la humanidad que Obito le mostró a Guruguru. Obito, con su mirada llena de dudas y su voz temblorosa, siempre parecía estar a merced de sus emociones y de las circunstancias que lo rodeaban. Su fragilidad era evidente en cada uno de sus movimientos, como si el peso del mundo lo aplastara constantemente.

Madara, en cambio, era completamente diferente.

Inflexible, duro y determinado.

Madara irradiaba una fuerza implacable y una voluntad indomable. Su presencia imponía respeto y temor, y cada una de sus decisiones parecía esculpida en piedra. Sus ojos, fríos y calculadores, reflejaban una mente estratégica que no dejaba espacio para la duda.

Ambos eran humanos, pero sus formas de humanidad eran completamente distintas, y al mismo tiempo, increíblemente parecidas. Mientras que Obito representaba la vulnerabilidad y la susceptibilidad, Madara encarnaba la fuerza y la resolución. Sin embargo, ambos compartían una intensidad en su humanidad que los hacía únicos y profundamente complejos.

Y ahora que estaba en este extraño mundo con aventureros, dioses y monstruos, Guruguru ya no tenía su única razón de existir. Las vastas llanuras, los oscuros bosques y las ciudades llenas de vida y peligros le resultaban desconcertantes. 

Definitivamente, no estaba seguro de qué hacer. Lo más lógico, y lo que hizo, fue ayudar a Obito. Sin embargo, realmente no le importaban la mayoría de las cosas por las que Obito parecía tan preocupado.

Las mujeres que protegió en el camino, con sus miradas de gratitud y temor, no despertaban en él ninguna emoción particular. Sus rostros se mezclaban en su memoria, simplemente como figuras pasajeras en su viaje.

Los niños y la mujer con los que Obito vivía en ese orfanato, siempre llenos de risas y preocupaciones cotidianas, eran un misterio para él. Sus interacciones, tan humanas y cotidianas, parecían irrelevantes a sus ojos.

Y la mujer con orejas puntiagudas que Obito parecía admirar tanto, con su aire enigmático y sus movimientos gráciles, tampoco lograba captar su interés. Para Guruguru, era solo otra figura en este mundo lleno de complejidades.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Obito Uchiha en DanmachiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora