Capítulo Once: Strangelove

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15 de marzo: Medici Tower

—Todos guardamos secretos —dijo Eliza con una suavidad que ocultaba el filo de su amenaza. Con un movimiento elegante, apoyó su cabeza contra el pecho de Beowulf, y luego, poniéndose de puntillas, acercó lentamente sus labios a su oído. Con un tono seductor y una mirada sedienta de sangre, susurró: —Y yo... sé exactamente los tuyos, cariño.

Beowulf sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sus sentidos se dispararon, confundido, por lo que acababa de escuchar. Aunque Eliza lo inquietaba profundamente, mantuvo la compostura y continuó el baile, sus ojos entrelazados con los de ella, mientras una sonrisa nerviosa asomaba en su rostro.

—¿De qué hablas, nena? Yo no tengo secretos... o al menos, nada tan vergonzoso —respondió Beowulf en un tono bromista, aunque algo incómodo, intentando restarle importancia a las palabras de Eliza mientras negaba una vez más lo que ella insinuaba.

Al concluir la canción, Beowulf la sostuvo en sus brazos, con Eliza inclinándose hacia atrás en un movimiento grácil. Sus brazos rodeaban el cuello de Beowulf, tan cerca que podía sentir el calor de su piel y escuchar el latido de su corazón. El deseo de morderlo, de probar su sangre, era casi insoportable.

Eliza sonrió, una expresión que mezclaba seducción con amenaza.

—Nos veremos muy pronto... querido —murmuró, sus labios rozando ligeramente la oreja de Beowulf mientras sus manos descendían lentamente por su cuello. Con una última mirada penetrante y llena de intención, Eliza se alejó, dejando a Beowulf con una sensación de inquietud y un rastro de peligro en el aire.

Cerebella, que había estado observando la escena desde lejos, sintió un nudo apretarse en su estómago mientras una ola de celos la invadía. Ver a Beowulf y Eliza tan cercanos, intercambiando sonrisas y disfrutando de la compañía mutua, le dolió más de lo que estaba dispuesta a admitir. Con el corazón agitado, se dio media vuelta y se dirigió al buffet, buscando algo que beber para calmar el tumulto de emociones que la consumía. Quería causar una escena, hacer algo que los interrumpiera, pero no tenía ganas de enfrentarse a uno de los sermones de Lorenzo.

Mientras se movía con pasos rápidos y nerviosos, sin prestar demasiada atención a su entorno, chocó de frente con alguien. Al levantar la vista, se encontró cara a cara con Eliza, que acababa de terminar su baile. Eliza la miró con superioridad, como si fuera una simple molestia.

El impacto del encuentro fue inmediato y electrizante. Cerebella frunció el ceño con tanta fuerza que casi se podía sentir el aire a su alrededor tensarse. Desde la primera misión que compartieron, habían sido como agua y aceite, incapaces de mezclarse, siempre en conflicto. Había un odio genuino y visceral entre ambas, alimentado por rivalidades no dichas y resentimientos acumulados.

—Cuidado por dónde caminas, querida —dijo Eliza, con una sonrisa que destilaba veneno y burla en cada palabra.

Cerebella la miró fijamente, sin responder de inmediato. Su expresión, antes amarga, se transformó en una mezcla de desafío y contención. Sabía que cualquier palabra que pronunciara podría desencadenar un conflicto abierto, pero no estaba dispuesta a dejar que Eliza tuviera la última palabra.

—No te preocupes, no planeo cruzarme contigo de nuevo —replicó Cerebella, su tono afilado, mezclando desdén con un control apenas sostenido, su mirada era tan fría como su voz.

—¿Aún sigues enojada? —preguntó Eliza, dejando escapar una risa que sonaba a veneno disfrazado de burla.

Cerebella permaneció en silencio, su ira ardiendo bajo la superficie. Eliza, ya girando para irse, se detuvo y añadió, en un tono deliberadamente provocador:

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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