𝟏𝟎

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[...]

El sol se filtraba suavemente a través de los ventanales del castillo, proyectando destellos dorados sobre los jardines y la ciudad más allá. Alyssa, con una postura elegante y serena, observaba con detenimiento el paisaje que se extendía frente a ella. El rumor del viento y el crujido ocasional de las hojas acompañaban sus pensamientos mientras esperaba en silencio a que Gwayne terminara de hablar con el rey. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro cuando, casi sin darse cuenta, llevó una mano a su vientre y comenzó a acariciarlo. "¿Cómo será?" se preguntaba, imaginando el rostro de su futuro hijo. ¿Tendría los ojos oscuros y la expresión decidida de Gwayne, o quizás heredaría sus propios rasgos?

Sus pensamientos fueron interrumpidos de manera abrupta por una voz familiar que provenía de sus espaldas. Una voz cargada de arrogancia que ella reconocería en cualquier parte.

"Parece que tu esposo te ha mantenido bastante entretenida, hermana," dijo Aegon con una sonrisa torcida, sosteniendo una copa medio vacía en la mano.

Alyssa se giró lentamente, manteniendo su porte firme y su mirada fija en él. No había sorpresa en su expresión, solo una mezcla de cansancio y decepción ante la presencia de Aegon. "Tu indolencia siempre me toma por sorpresa, Aegon," replicó con seriedad.

Él rio, pero en el fondo de esa risa se escondía la amargura. Dio un paso hacia ella, tambaleándose ligeramente debido al vino que corría por sus venas. "Si crees que es un insulto, déjame disculparme, querida hermana, pero tampoco puedes pretender que no le abriste las piernas," soltó con crueldad mientras daba otro trago.

Alyssa no apartó la vista de él, sus ojos se mantenían serenos, aunque su semblante reflejaba la profunda decepción que sentía. Negó con la cabeza antes de acercarse un poco más.

"No voy a rebajarme a molestarte, Aegon. Porque entiendo que tu insolencia y tu falta de dignidad no son más que el reflejo de la mala crianza que recibiste de Alicent," dijo, sin elevar la voz. Se acercó un poco más, y con dureza agrego: "La falta de amor que tu madre no supo darte te ha convertido en esto. Y por eso no puedo enfadarme contigo, solo sentir pena."

Aegon apretó los labios y forzó una sonrisa burlona, aunque la incomodidad brillaba por un instante en sus ojos. "Eres tú quien me insulta ahora, pero lo haces de forma tan sutil que casi no se siente," replicó, intentando recuperar el control de la conversación, aunque la verdad en sus palabras lo atormentaba.

Alyssa no retrocedió, ni se dejó intimidar. "No son mentiras las que te digo, Aegon. Las miradas hablan por sí solas, y yo puedo leerte como si fueras un libro abierto. No eres más que un niño asustado, perdido en un mundo que nunca aprendiste a dominar. Di lo que quieras, pero el recuerdo que tengo de ti, de lo que alguna vez fuiste, no lo vas a cambiar con tus palabras." 

Las palabras de Alyssa se hundieron en Aegon como una daga. Había un momento de tambaleo en su postura, un reflejo involuntario de la verdad en las palabras de su hermana. A pesar de todo, Alyssa había sido uno de los pocos rayos de luz en su infancia, la que se había interpuesto entre él y la furia de Alicent en más de una ocasión, protegiéndolo de las bofetadas y gritos que lo hacían llorar. Sin embargo, ese mismo amor se había convertido en una fuente de rabia, pues Alyssa, en sus ojos, los había abandonado, llevándose consigo a Daeron.

"Felicidades," murmuró Aegon al fin, desviando la mirada hacia el vientre de su hermana. "Ese mocoso, o lo que sea que lleves dentro, al menos tendrá una buena madre."

El comentario fue crudo, pero antes de que Alyssa pudiera replicar, una voz grave y fría resonó en la estancia: "Es cierto lo que dicen, has decidido quedar en cinta." Aemond apareció, su presencia siempre imponente, y tanto Alyssa como Aegon se volvieron a mirarlo. Sin apartar la vista de su hermano, Aemond añadió, con un toque de burla cortante: "Aegon, ¿otra vez molestando a mujeres en cinta?"

𝐄𝐥 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝𝐨 | 𝐆𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora