𝟏𝟑

610 142 10
                                    

Los sonidos del bosque a su alrededor se mezclaban con el crujido de las ramas bajo las botas de los soldados y el lejano ulular de aves nocturnas, pero nada de eso le causaba ya sorpresa a Gwayne Hightower. Estaba allí por órdenes directas de Aemond Targaryen, siguiendo un camino que le era familiar, pero que sentía cada vez más extraño y peligroso a medida que la noche avanzaba

La bruma comenzaba a cubrir el suelo del bosque, y la luz del sol que se desvanecía arrojaba sombras inquietantes sobre los árboles. Gwayne mantenía una expresión tensa, pero su verdadera preocupación no estaba en el paisaje que lo rodeaba, sino en el objeto que llevaba consigo. Su mirada se desvió hacia el anillo que había estado apretando en la mano todo el día. El frío metal le proporcionaba una extraña sensación de consuelo, pero también de incertidumbre. Desde que la noche se había comenzado a cerrar sobre ellos, no podía dejar de pensar en Alyssa, su esposa, y en los hijos que había dejado en Antigua.

Los murmullos de los soldados que lo acompañaban no hacían más que confirmar sus peores temores: la guerra, que durante tanto tiempo había parecido inevitable, estaba a punto de alcanzar su clímax. Pronto, ya no habría vuelta atrás, y Gwayne solo podía esperar que Alyssa y sus hijos estuvieran a salvo, resguardados en algún lugar lejos del caos que estaba a punto de desatarse. Pero, en el fondo, sabía que esa esperanza era en vano. Hacía semanas que no recibía noticias de ellos. ¿Estarían bien? ¿Seguirían siquiera en Antigua, o los habrían llevado a algún lugar más seguro? Ese pensamiento le pesaba, y sin darse cuenta, sus dedos volvieron a apretar el anillo que simbolizaba todo lo que temía perder.

Una voz grave lo sacó de sus pensamientos. "Regresar no es una opción", dijo Sir Criston Cole, su tono firme y definitivo. La mirada de Gwayne se levantó de inmediato, pero tan rápido como lo hizo, la desvió de nuevo, evitando el contacto visual. No quería entablar una conversación con Cole, mucho menos sobre el tema que él estaba a punto de abordar.

"No tendré una plática contigo sobre mi matrimonio", respondió Gwayne con dureza, guardando el anillo en un bolsillo interior de su capa, como si quisiera protegerlo de las palabras que sabía que vendrían a continuación.

Pero Criston no se dejaba amedrentar. Sabía más de lo que Gwayne estaba dispuesto a admitir, y estaba decidido a ponerlo todo sobre la mesa. "Aemond no te trajo aquí porque eres valioso, Gwayne", dijo con frialdad. "Ni porque eres su tío". Las palabras eran como puñales, y Gwayne las sintió profundamente, aunque tratara de no mostrarlo. La relación entre él y su sobrino Aemond siempre había sido complicada, y había aprendido a desconfiar de las intenciones del príncipe desde hacía mucho tiempo.

"¿Qué estás diciendo?", replicó Gwayne, aunque en el fondo temía conocer la respuesta.

"Aemond te quiere muerto, y la reina siempre tuvo ese presentimiento", continuó Criston, sin una pizca de duda en su voz. "Tu hermana, Alicent, ha hablado en más de una ocasión de las sospechas que siempre tuvo sobre ti, sobre tu lugar en esta guerra. Crees que estás aquí para luchar por tu familia, pero en realidad, no eres más que una pieza en la estrategia de Aemond".

Las palabras cayeron como un golpe inesperado. Gwayne frunció el ceño, confundido y a la vez furioso. "Mi hermana parece hablar de más con las personas," respondió, su voz teñida de sarcasmo, aunque había un ligero temblor en su tono que no pudo disimular. Su mirada permanecía fija en Criston, como si intentara leer más allá de lo que el caballero le decía.

Criston, impasible, lo miraba sin rastro de emoción visible. "Tu hermana tenía miedo de que Aemond fuera por su otro hijo... el único al que la guerra no ha alcanzado aún," dijo, su voz bajando un tono, casi como un susurro. "Si tiene suerte, tal vez la guerra nunca lo alcance. Pero si no... entonces ese niño ya estaría luchando, mientras tú piensas que porque estás aquí estás protegiendo a tu familia."

El corazón de Gwayne latía con fuerza en su pecho. Criston, con su semblante rígido, parecía dispuesto a desenterrar verdades que Gwayne no estaba listo para enfrentar. "¿Ahora te preocupas por mi familia?" espetó Gwayne, levantando la barbilla en un intento de parecer desafiante. "Según recuerdo, odias a la hermana de mi esposa."

El caballero de la Guardia Real dejó escapar un suspiro prolongado, como si el peso de las palabras lo agobiara. "Alyssa nunca quiso casarse ni tener hijos. Siempre lo repetía en el castillo, como si se aferrara a esa idea. Pero cuando tú estuviste ahí, ella aceptó. Aceptó tener una familia, aceptó dejar todo por irse contigo." Criston hizo una pausa, observando a Gwayne, cuyas manos comenzaban a temblar levemente. "Y ahora, simplemente la has abandonado."

El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Criston lo dejó en el aire unos momentos antes de continuar, su voz ahora cargada de algo más que frialdad: un atisbo de arrepentimiento. "Si yo tuviera una familia como la tuya," dijo finalmente, "dejaría la guerra y me iría con ellos. Porque bajo las manos de Aemond, no creo que duren mucho en el campo de batalla."

El estómago de Gwayne se revolvió. Su pulso, que ya estaba acelerado, ahora martilleaba en sus sienes. La furia, la confusión, y algo más—un creciente sentimiento de traición—se agitaban en su interior. Se enderezó, su voz cargada de resentimiento cuando habló. "¿Por qué metes tanto a Aemond en esto? ¿Qué tiene que ver?" preguntó, su tono amenazante, sus ojos fijos en Cole, quien permanecía imperturbable.

Criston lo miró directamente, sin desviar la mirada, como si estuviera esperando ese momento. "Aemond no quiere a Alyssa como una figura materna," soltó sin detenerse. "La quiere como mujer. Siempre ha sido su ambición." Gwayne sintió el suelo moverse bajo sus pies. "No me digas que sus constantes insistencias para que te unas a la guerra no te han hecho dudar. ¿No has pensado en la razón? Si Alyssa se queda sin familia... si tú desapareces... Aemond podrá ofrecerle algo para llenar ese vacío. Algo que la haga olvidar su dolor... o reemplazarte."

El silencio que siguió fue ensordecedor. Las palabras de Ser Criston eran traicioneras, no solo hacia Gwayne, sino también hacia Aemond, su príncipe. Y, sin embargo, estaban llenas de una verdad oscura. Gwayne se estremeció, su cuerpo temblando con la fuerza de lo que se negaba a admitir. Aemond lo había utilizado, lo había empujado hacia el peligro una y otra vez, con la intención de que no regresara. Y si algo le pasaba, Aemond estaría allí, esperando, listo para llenar el vacío.

Sin más palabras, Gwayne se alejó, sus pasos pesados, sus pensamientos agitados. Cada pisada sobre la tierra parecía hundirlo más en el abismo de su propia traición. Se apartó del campamento, alejándose de los otros caballeros, del bullicio de la guerra que continuaba. Caminó hasta que el aire frío de la noche lo envolvió, deteniéndose solo cuando sus pulmones ya no soportaron más.

Miró al suelo, intentando calmar el caos dentro de su mente, pero todo volvió a él como un torrente imparable. Recordó la promesa que Aemond le había hecho, esa promesa que ahora se sentía como una cadena. Aemond lo había llevado a la guerra, lo había obligado a estar en el frente, porque, según él, Gwayne era el mejor guerrero que tenían. Pero había algo más oscuro detrás de cada palabra.

Lo envió a misiones imposibles, aun cuando el caos reinaba en el campo de batalla. Recordó el rugido de Meleys y Vhagar, el fuego que casi lo consumió por completo, el estruendo de las alas de dragón cubriendo el cielo. Y, en medio de esa destrucción, lo más perturbador de todo no fue el peligro ni el fuego, sino la mirada de Aemond. Una mirada de decepción al verlo regresar con vida. Todo ahora encajaba, cada pieza de ese rompecabezas oscuro revelaba una traición mayor.

Gwayne cayó en la cuenta de que había cometido el mayor error de su vida: había dejado a su familia.

N O T A 

Lamento mucho no haber escrito nada en este tiempo. Después de enfermarme, la universidad me consumió por completo y he estado más ocupada de lo que imaginaba. Sé que este capítulo es corto, pero haré lo posible por seguir publicando. No serán capítulos seguidos, pero les prometo que pondré todo mi esfuerzo en cada uno. ¡Gracias por su paciencia y apoyo constante!

𝐄𝐥 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝𝐨 | 𝐆𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora