𝟏𝟒

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Alyssa volaba a gran velocidad sobre las tierras devastadas de Poniente, montada en su dragón de escamas plateadas que destellaban bajo el cielo grisáceo. Su objetivo: Harrenhal, el imponente castillo donde Daemon Targaryen aguardaba con una porción del ejército leal a Rhaenyra. El viento le azotaba el rostro, pero su mirada permanecía fija en el horizonte, como si los tormentos de la guerra la hubiesen endurecido tanto como las viejas murallas que se alzaban ante ella.

Al aterrizar con una agilidad nacida de años de montar a su dragón, Alyssa bajó con paso firme, dejando que sus pies tocaran el suelo fangoso. Cada movimiento estaba impregnado de una frialdad que no era propia de la mujer que alguna vez había sido. Daemon la observaba desde la distancia, su expresión grave. Él ya sabía lo que iba a encontrar en esos ojos que alguna vez brillaron con la calidez de la maternidad y la esperanza. Ahora, ese brillo se había desvanecido, reemplazado por una dureza que le era casi desconocida, aunque entendía demasiado bien su causa.

"Te lo dije", murmuró Daemon, rompiendo el silencio tan pronto como Alyssa se acercó lo suficiente. Sus palabras estaban cargadas de un conocimiento amargo, una confirmación de lo que Rhaenyra ya le había advertido: la guerra había devorado lo que quedaba de la dulzura en ella. 

Aunque trataba de mantener una fachada de indiferencia, su mirada traicionaba una pizca de lástima. La mujer que se acercaba ya no era la madre amorosa que alguna vez había luchado solo por el futuro de sus hijos. Era alguien desolado, enojado con el mundo y con la crueldad de la guerra.

"La guerra te hace vidente", respondió Alyssa con una voz carente de emoción, ni siquiera había rastro de sarcasmo en sus palabras. Eran frías, distantes, como si ella hablara desde un lugar muy lejano dentro de sí misma. Sus ojos, oscuros como la noche que pronto caería, se fijaron en Daemon por primera vez. "He venido para asegurarme de que mi hermana no sea traicionada por ti." Pausó por un breve instante, permitiendo que sus palabras calaran profundamente. "Y que tú confirmes que mi lealtad está con Rhaenyra."

Daemon la miró sin pestañear, procesando sus palabras con una calma glacial. "¿Insinúas que te considero más una enemiga que una aliada?", replicó sin vacilar, su tono bajo pero inquisitivo, como si intentara desentrañar lo que realmente se escondía detrás de la máscara de Alyssa.

Por un momento, Alyssa dudó. La palabra "mi" quedó suspendida en el aire, y en sus ojos titiló una emoción que había intentado ocultar durante tanto tiempo. Quiso decir "mi esposo", pero lo que escapó de sus labios fue un suspiro casi imperceptible. "Gwayne está del lado del otro... pero hice un juramento a mi padre que planeo cumplir hasta el día de mi muerte." Sus palabras eran firmes, pero su voz se quebró ligeramente, mostrando una grieta en la fortaleza que había construido alrededor de sí misma.

Daemon, astuto, no pudo evitar notar esa pequeña fisura. "Te dejó con tus hijos para ir a la guerra", murmuró en voz baja. Sus ojos buscaron los de Alyssa con una mezcla de comprensión y lástima. "Y aun así, puedo ver en ti el amor que sientes por él."

Alyssa lo miró de inmediato, con una frialdad que contradecía la vulnerabilidad que Daemon acababa de señalar. No había ningún indicio de gracia en su rostro, ninguna broma suave para aliviar la tensión de la situación. Su tono fue casi cortante.

"¿Ahora te has vuelto un romántico guerrero que quiere hablarme de mi amorío con Gwayne?" replicó con sarcasmo, sus ojos buscando en los de Daemon cualquier indicio de burla.

Daemon no se inmutó. Sus palabras continuaron siendo suaves pero cargadas de significado, como si estuviera desenterrando viejas heridas y recuerdos.

"Tu padre habló de ti la última vez que lo vi. No pude evitar notar lo asquerosamente felices que se veían, tú y Gwayne. Él cuidaba de ti mientras estabas en cinta." Hubo una pausa cargada de tensión, como si esas palabras despertaran viejos fantasmas en Alyssa.

𝐄𝐥 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐝𝐨 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐚𝐝𝐨 | 𝐆𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora