Capítulo 4

45 4 0
                                    

Felipe

Yo la verdad que siempre fui un flaco complicado con las relaciones. Nunca me gustó estar atado a nadie. Me gustaba la libertad, la posibilidad de estar con quien quisiera, cuando quisiera. Y las minas, bueno, siempre fue fácil para mí. Con mi mejor amigo, Bauti, siempre fuimos iguales en eso. Él era más descarado, eso sí, pero compartíamos esa forma de ver las cosas.

Pero desde que empecé a salir con Camila, las cosas cambiaron. No sé si fue porque realmente me importa o porque simplemente estoy tratando de ser mejor, pero de repente, andar de flor en flor no me parecía tan tentador como antes. Igual, la tentación estaba ahí, ¿viste? Especialmente cuando las chicas seguían acercándose como si nada.

Una tarde, estaba caminando por el centro después de una charla con Bauti, cuando me crucé con Sofía. Era una mina con la que había tenido algo antes de estar con Cami, y por cómo me miró, supe que ella no había olvidado nada. Nos quedamos charlando un rato, y aunque en algún momento pensé en cortar la conversación y seguir con lo mío, no lo hice. No podía evitarlo. Estaba en mi naturaleza.

—Ey, Feli —dijo Sofía, inclinándose un poco más cerca de mí—. Te extrañé, ¿sabés?

Me sonrió de esa forma que solía volverme loco, y por un segundo, me olvidé de todo. Me olvidé de Camila, de la relación que estábamos construyendo, y volví a ser ese pibe que no se preocupaba por nada ni por nadie.

—¿Ah, sí? —le respondí con una sonrisa, inclinándome un poco hacia ella. Todavía tenía ese juego dentro mío, esa chispa que siempre me había llevado a situaciones complicadas.

—Sí... No es lo mismo sin vos por ahí —me dijo, deslizando su mano por mi brazo. La química entre nosotros seguía ahí, latente.

Sabía que esto no estaba bien. Sabía que tenía que cortarla y salir corriendo, pero... no lo hice.

Estuvimos charlando un rato más hasta que me di cuenta de que estaba jugando con fuego. Al final, le dije que me tenía que ir y me despedí, aunque noté la decepción en su mirada.

Mientras caminaba de vuelta a casa, no podía dejar de pensar en cómo casi me dejé llevar. No es que fuera a hacer algo, pero la tentación de volver a mis viejas costumbres me rondaba siempre. Y eso me asustaba un poco. Camila era una piba increíble, me hacía sentir distinto. Pero a veces, el viejo Felipe todavía aparecía, y no estaba seguro de cómo mantenerlo a raya.

Cuando llegué al departamento, Camila ya estaba ahí, esperándome con una sonrisa.

—Hola, amor —me dijo mientras me abrazaba. Yo la besé, pero sentí una punzada de culpa en el pecho. No había hecho nada malo, pero sabía que si seguía jugando así, tarde o temprano iba a meter la pata.

—Hola, mi vida —le respondí, intentando dejar atrás el encuentro con Sofía.

Nos sentamos en el sillón, y mientras hablábamos de cualquier cosa, no podía dejar de pensar en cómo algo tan pequeño, una simple conversación, me había hecho dudar tanto de mí mismo. Me hacía preguntarme si estaba hecho para esto, si podía ser el tipo de flaco que Camila merecía. Porque ella se merecía lo mejor, y yo no estaba seguro de si era ese tipo.

Camila

Desde que estoy con Feli, todo parece estar bien, pero a veces, hay algo en él que me hace sentir que no lo conozco del todo. Como si hubiera una parte de él que todavía no está lista para dejar de ser ese chico que siempre está de fiesta, que siempre tiene mil historias con otras chicas. Y aunque trato de no pensar en eso, a veces me resulta imposible no hacerlo.

Esa tarde, mientras estábamos en el sillón, lo noté un poco distante. No era algo obvio, pero después de tanto tiempo con él, aprendí a leer sus pequeños gestos. Su forma de mirar al costado cuando me hablaba o cómo evitaba ciertos temas. Y aunque él intentaba actuar normal, yo sabía que algo le estaba pasando.

El amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora