Capítulo 9

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El sol de la mañana penetraba a través de las cortinas, anunciando el inicio de un nuevo día. Felipe despertó con una mezcla de cansancio y satisfacción. La noche anterior había sido divertida y liberadora, pero también lo había dejado con pensamientos mezclados. Se estiró en la cama y, mientras se preparaba para empezar el día, se dio cuenta de que sus amigos también podrían necesitar algo de compañía y apoyo. Decidió que sería un buen momento para llamarlos y ver cómo estaban.

Después de una rápida ducha y un desayuno ligero, Felipe tomó su teléfono y empezó a hacer llamadas. Primero llamó a Bautista.

—¡Bauti! —dijo Felipe cuando contestó—. ¿Cómo estás? ¿Listo para la mañana de recuperación después de la fiesta?

—¡Feli! —respondió Bautista con una risa—. Estoy bien, solo con un poco de resaca, pero nada grave. ¿Qué plan tenés para hoy?

—Pensaba en pasar por tu lugar y luego tal vez ir a dar una vuelta por el barrio. ¿Te parece bien?

—Me suena perfecto. Estoy en casa, así que cuando quieras, venite.

Felipe se despidió de Bautista y luego llamó a Camila.

—¡Hola, Cami! —dijo Felipe—. ¿Cómo estás hoy? ¿Te recuperaste de la noche pasada?

—Hola, Felipe —dijo Camila con una sonrisa en la voz—. Sí, estoy bien. La verdad es que me alegra saber de vos. No tenía planes para hoy, así que me vendría bien una distracción.

—Genial. Pensaba en pasar por la casa de Bauti y luego hacer algo juntos. ¿Te gustaría venir?

—Claro, me encantaría. Estaré lista para cuando llegues.

Felipe se preparó para salir de casa, y pronto estaba en camino hacia la casa de Bautista. La mañana estaba fresca y clara, ideal para dar un paseo. Mientras conducía, pensaba en cómo había sido la noche anterior y en lo que le había dicho Bautista sobre disfrutar el momento. Sabía que había algo más en lo que pensaba, pero decidió que hoy no era el día para profundizar en esos temas.

Llegó a la casa de Bautista y lo encontró en la puerta, vestido con ropa cómoda y con una expresión de alivio en el rostro.

—¡Che, Feli! —dijo Bautista—. Pasá, pasá. Estaba esperando que llegues.

—¡Gracias! —dijo Felipe, entrando en la casa—. ¿Cómo te sentís?

—Mejor de lo que esperaba —respondió Bautista—. La verdad es que necesitaba un buen día para relajármela. ¿Querés algo de tomar?

—No, gracias. Estoy bien. Solo quería pasar un rato y ver qué hacíamos.

Bautista y Felipe se acomodaron en el sofá y empezaron a charlar sobre la noche anterior, riéndose de algunos incidentes graciosos y comentando lo bien que la habían pasado. La conversación fluía naturalmente, y la conexión entre los dos amigos se sentía sólida.

—Che, Feli —dijo Bautista—, ¿te parece si después vamos a la plaza? Hace buen tiempo y podríamos ir a caminar un poco.

—¡Me parece genial! —dijo Felipe—. Además, es un buen momento para despejarnos.

Mientras tanto, Camila llegó a la casa de Felipe y, al encontrar la puerta abierta, entró sin hacer mucho ruido.

—¡Hola, chicos! —dijo Camila—. ¿Qué tal la mañana?

—¡Hola, Cami! —respondió Felipe—. Justo estábamos hablando de salir a la plaza. ¿Te gustaría venir con nosotros?

—Claro, me encantaría —dijo Camila—. Solo necesito dejar mis cosas en casa y me encuentro con ustedes allí.

Camila fue a su casa a dejar sus cosas y se preparó para salir. Felipe y Bautista se despidieron de él y se dirigieron a la plaza, donde esperaban pasar un buen rato al aire libre.

La plaza estaba tranquila cuando llegaron, con el sol brillando y una brisa suave que hacía el ambiente agradable. Felipe y Bautista se acomodaron en un banco mientras esperaban a Camila. El lugar estaba lleno de familias, corredores y algunas personas paseando a sus perros. La escena era relajante y perfecta para una mañana de descanso.

—La verdad, esto está buenísimo —dijo Felipe, estirándose en el banco—. Necesitábamos un día así.

—Sí, es verdad —dijo Bautista—. A veces, solo hay que parar un poco y disfrutar del momento.

Camila llegó poco después, y el trío comenzó a caminar por la plaza. Conversaron sobre diversos temas, desde las últimas noticias hasta sus planes futuros. La charla era ligera y divertida, y todos se sentían a gusto.

En un momento dado, mientras caminaban por el sendero del parque, Camila se detuvo para observar una estatua de arte moderno que había en el centro de la plaza.

—¿Han visto esta estatua antes? —preguntó Camila—. Es bastante interesante.

—Sí, creo que la han puesto hace poco —dijo Felipe—. Nunca había tenido la oportunidad de detenerme a mirarla de cerca.

Bautista se acercó a la estatua y comenzó a hacer comentarios sobre ella, mientras Felipe y Camila escuchaban. La conversación se volvió más ligera y juguetona, y pronto estaban bromeando sobre el significado de la estatua y creando historias imaginativas.

Luego de un rato, decidieron que era momento de ir a almorzar. Camila sugirió un restaurante cercano que conocía, y todos estuvieron de acuerdo. Se dirigieron al lugar, disfrutando de una comida agradable y una conversación animada.

Durante el almuerzo, los amigos continuaron riendo y disfrutando de la compañía mutua. La charla se movía de un tema a otro, y aunque la conversación sobre los problemas personales seguía sin salir, el ambiente se mantenía positivo y amistoso.

Finalmente, después de un buen almuerzo y un rato agradable, Felipe, Bautista y Camila decidieron regresar a sus casas. La mañana había sido un éxito, y aunque las preocupaciones seguían presentes en sus mentes, el tiempo que pasaron juntos les recordó la importancia de la amistad y de disfrutar los pequeños momentos.

Felipe se despidió de Bautista y Camila y regresó a casa con una sensación de satisfacción. A pesar de las incertidumbres y los problemas que se avecinaban, había aprendido que lo más importante era estar presente para sus amigos y disfrutar del presente.

Mientras llegaba a su casa, Felipe pensó en lo que había aprendido de la mañana. A veces, simplemente estar allí para los demás era suficiente. Y aunque sabía que había desafíos por delante, sentía que estaba preparado para enfrentarlos, con el apoyo de sus amigos y una actitud positiva.


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