Capítulo 1

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El sol se estaba poniendo en el horizonte, bañando la ciudad con un cálido tono dorado. Luisana caminaba por el parque, sujeta al brazo de Mateo, su novio desde hacía seis meses. Estaba enamorada hasta las trancas, y todo en su vida parecía girar en torno a él. Para ella, Mateo era el príncipe encantado que siempre había soñado encontrar. Tenía esa mirada de profundo interés y dulzura que la hacía sentir especial y apreciada, aunque a veces, una pequeña voz en su cabeza le susurraba que algo no estaba del todo bien.

El problema era que Mateo, a pesar de su fachada encantadora, no era tan fiel como Luisana creía. Era un chico atractivo, de esos que atraen las miradas y que disfrutan de la atención de otras mujeres. Luisana, con su corazón ciego por el amor, no veía las señales que, para otros, eran obvias. La realidad es que Mateo tenía sus propios intereses y, a menudo, su amor por las mujeres lo llevaba a situaciones comprometedoras.

Ese día, mientras caminaban, Luisana se aferraba a la idea de que todo estaba bien. Mateo le hablaba de sus planes para el futuro, de cómo pronto tendrían una casa juntos y cómo todo iba a ser perfecto. Luisana sonreía, pensando en lo afortunada que era por tener a alguien como él a su lado.

—Me alegra que estemos pasando tiempo juntos —dijo Luisana, con una sonrisa que reflejaba su entusiasmo. 

Mateo le lanzó una mirada que podría haber sido interpretada como amorosa, pero que para él era simplemente parte del juego de mantener a su novia contenta.

—No puedo esperar para lo que viene.

Mateo la miró con una sonrisa que no alcanzaba a tocar sus ojos.

—Sí, yo también estoy emocionado. —Su voz tenía un tono que Luisana interpretaba como sincero, pero que de alguna manera le parecía distante.

Mientras caminaban por el parque, Luisana estaba completamente inmersa en sus pensamientos sobre el futuro. Imaginaba un mundo lleno de promesas y esperanzas, en el que Mateo y ella formarían una familia y construirían una vida juntos. Sin embargo, lo que no sabía era que Mateo tenía otros planes en mente, planes que incluían a otras chicas y situaciones comprometedoras que él mantenía cuidadosamente ocultas.

—¿Te has dado cuenta de que cada vez que estamos juntos parece que el tiempo vuela? —preguntó Luisana, su voz llena de un optimismo inocente.

Mateo sonrió y asintió, pero su mente estaba en otro lugar. Mientras paseaban, su teléfono vibró varias veces con mensajes de otras chicas que lo atraían con promesas de una noche divertida. Mateo, sin mostrar ningún signo de incomodidad, se aseguró de que Luisana no viera las notificaciones. La confianza ciega de Luisana le facilitaba mantener su doble vida sin cuestionamientos.

En contraste con la situación de Luisana, la tarde de Camila transcurría de una manera más relajada, pero no exenta de sus propios desafíos. Camila estaba en el sofá de su apartamento, revisando mensajes en su teléfono y organizando algunas cosas para la universidad. La luz del atardecer entraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Estaba pensando en la relación con Felipe y en cómo parecía avanzar sin problemas, al menos en la superficie.

Felipe, su novio, había llegado poco antes, después de pasar una tarde con sus amigos. Su presencia en el apartamento era una mezcla de energía y calma, y siempre tenía una manera de hacer que Camila se sintiera especial. Hoy, sin embargo, había algo en la actitud de Felipe que le parecía un poco distante, aunque no estaba segura de por qué.

—¡Hola, hermosa! —dijo Felipe al entrar, envolviendo a Camila en un abrazo que era más rutinario que apasionado. —¿Cómo estuvo tu día?

Camila levantó la vista de su teléfono, sus ojos reflejando una mezcla de alegría y cansancio.

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