Capítulo 14

69 2 0
                                    

Camila

Había estado dándole vueltas a esto durante semanas, desde que pasó lo de Bautista y yo. La culpa me estaba comiendo viva. Luisana, con toda razón, me había dicho que no era justo para Felipe que siguiera con él después de lo que hice. No podía mirarlo a los ojos sin sentirme una traidora, y aunque nunca me lo dijera directamente, sabía que él notaba que algo estaba mal entre nosotros.

Esa tarde, me encontraba caminando por las calles de Buenos Aires, con el viento fresco golpeando mi cara. Mis pasos eran lentos, pesados. Sentía que llevaba una mochila de piedras encima. Sabía lo que tenía que hacer, pero no era fácil. Felipe no se merecía esto, no se merecía la traición ni la mentira.

Me detuve frente a un café, uno de esos lugares pequeños y acogedores donde solíamos pasar tardes enteras riendo, hablando de todo y de nada a la vez. Era nuestro lugar, y ahora, iba a convertirse en el escenario de una despedida. Me dolía el alma solo de pensarlo, pero ya no podía seguir arrastrando esta farsa.

Entré, y ahí estaba él, esperándome en una mesa del fondo. Cuando levantó la vista y me vio, me sonrió. Esa sonrisa siempre había sido mi refugio, pero hoy la sentí como una daga en el pecho. Me acerqué, saludándolo con un beso en la mejilla y me senté frente a él. Intenté ocultar el temblor en mis manos y le sonreí de vuelta, pero mi sonrisa no alcanzó mis ojos.

—¿Todo bien, Cami? —preguntó él, con esa mezcla de ternura y preocupación que siempre lo caracterizaba.

—Sí... Bueno, no tanto —empecé, bajando la mirada al café que ya había servido el mozo, girando la cucharita en el pocillo sin parar.

Felipe arqueó una ceja, notando mi nerviosismo.

—¿Qué pasa? Me estás asustando.

Respiré hondo, armándome de valor. No podía seguir postergándolo más.

—Feli... esto... no sé ni cómo decirlo —murmuré, mi voz temblando—. No podemos seguir así.

Él frunció el ceño, confundido.

—¿Así cómo? ¿Qué querés decir?

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía hacerle esto, pero al mismo tiempo, sabía que lo tenía que hacer. Levanté la vista, intentando mantenerme firme.

—Lo nuestro no está funcionando, Felipe. Yo... no me siento bien con nosotros. Siento que las cosas cambiaron y no sé si podemos seguir adelante.

Felipe me miró, incrédulo. Se quedó en silencio por unos segundos, intentando procesar mis palabras. Finalmente, habló, su voz quebrada por la sorpresa y el dolor.

—¿Qué me estás diciendo, Camila? ¿Querés terminar conmigo?

Sentí una puñalada en el pecho. No quería lastimarlo, pero ya no había vuelta atrás.

—Sí —respondí, casi en un susurro—. No puedo seguir con esto. No es justo para vos, ni para mí.

Felipe apartó la mirada, claramente afectado por mis palabras. Apoyó los codos en la mesa, pasando una mano por su pelo mientras intentaba mantener la compostura.

—Pensé que estábamos bien... —murmuró, casi para sí mismo—. No entiendo qué pasó. Si hice algo mal, decime. Podemos arreglarlo.

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, y no pude contenerlas más. Pero aún así, no podía decirle la verdad. No podía confesarle lo que había pasado con Bautista, ni el peso que esa traición había puesto en mi corazón.

—No es algo que hayas hecho, Feli —dije, ahogándome en mis palabras—. Simplemente... no sé si soy la persona que vos necesitás. Siento que estoy fallando en esta relación.

El amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora