Capítulo 11

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La noche había envolvido la ciudad en una capa de calma y misterio. Las luces de la calle parpadeaban suavemente, creando un ambiente de introspección mientras Luisana caminaba sin rumbo fijo. Su mente estaba enredada en una maraña de pensamientos confusos y emociones turbulentas. La imagen de Bauti y Camila besándose aún se reproducía en su mente, un eco doloroso que parecía no querer desaparecer.

Felipe, por otro lado, se despertó de su sueño inconsciente en el sofá, su cabeza algo despejada después de la borrachera. Notó la ausencia de Luisana y, aunque su mente aún estaba nublada, sintió una punzada de preocupación. No era común que Luisana desapareciera sin decir una palabra, y eso lo inquietó. Decidió que tenía que buscarla.

Con un esfuerzo, se levantó del sofá, tambaleándose un poco mientras trataba de recomponerse. Salió de la casa con la esperanza de encontrarla antes de que se alejara demasiado. Caminó por las calles en busca de cualquier señal de ella, la brisa nocturna ayudándole a despejarse mientras sus pensamientos se centraban en encontrar a su amiga.


Luisana avanzaba sin rumbo fijo, sus pasos resonando en el pavimento vacío. El dolor en su pecho no parecía aliviarse, y la noche oscura parecía ser un reflejo de su estado emocional. Llevaba la cabeza baja, tratando de no pensar demasiado en lo que había visto. El sonido de sus pasos se mezclaba con el murmullo lejano de la ciudad, creando una sinfonía de soledad.

En un momento dado, escuchó pasos apresurados detrás de ella. Se detuvo, girando lentamente para ver quién era. Su corazón dio un vuelco al ver la figura de Felipe acercándose. Aunque aún estaba algo tambaleante, Felipe parecía determinado a encontrarla.

—Luisana, ahí estás —dijo Felipe, su voz con una mezcla de alivio y preocupación—. Te estuve buscando.

Luisana trató de sonreír, aunque el esfuerzo era evidente en su rostro cansado. —Hola, Felipe. No sabía que te habías dado cuenta de mi ausencia.

Felipe se acercó, notando la tristeza en los ojos de Luisana. —Sí, me preocupé. ¿Por qué estás aquí sola? ¿Todo bien?

Luisana dudó, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que no podía decirle a Felipe lo que había visto, no en ese momento. —Solo necesitaba un poco de aire fresco. No es nada grave.

Felipe miró a Luisana a los ojos, con una mezcla de cariño y preocupación en su mirada. —Luisana, no puedo evitar sentir que algo no está bien. ¿Estás segura de que no hay nada de lo que quieras hablar?

Luisana se quedó en silencio por un momento, sintiendo la tentación de abrirse a Felipe, pero la confusión en su mente la detenía. La cercanía de Felipe y su atención sincera le daban un consuelo inesperado.

Finalmente, inclinó la cabeza y dejó escapar un suspiro. —No sé qué hacer, Felipe. A veces siento que estoy perdiendo el control de todo.

Felipe tomó un pequeño respiro, sintiendo la conexión emocional que estaba creciendo entre ellos. —A veces, todo lo que necesitamos es un amigo que nos escuche y nos haga sentir menos solos. Y yo estoy aquí para eso, Luisana.

Mientras la conversación continuaba, Felipe y Luisana se encontraron más cerca, casi como si el mundo se hubiera reducido a solo ellos dos en ese momento. Felipe, sin darse cuenta, se inclinó aún más cerca, y Luisana sintió su aliento en su piel. La cercanía se volvió casi tangible, y en un impulso involuntario, Felipe se movió para abrazar a Luisana.

Luisana, sorprendida pero reconfortada por el abrazo, se acurrucó en el pecho de Felipe, sintiendo la calidez y el apoyo que él ofrecía. En ese momento, se permitió a sí misma relajarse y dejarse llevar por la proximidad y el consuelo que Felipe le brindaba.

Felipe decidió cambiar de tema para aliviar el ambiente tenso. —Vayamos a dar una vuelta. Hay un café abierto cerca. Puede ser bueno para despejarnos un poco.

Luisana asintió de nuevo y aceptó la propuesta. Los dos comenzaron a caminar juntos, el silencio entre ellos cargado de una carga emocional que no se expresaba con palabras. La conversación era ligera, pero el apoyo mutuo se sentía en cada gesto.


Felipe estaba consciente del cambio en la atmósfera entre él y Luisana. Aunque ella no decía mucho, podía sentir su dolor, y eso lo hacía querer estar más cerca de ella. En el fondo, Felipe sabía que había algo más detrás de la tristeza de Luisana, pero respetó su espacio, permitiéndole abrirse a su propio ritmo.

Mientras caminaban, Felipe observó a Luisana con más detenimiento. La noche era fresca, y el aire parecía despejar los pensamientos. Aunque Felipe estaba decidido a no presionar a Luisana para que hablara de lo que la preocupaba, no podía evitar sentir que había una conexión especial entre ellos en ese momento. La preocupación por su amiga había hecho que se olvidara por completo de su propia borrachera.

Cuando llegaron al café, Felipe sostuvo la puerta para que Luisana entrara primero. Una vez dentro, se acomodaron en una mesa cerca de la ventana, que permitía una vista tranquila de la calle iluminada por las luces de la ciudad. El ambiente era acogedor, con el aroma del café llenando el aire.


Luisana se sintió un poco más relajada al entrar en el café. El ambiente cálido y la compañía de Felipe le proporcionaron un pequeño respiro de la tormenta emocional que había estado enfrentando. Mientras se sentaban y Felipe pedía dos cafés, Luisana permitió que sus pensamientos se calmaran un poco.

—Gracias por estar aquí —dijo Luisana, mientras observaba a Felipe.

Felipe la miró con una sonrisa amable. —No tienes que agradecerme. Es lo que hacen los amigos, ¿no? Y, además, creo que ambos necesitamos un poco de compañía.

Luisana asintió, sintiendo una sensación de confort en la presencia de Felipe. Aunque no podía hablar de lo que había visto con Bauti y Camila, la amabilidad y el apoyo de Felipe le daban un alivio necesario. Mientras esperaban los cafés, Luisana sintió una creciente cercanía con él, una conexión que parecía estar formándose en medio de la oscuridad de la noche.


Felipe se sentó frente a Luisana, observando cómo su expresión se relajaba un poco mientras el café llegaba. El ambiente del café y la conversación tranquila estaban ayudando a calmar los nervios de ambos. Aunque Felipe estaba atento a cada cambio en el estado de ánimo de Luisana, se sentía más conectado con ella en ese momento que en cualquier otra ocasión reciente.

—¿Sabes? —dijo Felipe, tratando de romper el silencio—. A veces, cuando estamos tan envueltos en nuestras propias preocupaciones, olvidamos que hay personas que se preocupan por nosotros. Me alegra que hayamos salido a caminar y hablar un poco.

Luisana le sonrió débilmente. —Sí, a veces es bueno tener a alguien con quien hablar, aunque no siempre sepamos qué decir.

Felipe asintió, y por un momento, los dos compartieron una mirada que contenía una mezcla de comprensión y apoyo mutuo. El café llegó, y mientras charlaban sobre cosas triviales, Felipe sentía una conexión más profunda con Luisana, una conexión que, aunque no comprendía completamente, le ofrecía una sensación de calma y satisfacción.

La noche había tomado un giro inesperado, con Felipe y Luisana encontrándose en una conversación íntima en un café. Aunque el dolor y la confusión de Luisana seguían presentes, la presencia de Felipe le ofreció un momento de paz. Mientras la noche avanzaba, ambos sabían que la relación entre ellos estaba cambiando de una manera que no podían prever, pero que estaba llena de posibilidades y promesas.

Bauti y Camila, por su parte, también enfrentarían las consecuencias de sus acciones, pero por ahora, Felipe y Luisana compartían un momento de conexión que, aunque surgido en medio de la tormenta, ofrecía un rayo de esperanza y entendimiento. La historia seguía, y lo que vendría a continuación era incierto, pero lo que estaba claro era que las relaciones y las emociones estaban a punto de profundizarse aún más.

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