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Los sueños se sucedían uno tras otro: sueños sobre su padre, sueños sobre el hospital, sueños sobre el brote. Los mismos sueños que la habían visitado casi todas las noches durante el último año. Pero también había sueños nuevos: sueños de una chica, sueños de dolor.

Al principio, el dolor era sordo, un dolor molesto que flotaba en el fondo. Luego creció lentamente, extendiéndose desde el estómago hasta la cabeza como un incendio que devora todo a su paso.

Se movió y, de repente, sintió que alguien saltaba a su lado.

No era un sueño.

Abrió los ojos de golpe y sólo se encontró con la oscuridad.

—Hey, es...

Yongsun se apartó de un salto, interponiendo un brazo entre ella y quienquiera que estuviese a su lado mientras agarraba la linterna que llevaba en el bolsillo. Cada movimiento le producía un dolor cegador en el estómago y la cabeza.

Sacó la linterna y la encendió, dirigiéndola inmediatamente hacia su izquierda.

La chica de su sueño le devolvió la mirada.

Y entonces todo volvió a su mente: la pelea, la cabeza aplastada contra el asfalto, el cuchillo atravesándole el costado, la horda de zombis.

Movió la linterna por la habitación. Le resultaba familiar, pero no recordaba por qué.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó la chica con cuidado.

Yongsun se aclaró la garganta, y el esfuerzo le provocó desagradables ondas de choque en la cabeza. Se llevó la mano a la sien y se palpó suavemente donde más le dolía. La sangre seca y costrosa le cubría ese lado de la cara y se le enredaba en el pelo. Deslizó los dedos por la zona hasta encontrar el origen. Estaba sensible, pero ya no parecía sangrar, lo cual era una buena señal.

Luego bajó la luz hasta su estómago. Con cuidado, se subió la sudadera y la camiseta, haciendo una mueca de dolor cuando se le despegaron de la piel.

Una pequeña abertura de color rojo furioso goteaba sangre. Aunque, por suerte, la hemorragia parecía estar llegando a su fin.
Y teniendo en cuenta dónde estaba, podía apostar que no había tocado nada vital.

—¿Cómo te encuentras? —volvió a preguntar la chica.

—Bien. —murmuró Yongsun, con un dolor punzante en las sienes mientras hablaba. Cerró los ojos y respiró lenta y profundamente—. ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?

—Un rato. Supongo que cinco horas por lo menos.

Yongsun soltó un suspiro frustrado. Eso significaba que lo más probable era que pronto oscureciera. Si el búnker seguía allí, le costaría encontrarlo en la oscuridad.
Sería más seguro pasar la noche escondida y salir por la mañana temprano.
Pero eso también significaba correr el riesgo de encontrarse con HakJu y los demás.

—Toma —la chica le tendió una botella de agua—, Bebe esto.

Yongsun la miró por un momento y luego se fijó en el suelo que los rodeaba.

Tardó un segundo en darse cuenta de que su mochila no estaba allí. Entonces recordó que se la habían quitado. Recordó que la habían abierto, que habían rebuscado, que habían mirado todas sus cosas y que las habían dejado esparcidas por la calle.

Respiró hondo y apoyó la cabeza en la pared.

—Necesitas hidratarte. —le dijo la chica, que seguía tendiéndole la botella.

Yongsun ladeó la cabeza y volvió a mirarla.

—No es inteligente regalar tus provisiones.

La chica se burló, pero el borde de su boca se inclinó hacia arriba, divertida.

Hearing Red [MoonSun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora