- De acuerdo. Estas son las piedras de poder - dijo Devon cuando llegamos a la sala de entrenamiento.
Las paredes rebosaban de armas de todo tipo pero sin lugar a duda las dagas y espadas reinaban sobre las otras. Eran magestuosas, su empuñadura era transparente, de un cristal brillante y con diferentes tallados.
- ¿Me estás escuchando? - gruñó mi acompañante. Miré sus manos y en ellas se dejaban ver unas hermosas piedras ,sin forma particular, de diversos colores.
- No - aseguré sin un remordimiento alguno. - Estaba admirando las espadas.
- Tienes buen gusto en armas. Son las de cristal indestructible, las que matan a los espectros - acarició una de ellas con suma delicadeza incluso con respeto.
- ¿Qué me estabas diciendo? - sacudí mi cabeza volviendo al tema.
- ¿Ahora me escucharás?
- No te prometo nada - dije inocente encogiendo mis hombros. Pude observar una leve elevación de la comisura de sus labios que borró de inmediato.
- Estas son las piedras de poder, es decir, nuestras habilidades. Cada una de un color diferente ; el rojo es Fuerza, el verde es Astucia, el azul son Los Cinco Sentidos, el morado es Rapidez , el naranja es Agilidad y el blanco es el de Luz - me percaté de que se puso mitones* para cogerlas. - El de Luz, por lo que me han dicho deberías dominarlo lo suficiente para La Intrusión.
- ¿La Intrusión? - arrugué la nariz sin comprender.
- Viste nuestra marca, bueno, viste la de Skiler. Yo tardé seis años en tenerla completa, debo decir que nadie lo consiguió tan rápido - y ahí está el rubio creído. - Para cada habilidad se necesita mucho entrenamiento. Después de estos eres un completo Hijo de Ángel y un verdadero soldado.
- Sigues sin contestar a mi pregunta - pero en realidad había captado mi atención.
- Estas piedras, cuando llega el momento en el que estas listo se introducen en tu cuerpo - eso sonaba doloroso. - No duele, si eso es lo que te preocupa. Coge la blanca, siendo tú, deberías absorverlo.
- Por eso llevas guantes - afirmé y el muchacho asintió.
- Toma - cogió mi muñeca con cuidado y abrió mi mano para dejarla totalmente recta. Posó la piedra con lentitud en mi palma. La piedra comenzó a hundirse ,solté un pequeño chillido pero comprobé que era indoloro. Devon dio la vuelta a mi mano, poniendo la suya debajo para agarrar el peduscro que salió con gran velocidad.
- Eso ha sido increible - le miré sorprendida.
- No tanto como yo - alardeó y rodé los ojos - Coge las piedras un momento. Voy por la caja para cogerlas. Espera - me miró de arriba a abajo.¿Qué planeaba? Recordé que llevaba camisón, tragué saliva, quería encogerme y desaparecer.
- Creo que debería cambiarme.
- Tampoco es que hubiera algo agradable de ver - espetó dándose la vuelta. ¿Porqué me odiaba tanto?
- ¿Si no te gusta lo que ves porqué mirabas? - repliqué furiosa.
- Quería ver si tenías algún bolsillo para guardar la piedra de luz. No querrás que te entre bajo la piel. No te gustará, al contrario que hacerlo entrar, hacerlo salir si que es doloroso - explicó. Siempre tenía respuestas para todo el insoportable.
- Pues dame tu guante. - pasó de mi y colocó las piedras en una mesa cercana. Quise replicar pero preferí callarme.
Caminé hacia la mesa. Pasé por mis manos la piedras que no deberían ser más que piedras para mi. Dejé las piedras quietas para mirarlas. Eran semitransparentes de colores pastel. Antes de que pudiera admirarlos más empezaron a fundirse.
Chillé y dejé caer las piedras al suelo creando un gran estruendo.
- Son indestrutibles. ¡Pero deberías tener más cuidado! - se acercó a mi un furioso Devon.
- Se fundieron, todas, en mi - lo miré entre asustada y confusa.
- Eso es mentira - meneó la cabeza de forma efusiva. - Eres una mentirosa.
- ¡Dame una maldita razón por la cual mentir! - calmé mi repiración agitada - Solo, entraron en mi, se sentía bien, como si renovara fuerzas - dije pero el seguía negando con la cabeza como si lo dicho fuera impensable.
- Solo eres una humana. Una simple principiante, no es posible - pareció evitar mi mirada como si fuera corrosiva.
- Nada es imposible - levantó la cabeza y conectó sus verdes ojos con mis perlas miel. Algo raro tranformó mi cuerpo y de repente me encontraba mordiéndome el labio nerviosa sin motivo aparente.
- No sé quien eres ,ni que eres ,pero no pegas aquí. Nunca serás una de nosotros - eso cayó sobre mi como una gran y rebosante jarra de helada agua.
- ¡Yo tampoco sé lo que soy! - mis manos comenzaron a temblar ya sudorodas - Me siento como si fuera un monstruo, una pieza que no encaja en ningún puzzle. ¡No es justo que me trates así sin saber lo que se siente! - su manos agarraron mis muñecas y por el rabillo del ojo contemplé su espalda iluminarse.
- No hagas como si me conocieras - me amenazó apretando sus tensos dedos cortanto el riego de mis manos. Empezaba a hacerme daño. - No sabes por lo que he tenido que pasar, todo el peso que tengo en mi espalda - soltó mi agarré.
- ¿Por eso me tratas así? ¿Piensas que puedo arruinarte? - me masajeé las articulaciones doloridas en la parte rojiza de mi piel.
- Eres un problema. Mi problema - aquellas palabras me sorprendieron.
- Podría considerar esas palabras de boca de Skiler. Pero tú...¿Cómo soy tú problema? - hice enfasis en la tercera palabra.
Su mirada se clavó en mi parándome la respiración. ¿Porqué esos ojos tenían que crear esa sensación en mi? Sentía como si sus aquellas esmeraldas entraran dentro de mi. Por alguna extraña razón tenía la esperanza de que fuera verdad y resolviera mis dudas. Mis piernas fallaron y si no fuera por que sus brazos me agarraron ,mi cuerpo hubiera besado el suelo.
- ¿Eres flash o algo? - dije por la velocidad con la que llegó a mi.
- Si fueras lo suficiente inteligente habrías atado cabos - se separó de mi. - Unas de las piedras se llama Rapidez por algo.
Me había dejado por los suelos. Ni siquiera hubo tono de burla en mis palabras. ¿Qué había hecho ahora?
- ¿Porqué soy tu problema? - insistí y su mandíbula se volvió a tensar. Todo él parecía un vaso a punto de rebosar y temía ser la gota que lo colmara.
- Yo lo decidí así - rugió. - Tengo que llamar a Elliot a ver si se cree tu broma pesada.
- Te odio tanto - susurré cuando abrió la puerta para irse.
Se giró y me repasó de arriba a abajo con la mirada. Por impulso bajé la corta falda de mi camisón que llegaba solo hasta mitad de mi muslo. Sus labios formaron una prepotente sonrisa.
- Creo que es mejor que te cambies para hablar con Elliot - se despeinó el cabello rubio dándose la vuelta - Y por cierto - levantó el brazo y con ello el índice de espaldas, - El sentimiento es mutuo.
* Mitones : guantes sin dedos.
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Inside you
Spiritual- Llevo tanto tiempo esperando este momento. - sentenció el muchacho enredando varios dedos entre sus largos mechones albinos. - ¿Dónde está mi familia? - dije con voz tambaleante. Mis ojos pasaron a través de él sin lograr percibir nada. - Simples...