Me encontraba boca-abajo, en la cama de Elliot, esperando a que el frío tacto de las piedras hundiéndose en mi pálida piel. Mi corazón latía a mil, me preocupaba que aquello pudiese ser un percance en la intervención.
El lugar estaba en silencio. Lo único apreciable, almenos al oído humano, eran los pasos del hombre de un lado para otro y los instrumentos u objetos que tocaba. También nuestras respiraciones, totalmente opuestas, la suya era tranquila y cantarina mientras la mía se describía agitada y pesada.
- ¿Falta mucho para comenzar? - pregunté por nervisismo, sin contar el dolor de cuello que producía mi posición.
- Ya podemos empezar - aseguró la voz de Devon entrando en la habitación desmoronando el poco control que me quedaba. La puerta se cerró con suave "clic" al momento en que mi compostura desapareció.
- ¿Porqué estás tú aquí? - cambié mi posición a estar sentada en la cama con las piernas cruzadas como un indio.
- ¿Podrías colocarte otra vez en posición? - dijo tenso de espaldas a mi. Arrugué la nariz y recordé que estaba en sujetador. ¿Porqué me pasaba esto a mi? ¿Y porqué cuando el rubio estaba delante? ¡Era injusto!
Volví a ocupar mi anterior postura, incómoda. Cerré los ojos intentando pensar en cosas tranquilizadoras pero parecía que la simple presencia del joven revolucionaba cada célula de mi cuerpo. El odio era algo insoportable.
- Como veo que mi querido sobrino no va contestar a tu anterior pregunta lo haré yo - se oyó la ronca voz de Elliot. - La Alianza es la institución que nos gobierna. En cada Edificio, como en el que estamos, hay representantes de la institución. En este son los padres de aquí el muchacho, es decir, mi hermano y su esposa. Durante las reuniones su presencia es inexistente por lo tanto el mando es de Devon.
- Pero si es un adolescente - repliqué sorprendida por su importancia.
- Me gané mi grado y soy respetado. Sin contarte a ti, incluso tu amiguito Skiler se rinde ante mi. Tu eres un caso...especial - el reproche en su tono era mucho más que audible.
- Entiendo que seas el importante. No entiendo porque debes estar aquí - me apoyé en mi codo derecho para mirarlos a los dos.
- Debo estar presente en cada una de las Intrusiones - explicó.
- ¿Podríamos empezar? - me dejé caer de nuevo sobre el.duro colchón. Me preguntaba cómo podía dormir alguien en tan insoportable cama.
No escuché negación, por lo tanto retomé la misión de calmarme. Unos dedos se dejaron caer en mi espalda desnuda trazando pequeñas erupciones volcanicas en cada paso. Ese tacto no era creado por Elliot.
- ¿Qué haces? - suspiré cuando sus manos comenzaron a subir hasta el broche de mi sujetador.
- Estaba palpando el lugar de la intervención para observar si existe alguna anomalia - retiró la mano tardía, sentí como las yemas de sus dedos se aderían a mi piel.
- ¿Ese no es trabajo de Elliot? - me retorcí en el sitio.
- La Intrusión la realizaré yo - lo que me faltaba.
- No, yo...
- Eleonor. Deja de quejarte, lo haré rápido, confía en mi - no pude evitar echarme a reír. ¿Confiar en él? ¡La persona que me quiere muerta por razones que ni siquiera conozco! ¿Quién se creía?
Bufé dejando la cabeza de lado, sobre la almohada. Escuché las piedras chocar en la caja donde residían por el balanceo de portarlo de un lado a otro.
Su mano masajeó la piel que cubría la vertebra central de mi columna. Posicionó una piedra en ella que supuse que era la de luz, la central. Sentí como se hundía poco a poco. Una oleada de poder me llegó a la punta de cada uno de los dedos. Arqueé la espalda cuando sentí como raices salir de la semilla que era la piedra. De ellas, a su vez, salían decenas más pequeñas a todos lados. Era placentero en realidad, como sutiles cosquillas por mi espalda.
Dejó caer otra piedra debajo de hombro derecho. Mis músculos se tensaron cuando la piedra penetró en mi. Sacudí mi cuerpo y gemí de dolor. Los tejidos musculares explotaron. Chillé cayendo rendida. Mordí mi labio para que las dichocas lágrimas se quedaran en mis ojos. Esa había sido la piedra de agilidad.
La siguiente habilidad la colocó en linía recta debajo mi otro hombro. De nuevo mi cuerpo se tensó y pude contener las ganas de gritar. Lo sorprendente es que comprendí que aquella era la Fuerza no por mi cuerpo sino por mi mente. Me convencí en apenas segundos que mi vida no estaba perdida, al contrario, que una puerta se acababa de abrir.
Sus dedos bordearon mi cadera. Subió unos palmos arriba de la costura de mi pantalón y colocó allí a la siguiente. Sentí todo mi ser deformarse, empecé a sufrir espasmos durante diez segundos por Rapidez. Tenía la absurda necesidad de correr, moverme, saltar de esa maldita cama. Me encontraba como un perro cogido de una correa ansiando salir a perseguir un gato o una ardilla.
Adiviné la próxima cuando mi cabeza comenzó a darle vueltas a miles de ideas, soluciones, a todos mis problemas. Un intenso dolor me nubló los pensamientos y solté un sollozo agotada.
- Una más - la respiración de Devon me acarició. - Aguanta.
La última y definitiva piedra me atravesó a un lado de mi cintura. La fina seda del recubrimiento del colchón se clavó en mi como cuchillas. Abrí los ojos movida por el dolor. Una pésima idea ya que, el sol, traspasó mis pupilas cegándome. Mis pupilas gustativas ardían sintiendo el amargo de mi boca. Todos los olores de la sala se abrieron paso hacía mi. La mentolada y dulce fragancia del muchacho rubio, la varonil colonia de su tío, el hedor todo tipos de medicamentos mezcado con mi agrio olor a chocolate. De repente millones de voces rebosaron en mi cerebro. Centenares de comversaciones, de pasos, de corazones latiendo a diferentes intensidades. Grité aturdida, no lo aguantaba, no podía resistir el intenso pinchazón de todos mis sentidos.
Devon me levantó y colocó delante de él mientras no paraba de chillar con los ojos entreabiertos. Agarró mis hombros y levantó mi barbilla para que lo mirase.
- Tranquila, Eleonor, cálmate - susurró mientras sus manos dejaban mi piel.
- No se callan. No puedo...me...me duele todo. Es demasiado - comencé a tartamudear.
- Céntrate en mi. En mi olor, en mi tacto - volvió a acariciarme -, en mi voz, en mis ojos. Tranquilízate.
- Dudo poder calmarme cuando tu corazón palpita más fuerte y rápido que el mío - logré sacarle media sonrisa de sus carnosos labios.
Mi respiración fue bajando de nivel. Me"destensé" y mis sentidos regresaron a una posición de alerta parecida a la de siempre. Abrí mi boca para dejar un profundo suspiro inundar la habitación.
El rubio miró sus manos y las apartó como si tocara venendo. Con un ágil movimiento me dejó sola en la cama y se dirigió a Elliot que sonreía aliviado.
Se quedaron mirando, de pronto el hombre asintió como afirmando la conclusión de una conversación. ¿Tenían telepatía o algo parecido?
Devon volvió la mirada hacía mi. Sus pupilas me recorrían, sentía como si de manos se tratasen.
- Estas demasiado débil para el entrenamiento ahora mismo. Elliot te cuidará y te dará todo aquello que necesites. Una muda de ropa, comida, agua...- carraspeó - tú me entiendes. Pero si quieres algo llámame o díselo a mi tío para que me contacte. Luego vengo a buscarte - abandonó la habitación.
El hombre me miró con una amplia sonrisa y negó con la cabeza, fruncí el ceño confusa.
- Mi sobrino puede decir lo que quiera pero tú ,Eleonor - me señaló -, cambias a ese muchacho.
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Inside you
Spiritual- Llevo tanto tiempo esperando este momento. - sentenció el muchacho enredando varios dedos entre sus largos mechones albinos. - ¿Dónde está mi familia? - dije con voz tambaleante. Mis ojos pasaron a través de él sin lograr percibir nada. - Simples...