Capítulo 8

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Caminé por el pasillo buscando la cocina con intención de agarrar una manzana. Mi barriga rugía y tuve que pelear con Elliot para que me dejara ponerme en pie. Escuché unas voces, caminé con cuidado de no hacer ruido. Me escondí detrás de un pilar para cotillear. Se que es mala idea, que mi reputación ya era mala pero el instinto humano me pudo.

- ¿La dejas sola? - dijo Skiler. ¿De quién hablaba?

- Está con Elliot - gruñó Devon. ¡Estaban hablando de mi! En cierto modo eso hacía que oir su conversación no fuera precisamente malo.

- Utilizas eso como escusa para irte a divertirte con humanas - sus palabras me parecieron mortiferas. Como flechas buscando su diana.

¿Porqué me molesta la frase "divertirte con humanas"?

Yo no era humana y tampoco me debería importar lo que Devon hacía o dejaba de hacer.

- Tú también lo haces Ski - dijo con tono burlón. - No me vengas ahora con sentimentalismo.

La rabia me invadía. Había vivido como una humana, parte de mi siempre lo será. No podía soportar que jugaran con ellos como si furan insignificantes. Mordí mi labio para no comenzar a gritarles y dejarme ver.

- Solo son una diversión - apreté con fuerza el dobladillo de mi camisa para mantener la compostura. - Tan necesitadas, son tan débiles.

- ¡Eso no te permite dejar este lugar solo, dejar sola a Eleonor! - gritó furioso - Puedes hacer lo que te dé la gana con los humanos pero almenos ocúpate de los nuestros.

No pude más y salí de mi escondite para ponerme enfrente de ellos. Ambos me miraron sorprendidos.

- Te dije que si querías algo se lo pidieras a Elliot. No estas en posición de levantarte - se pasó la mano por el pelo claro.

- ¿Pero tú puedes ir por ahí tratando a las personas como muñecos? - espeté sacando toda la rabia contenida.

- No son personas, son humanos - roja de rabia me fui a tirar contra él pero los brazos de Ski me rodearon la cintura.

- ¡Déjame matarlo! - me gané una risa arrogante del rubio.

- No me podrías matar ni aunque estuviera amordazado, atado de pjes y manos - tenía ganas de arracarle cada uno de los pelos de la cabeza.

- Deja de comportarte así - dijo el peli-blanco.

- ¡No me toques! ¡Eres igual que él! ¡Asqueroso! - eso le enfureció y me dio la vuelta para que quedar frente a él.

- Tienes que entender - acarició mi mejilla. No podía hacer eso, manipularme con su bonita sonrisa, no iba a dar mi brazo a torcer.

- ¿Entender qué? ¿Qué os creeis los mejores del universo? ¿Qué decis cuidar a los humanos y jugais con ellos? Sois despreciables - vi dolor en sus ojos. Skiler, odio lo buen actor que puedes ser.

- No quiero veros a ninguno de vosotros - los apunté con el dedo -, aunque dudo que eso les importe.

- Linternita, espera - me di la vuelta para mirarlo. - Tienes razón, no me importa - tome toda mi fuerza en no tirarme encima suya y caminé hacía mi habitación, estaba harta de estar en vigilancia de Elliot.

Por favor Dios, dame paciencia que si me das fuerza acabaré con el rubio.

Una sombra apareció frente a mi y desapareció con la misma velocidad. ¿Qué había sido eso? La Intrusión me estaba volviendo loca.

Unos pasos se oyeron a mi espalda y giré sobre mis pies. Una sola palabra. Nada. El pasillo estaba desierto.

Retomé mi camino pero solo di un paso para tropezarme con alguien. Mi respiración se paró y podría jurar que mi corazón había parado de latir por unos segundos.

Sus ojos cobrizos verdosos tan parecidos a los míos, me sonreían siniestros. Su piel pálida residía de un color enfermo. Cabellos negros bajaban sobre su frente casi tapando sus ojos. Una amplia sonrisa blanca se extendía por todo su rostro.

- Te he echado de menos, preciosa - di un paso para atrás pero él me acercó a su cuerpo. El tacto frío de sus dedos acarició mi cuello. Cerré los ojos aterrada.

- ¿Qué haces aquí Nash? Te habías ido - mis palabras se tambalearon en mi boca y salieron casi incoherentes.

- Nunca debí irme, preciosa, pero me tenías miedo y supe que estabas segura con mis Opuestos, te cuidé desde la distancia - puso sus manos en mis caderas, mi respiración comenzó a agitarse. Nunca le tuve tanto miedo a alguien. - Has crecido tanto - se maravilló. - Te pareces a tu madre.

- ¿Qué sabes de mi madre? - supliqué una respuesta, sus manos subieron a mis mejillas.

- Era tan hermosa y inteligente. Tan amable y bondadosa, intentando ayudar a todo el mundo. Recuerdo cuando naciste, ese brillo en sus ojos. Te quería muchísimo, pero no supo protegerte - vi reproche en su mirada.- Odiaba a los de mi especie. ¿Quién iba a decir que yo te acabaría cuidando?

- ¿Tu especie? - tartamudeé y su dedo pasó por mis labios. Me sentía indefensa a su lado.

- Soy un espectro, preciosa - mis ojos se abrieron de par en par. ¿Cómo fui tan tonta? ¿Cómo no até cabos antes? Pero había algo que no cuadraba, los espectros no tenían forma sólida, sino espiritual y yo lo estaba tocando.

- ¿Cómo es posible? - susurré arrugando la nariz nariz. Sonrió con dulzura y pasó su dedo índice por ella.

- Digamos que mi nacimiento no fue exactamente normal - se limitó a decir.

- ¿Porqué has vuelto ahora? - me atreví a preguntar y su ceño se frunció.

- No te iba a dejar sola con ellos. No te merecen Eleonor. Eres mejor que ellos en todos los sentidos. Dentro de ti hay un poder increible, nada comparado con sus pedruscos - me acarició el cabello. ¿Porqué me sentía segura a su lado?

- ¿Qué soy? - su mano bajo por mi hombro, pasando por mi brazo y antebrazo hasta llegar a la mía entrelazando nuestros dedos.

- No estas preparada - sin pensar en las consecuencias blanqueé los ojos.

- Tienes unos hábitos muy feos - sonrió. Sus palabras fueron idénticas a las de Devon y al pensar en él me separé de Nash.

- Tienes que irte Nash, si te encuentran aquí te mataran - me preocupé por él. ¿Me estaré volviendo loca?

- ¿Quién lo hará? ¿Tu novio el rubio? - pareció escupir ácido.

- Por mi como si el rubio muere - dije y el chico sonrió. ¿Porqué me sentía satisfecha? ¿Qué me estaba pasando?

- Nunca olvides esto - se acercó a mi oreja -, te quiero Eleonor, siempre te querré.

Dicho esto se fue dejando un rastro de sus labios en mi pómulo. Aunque no quería admitirlo, yo también lo queria.

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