7. Ecos de Atracción

48 7 0
                                    

Ser el padrino de bodas es una tarea mucho más importante de lo que Heeseung cree, según Jake. Después de 72 horas compartiendo el mismo departamento, Jake había llegado a una conclusión innegable: el coreano es, sin duda alguna, un idiota.

Eso no quitaba que Heeseung fuera guapo. Mucho. Su voz, suave y seductora, tenía la capacidad de hacer que Jake olvidara momentáneamente por qué lo encontraba tan irritante. Cada vez que Heeseung se estiraba o inclinaba, la camiseta se levantaba lo justo para dejar entrever un pedazo de piel blanca y lechosa, perfectamente definida. Era el tipo de visión que hacía que Jake quisiera meterse en el closet y no salir jamás.

—¿Por qué tenía que ser tan condenadamente atractivo? —Dijo Jake mientras observaba de reojo a Heeseung. No es justo. Especialmente cuando pasaban tanto tiempo bajo el mismo techo, compartiendo silencios incómodos y bromas mal recibidas. Pero había algo más bajo la superficie, algo que Jake no podía ignorar.

Quizás el hecho de que Heeseung fuera el ex novio de Jungwon, uno de sus mejores amigos o el hecho de que Heeseung vivía a un continente de distancia, tenía un acento vergonzoso, y peor aún, era el tipo de persona que usaba zapatillas de baloncesto para salir a la calle.

Jake podría enumerar mentalmente todas las cosas que lo vuelven loco sobre él. Heeseung es perezoso, nunca recoge su taza por las mañanas, ni trae comida para compartir, y, honestamente, es aburrido. No dice malas palabras, ni sonríe mucho. Cada intento de Jake por bromear o establecer una conversación acababa en algún comentario sarcástico, como si Heeseung no pudiera resistirse a hacerle sentir como un completo idiota. Ni hablar de las veces que Jake lo sorprendía mirándolo con esos ojos oscuros, como si cada respiración que tomara junto a él fuera motivo para un apuñalamiento inminente.

Y luego estaba la maldita almohada. Cada noche, sin falta, cuando Jake se levantaba para ir al baño, Heeseung se apoderaba de su almohada, como si fuera una especie de pequeña venganza silenciosa. Para colmo, siempre acababa acaparando el sofá, dejándolo sin espacio ni siquiera para estirar las piernas.

Pero lo peor, lo que realmente lo volvía loco, era que a pesar de todo eso, Jake no podía dejar de mirarlo. No podía dejar de notar lo bien que se veía Heeseung incluso cuando hacía cosas tan mundanas como beber café o revisar su teléfono. Había algo en su inexpresividad, en su actitud fría y en esa indiferencia tan perfectamente ejecutada, que lo atraía de una manera que no quería admitir.

—¿Qué estás mirando? —preguntó Heeseung, con una ceja levantada y su tono tan seco como siempre.

Jake parpadeó, sorprendido de haber sido descubierto mirándolo fijamente. Se encogió de hombros, tratando de recuperar la compostura.

—Nada, solo me preguntaba cómo alguien puede ser tan irritante y guapo al mismo tiempo. Es todo un talento, ¿sabes? —respondió con su típica sonrisa burlona, esperando una respuesta mordaz.

Heeseung no mordió el anzuelo. Solo rodó los ojos y volvió a lo suyo, como si las palabras de Jake fueran una simple molestia más en su día.

Jake lo observaba, incapaz de descifrar si la indiferencia de Heeseung era real o si, en el fondo, disfrutaba de sus bromas. Había momentos en los que parecía que Heeseung casi sonreía, un gesto diminuto que desaparecía tan rápido como había aparecido. Esos momentos hacían que el corazón de Jake latiera un poco más rápido de lo normal.

Mientras caminaban juntos hacia la puerta del baño, Jake decidió que, si había una pequeña posibilidad de romper esa fachada, iba a encontrarla. No por venganza, ni por capricho, sino por pura curiosidad.

—¿Necesitas usar el baño justo cuando yo me levanto a usarlo también? —preguntó Jake con una sonrisa juguetona, viendo cómo el ceño de Heeseung se fruncía más profundamente, claramente irritado por la situación.

Spring SnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora