Jungkook se plantó frente al espejo, inspeccionando con ojos abiertos de par en par su maldita piel marcada, su mente girando a mil por hora. ¿Cómo rayos había pasado desapercibido en el momento? ¿Cuándo había ocurrido exactamente? Esa última pregunta resonaba en su cabeza como un eco constante.
La sorpresa se manifestó en un sonido ahogado, sofocado por la frustración que lo invadía. Las manos se posaron sobre su boca, como si pudieran tapar la evidencia del chupetón que adornaba su cuello con descara prominencia y tuviera la esperanza de que desapareciera con solo mirarlo lo suficiente. El perfecto círculo de color morado no estaba en el centro, pero estratégicamente ubicado bajo su mandíbula, tan innegablemente desafiante y visible en su nívea piel.
La mente de Jungkook estaba en plena carrera intentando desesperadamente disimularlo. Así que, agarró el cuello del saco del señor Kim y lo ajustó en un intento inútil por ocultarlo, deseando que pudiera pasar desapercibido entre las sombras proyectadas por las solapas.
Se unió a los pasos de su amigo, caminando a su lado con un ritmo apresurado, hacia la acera de enfrente donde se podía ver al señor Kim apoyado despreocupadamente contra su coche, con una expresión que claramente indicaba su descontento: Los brazos cruzados sobre su pecho y el semblante tenebrosamente serio.
Vestía una camiseta blanca impecable que resaltaba su rostro bajo la escasa luz natural del día y la considerable luminosidad de los faroles, pantalones joggers grises y zapatillas oscuras. Jungkook casi maldecía su propia suerte, la imponente imagen del señor Kim era la personificación de la elegancia y el atractivo. Emanaba un aura tan fascinantemente sensual que lo dejaba sin saber si admirarlo o temerle por completo.
Demonios, para ser honestos, era demasiado sexy para el propio bien de las personas.
La mirada de Taehyung se posó en ellos, y Jungkook sintió cómo la temperatura subía en su piel, incluso con el viento fresco de la mañana. La preocupación se deslizó por su espina dorsal mientras se esforzaba por parecer tranquilo y mantener la compostura, tratando desesperadamente de esconder cualquier rastro del vergonzoso chupetón en su cuello, pero todos sus esfuerzos parecían inútiles bajo la mirada inquisitiva del mayor.
-Hola, papá – Mingyu fue el primero en saludar.
-Hola, nene – Su padre respondió con una voz profunda y ronca, como si cada palabra fuera un susurro grave que escapaba de su garganta.
Oh, por supuesto... y aquí viene otro descubrimiento: El 'Hola, nene' ¿De dónde más podría haberlo sacado Mingyu? Ahora, en retrospectiva, todo encajaba, era un saludo tan suyo, pero que ahora se daba cuenta de que venía naturalmente de su padre.
Sintió una corriente de excitación recorriéndole todo el cuerpo ante la resonancia de su tonalidad profunda y segura; agregando de su manera casual de decirlo. Era una combinación extraña, uno de esos matices que le habría dado vergüenza admitir sentir. Y, aunque el término no tuviera ninguna connotación sexual, todo en Taehyung parecía expeler testosterona, destilar una especie de magnetismo innato sin siquiera intentarlo.
Sin embargo, al mismo tiempo, una incomodidad nacida de la ansiedad se apoderó de sus piernas. Temblaban por el temor de que el señor Kim pudiera notar la pequeña marca que ahora portaba, una inseguridad que se mezclaba con la vergüenza. Así que, era una intranquilidad doble: Por un lado, el miedo a que el mayor la notara y, por el otro, la vergüenza de recordar que la noche anterior, el hombre había confiado en su responsabilidad para dejarlo a cargo de llamarlo y que así fuera por ellos (cosa que no sucedió.)
Joder, Jungkook, a veces te luces de verdad.
-Señor Kim – Jungkook saludó con una tímida y pequeña sonrisa que apenas se dibujó en sus labios, pero su expresión se tensó al escuchar la respuesta del mayor.
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El padre de mi mejor amigo. // -VKOOK-
Fanfic"Un hombre. Un amigo. Una elección. Una traición." Hay personas que aseguran: "Las cosas prohibidas son tentadoras por lo que puede valer la pena el riesgo." Las tentaciones conllevan a pecados, pero qué delicia es deleitarse en el exquisito sabor d...