Café, Croissant y Memorias.

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Era una noche tranquila, el silencio solo interrumpido por el suave susurro del viento fuera de su apartamento. Katsuki se removió en la cama, sintiendo la ausencia del calor familiar a su lado. Sus ojos se entreabrieron, y pronto notó la luz tenue que se filtraba desde la sala. Con un suspiro, se levantó y caminó descalzo hasta el origen de esa luz.

Ahí, sentado en el pequeño escritorio que compartían, estaba su adorado novio. Sus ojos estaban fijos en un montón de papeles, los hombros ligeramente encorvados, y su cabello despeinado indicaba que llevaba horas despierto. Katsuki no necesitó preguntar para saber qué estaba haciendo. Era el mismo manuscrito, ese que Izuku había estado revisando obsesivamente desde que fue rechazado en varios concursos. La luz de la laptop iluminaba la habitación a oscuras, y gracias a eso pudo notar el cansancio y la preocupación en su expresión.

—¿Otra vez con eso, nerd?—dijo Katsuki, su voz ronca por el sueño.

Izuku levantó la vista, sorprendido. Sus ojos verdes estaban cansados, pero no había ni rastro de sueño en ellos. —Kacchan, no quería despertarte...

—No me despertaste. Te extrañé en la cama— replicó Katsuki, acercándose a él y apoyando una mano firme en el escritorio. —¿Por qué sigues machacándote con esto? Ya te dije que no es el fin del mundo.

Izuku bajó la mirada, una sombra de tristeza nublando su expresión. —Es solo que... quiero ser mejor. Pensé que tenía algo especial, algo que realmente podría hacer la diferencia, pero... ni siquiera pude ganar un concurso. Ni una mención honrosa. Me siento... insuficiente.

Katsuki apretó los dientes, odiando ver a Izuku así. Se arrodilló a su lado, tomando suavemente los papeles de sus manos y poniéndolos a un lado. —Escucha, idiota. No necesitas esos malditos concursos para saber que vales algo. Si no lo vieron, es porque son unos malditos ciegos.

Izuku soltó un suspiro largo, como si estuviera liberando un peso que había llevado durante demasiado tiempo. —Kacchan... tú siempre me apoyas, siempre estás ahí. A veces siento que eres todo lo que necesito para seguir adelante.— Katsuki se quedó en silencio. Había algo en esas palabras que lo hizo sentir incómodo, una alarma interna que no lograba identificar del todo. Deslizó sus dedos por su tobillo, tirando suavemente para acercarlo a él, acariciando la piel suavemente contra el frío de la noche. Besó su rodilla y lo miró con una sonrisa tan tranquila como Bakugo Katsuki podía mostrar.

La responsabilidad de ser el ancla emocional de alguien como Izuku era abrumadora, y aunque sabía que Izuku no lo decía con esa intención, no podía evitar sentir la presión. Sin embargo, también entendía que esa era la forma de Izuku de decirle cuánto lo amaba, cuánto lo necesitaba en su vida, y él en la suya. Era hermoso, era su alegría por las mañanas y su apoyo incondicional cada día. Maldición, amaba demasiado a ese nerd.

—Está bien, idiota. Estoy aquí. Pero no quiero que te rindas, ¿me oyes?— Katsuki dijo, su voz más suave de lo que acostumbraba. —Tienes que seguir peleando. Tienes algo bueno ahí, lo sé, y algún día llegará alguien que sepa reconocerlo y cuando eso suceda, estaré a tu lado'

Izuku asintió, una sonrisa pequeña y genuina apareciendo en sus labios. L—o haré. Lo haré porque tú estás conmigo.

Katsuki lo atrajo hacia él, envolviéndolo en un abrazo firme, sintiendo cómo la tensión en el cuerpo de Izuku comenzaba a desvanecerse. Sabía que no tenía todas las respuestas, pero esa noche, en la quietud del apartamento, hizo una promesa silenciosa. Iba a estar ahí para Izuku, no solo como su apoyo, sino como su igual, para asegurarse de que ambos siguieran luchando, juntos.

Fue como una bruma, dentro de un sueño, un calor y un beso, unos brazos a su alrededor y el calor de un cuerpo. Se sintió cómodo, pero también desconcertante, como si se estuviera alejando cada vez más. Katsuki despertó con un sobresalto, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Las luces de la habitación estaban apagadas, apenas la luz de la ventana que indicaba que no había oscurecido iluminaba a través de las cortinas. Parpadeó, desorientado, mientras su mente luchaba por conectar los fragmentos de ese sueño que se desvanecían rápidamente.

Limerencia || BakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora