Capítulo IX: Pesimista.

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La expresión facial de Lucía cambió de molesta a nostálgica al verme un tanto sensible por el tema.

Aurora: Estoy segura que solo se acercó a mí porque sintió pena al escucharme llorar y porque...Y porq--... —me cortó—.

Lucía: Y porque tal vez si se preocupó sinceramente por ti —dice suavemente—.

Aurora: No quiero ilusionarme Lucía, por favor        —suspiré con pesadez—. Además, es futbolista, lo más seguro es que sea igual a todos los demás —asentí con la cabeza—.

Lucía: En tu vida has tratado con un futbolista Aurora, tus argumentos no tienen sentido —rodó los ojos—. Tal vez y si le das la oportunidad de pasar un rato más juntos, él termin--... —la corté—.

Aurora: No volveré a mirarle jamás.

Lucía: ¿Podrías dejar de comportarte tan testaruda por un momento de tu vida? ¡Por Dios! —dice con frustración—.

Aurora: ¡No me hables de él como si lo conocieras y supieras cuáles son sus intenciones conmigo! Además, independientemente de sus intenciones, ¡él y yo jamás podríamos estar juntos ¡Jamás! —mi voz se alteró un poco, por lo que tuve que suspirar para calmarme—. Lo siento, no quise hablarte así —me disculpé al darme cuenta de la manera en la que le había hablado a mi amiga—.

Lucía: No, está perfecto que me hayas hablado así, es la primera vez que sacas a relucir lo que sientes en el momento y no te lo reprimes. Si queréis gritarme, hazlo, me sentiré feliz de que lo hagas —dice, con su mirada clavada en la mía—.

Como cada palabra suya, éstas calaron en mí e inmediatamente mis ojos comenzaron a arder.

Aurora: Lucía —susurré en un hilo de voz, sintiendo un nudo en la garganta—.

La pelinegra no esperó más, y se acercó a mí para darme un abrazo.

Amaba los abrazos, pero sencillamente no tenía a nadie a quien abrazar.

Lucía: Si todo lo que me dijiste de ese chico es verdad, puedo decir que sus intenciones no son de amistad Aury —murmuró en medio del abrazo—. Y si realmente él te hace sentir todo eso que me contaste, cariño, te estás enamorando.

Aurora: No puedo enamorarme de él Lucía, sería condenarme a vivir en el dolor al tener un amor imposible —susurré en un hilo de voz, mientras me esforzaba para no llorar—.

Lucía: No seas pesimista Aury.

Aurora: Soy realista Lucía.

[...]

Luego de despedirme de Lucía, entré en el hotel y me dirigí al comedor, donde mis familiares me esperaban para cenar juntos como era costumbre.

La tarde con Lucía pasó bastante rápido, demasiado para mí gusto, pero gracias a su compañía y a su disposición de escucharme, me pude sentir un poco mejor y sacar un poco el caos que tenía atorado en la cabeza.

A pesar de que la tarde se resumió en hablar de mí, el tema de Héctor aún seguía punzante en mi mente.

Él no salía de mi cabeza.

Aunque me sentía culpable por lo que hice, en el fondo estaría dispuesta a volverlo a hacer, con tal de sentirme de la misma manera en la que me sentí al estar con él. Con él todo era extraño, aunque nos habíamos visto tan pocas veces, puedo jurar que ambos sentíamos que nos conocíamos de toda la vida, y la comodidad que se creaba en el ambiente era maravillosamente extraña.

Cada palabra, cada sonrisa, cada suspiro, todo era tan genuino de mi parte, que fingir ni siquiera estaba en mis pensamientos. Con él no tenía que fingir, todo me salía con naturalidad.

Leyes de Murphy [Héctor Fort] (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora