Capítulo XIII: Azul y naranja.

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Héctor:

Sus ojos brillaban como nunca antes lo habían hecho estando conmigo. La cantidad de emociones que reflejaba su rostro eran incontables, pero al mismo tiempo podía entender cada una de ellas.

Ella soltó un leve suspiro, y bajó su mano de mi cuello dejándola deslizar suavemente hasta dejarla reposar sobre una de mis piernas, al mismo tiempo que desviaba la mirada a otro lugar que no fueran mis ojos. Estaba confundida y tal vez un poco aterrada por la situación, pero de lo que estaba seguro es que ella había deseado ese beso tanto como yo.

Suspiré. Delicadamente la tomé del mentón e hice que me mirara, para luego hablar.

Era ahora. Era momento de confesarle todo lo que ella ocasionaba en mí.

Héctor: Tal vez después de esto no me quieras volver a ver, y si es así lo respeto pero, me gustas Aurora, y no sabes cuánto —con cada palabra que decía, mis nervios aumentaban—.

Quise acariciar una de sus mejillas, pero antes de poner mi mano sobre ella, me lo impidió.

La había cagado.

Aurora: Hubiese preferido que no me lo hubieras dicho nunca —murmuró, dirigiendo su mirada a mis ojos, con los suyos totalmente cristalizados—.

Por inercia fruncí el entrecejo. No había entendido a qué se refería con eso.

Aurora: ¿Ahora cómo podré vivir en paz, sabiendo que por mucho que ambos nos gustemos, lo nuestro será imposible? —una lágrima resbaló por su mejilla, y su voz se entrecortó—.

¿Ambos nos gustemos? ¿Le gusto?

Héctor: Aurora —murmuré, e intenté otra vez poner mi mano en su mejilla, pero ella volvió a impedirmelo al ponerse de pie—.

Aurora: Todo se a complicado para mí —dice con un poco de desesperación, poniendo los brazos en jarra—. Quise convencerme a mi misma que tú jamás te fijarías en mí, y que estaba confundiendo tu amabilidad con otra cosa, pero ahor--...

Héctor: ¿Crees que todo esto es por simple amabilidad? —escuchar sus palabras me hicieron levantarme de la manta y acercarme a ella a una distancia muy poco prudente—.

Ella no respondió, solo dió un paso a atrás para alejarse de mí.

Héctor: Si pensaste que todo fue por amabilidad, entonces tú me conviertes en la persona más amable del mundo —esta vez si pude poner mi mano sobre su mejilla—.

Ella agachó la cabeza y dejó salir un sollozo de sus labios que me hizo saber lo vulnerable que la había puesto la situación.

Aurora: Mañana regresaré a Madrid y todo esto acabará —trató de sonar firme, pero más allá de hacerlo, su tono de voz dejó al descubierto la tristeza que le causaba ese acontecimiento—. Todo acabará Héctor —susurró, poniendo una de sus manos en mi cuello—. Tú volverás a vivir tu vida de ensueño al jugar al fútbol libremente y yo... Y yo regresaré a mi vida —se sonó la nariz, y quitó su mano de mi cuello—.

Sentí cómo algo dentro de mi se rompió al escuchar que esta sería la última vez que nos veríamos en Ibiza. Jamás había sentido algo como eso. Tal vez a este sentimiento se referían las personas cuando hablaban de un quebrantamiento en el corazón.

¿Se va mañana? ¿Por qué no me lo había dicho antes?

Héctor: ¿Por qué me lo dices ahora? —inconscientemente, mi voz se quebró un poco—.

Aurora: Estuve buscando el momento adecuado para decírtelo, pero simplemente no lo conseguí. También pensé que no te importaba —murmuró la última parte, algo que sinceramente me cabreó—.

Leyes de Murphy [Héctor Fort] (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora