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✎ Un Mob de veinte años que ha estado estudiando en otra ciudad, dejó de verse con varias personas hace tiempo, incluyendo a Reigen.
Aún mantenía contacto con él a través de mensajes y llamadas, pero no era lo mismo obviamente.
Por supuesto que la separación no fue fácil, para ninguno de los dos. Sin embargo, Reigen fue el primero en dar la vuelta al despedirse del pelinegro de dieciocho, el cual estuvo aguardando ciertos sentimientos por el rubio aunque nunca hizo ningún avance, así que embotelló los mismos dentro de sí para que el momento no fuera más amargo.
En invierno, fue a visitar a su familia aprovechando el pequeño receso de la universidad. Antes de ir a su antigua casa, decidió dar una vuelta por el parque para pensar un poco, aún no le había avisado a nadie que había llegado.
Estaba nevando apenas, las aceras estaban más blancas que grises. Al terminar su recorrido, notó cómo las últimas hojas de los árboles caían, no había nadie en el sitio al parecer.
Fue caminando, buscando algún banco para sentarse. Se fijó en algunas ardillas corriendo para refugiarse del clima, una que otra paloma volaba por ahí.
Sin embargo, antes de llegar al final se fijó en una silueta a lo lejos.
Llevaba un abrigo marrón largo, bufanda roja...
Pantalón de traje gris, estaba observando a un gorrión en una rama.
Rubio, cejas frondosas, mirada inquisitiva, rostro algo colorado, posiblemente por haber estado demasiado tiempo en el frío.
Era...
Aceleró su paso, se acercó para cerciorarse y cuando estaba a punto de llamarlo el mayor lo identificó.
──No es posible... ¿¡Mob!? ──El mencionado detuvo su andar, quedando frente a frente.
Ambos se miraron con notable sorpresa y asombro.
El primero en hablar y sonreír fue el autoproclamado psíquico.
──¡Con que si eres tú! ¿Cómo, cómo has estado, muchacho? Espera, antes de que digas nada, mírate, ¡estás más alto que yo! Y tremenda ropa que tienes, ¿te conseguiste un asesor de imagen? ¡Cuéntame todo lo que ha pasado! ──El rubio hablaba como si siguieran trabajando juntos, poseía una efusiva energía que podría descongelar hasta el más helado de los corazones.
El de cabello oscuro no podía ni hablar.
Lo tenía justo ahí.
Y no había cambiado casi nada. Si acaso, su traje era más grisáceo y portaba una corbata negra.
Pero seguía siendo el mismo Reigen, el mismo que...
──Hey, Mob... O más bien, Shigeo, ¿estás escuchando? Vaya forma de ignorar a tu antiguo maestro después de todo.
Se movió sin pensar, soltó su mochila y estrechó entre sus brazos a aquel hombre.
Se deleitó con su aroma, con su calor, con su presencia, con su ser.
Seguía siendo el mismo por el que profesaba un profundo amor. Sintió como todo su cuerpo estaba echando chispas, es como si la cadena imaginaria en su cerebro que encapsulaba aquella emoción se rompía y la dejaba salir por completo.
Empezó a sonrojarse, quiso llorar.
──Ay Mob, también me alegra verte. ──Correspondió el treintañero, contento de que su esper favorito se permitiera ser más libre en cuanto a muestras de afecto.
La manera en que le hablaba era tan armoniosa.
Debía decirle algo.
Se separó pero no tanto, observó a su ex jefe.
Este le dirigía una mirada de cariño absoluta, tan serena y comprensiva.
Ya no podía pensar con claridad, no cuando ya había aguantado tanto sin tener a Reigen en su vida. Dejó que las palabras que había evitado decir desde que era adolescente se escaparan de su juicio.
──Maes... Arataka. ──Corrigió, llamando al mayor por su nombre por primera vez, alejando aquel vínculo formal de una vez por todas.
──¿Sí...?
Ya no hubo vuelta atrás.
──Te quiero. Te quiero, te quiero tanto... ──Cuando el rubio iba a responder, prefirió continuar.
Con lo que en verdad sentía, aún si estaba por desmoronarse.
──Te amo, desde hace años.
Su corazón estaba vuelto loco.
Su yo de catorce estaría feliz de haberse confesado por fin.
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