Capitulo 5: Antojos

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- ¡Es la última vez que te digo que no lo vamos a comprar! - Grito Sanemi ya harto de la situación.

- Bien. Entonces no me moveré de aquí hasta que lo hagan. - Dijo el omega cruzándose de brazos listo para ponerse en huelga.

- Muichiro, por favor entiende. Si te compramos otro Taiyaki podría hacerte daño y termines vomitando. - Kanroji trato de convencerlo.

Para su mala suerte el omega solo rodó los ojos dando a entender que no estaba dispuesto a retroceder con su capricho. Sin duda habían cometido un error grave al consentirlo tanto con la comida.

Todo esto comenzo hacia unas cuantas semanas cuando Muichiro empezó a tener los primeros antojos del embarazo. Al principio fue fácil de sobrevellevar, el chico pedía algo, ellos lo compraban y listo. El problema inició cuando tuvo el primer antojo en medio de una sesión de entrenamiento, y cuando se proponían a viajar hacia un pueblo para conseguir el dulce que el chico deseaba la tienda en donde los vendían ya estaba cerrada. Ese día Muichiro los culpo por tardar tanto y no haber conseguido su tan anhelado postre, por más que intentaron mejorar su humor llevándolo a comer o comprándole otros caramelos el omega despreciaba sus intentos ignorandolos. Por suerte Ginko, la cuerva de Muichiro, aviso a la señorita Kanzaki de la situación y cuando regresaron a la finca mariposa el omega fue recibido con un pastel de fresas, justo como el que quería, lo cual logró apaciguar la situación. Sin embargo gracias a eso descubrieron que no podían dejarlo atiborrarse de comida por más antojo u hambre que tuviera, pues esa noche, después de atacarse todo el pastel de un senton Muichiro sufrió de nauseas toda la noche y durante la mañana debido a la sobrecarga en su estómago, terminando en que se desmayara por la falta de hidratacion y les sacara un muy buen susto.
Por suerte no pasó a mayores y Kocho logró estabilizarlo. La hashira les explicó que durante el embarazo los omegas no solían medir el control de la comida y ellos deberian de encargarse de cuidar su alimentación. Aunque claro, ¿como negarle un poco de azúcar a un omega con aroma a café con leche que los miraba tan bonito?, incluso Sanemi terminaba cediendo ante los caprichos del menor, sin embargo era momento de ponerse firmes.

- Algunos tenemos que ir a nuestras misiones todavía - Le dijo Uzui

- Anda Muichiro, en casa podemos comer algunas galletas con té, ¿si? - Rengoku hizo un intento de persuadido.

- Saben que, es todo. - Uzui se acercó a él omega y tomándolo por las piernas se lo colgó en el hombro como un costal de papas, Muichiro era en verdad ligero. - Vamonos.

El omega pataleo y se retorcio intentando soltarse de su agarre pero apesar de sus quejas nadie hizo algo para detener a Uzui, quizás así el chico aprendería que no podía manipularlos para conseguir comida.

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- Muichiro-kun, ¿Quieres un poco más de carne? - Me pregunto Kanroji, sin embargo decidí ignorarla y girar la mirada a otro lugar.

- Oh vamos, no puedes seguir molesto por lo de ese día. ¡Ya pasó una semana! - Dijo Rengoku.

Esa tarde algunos hashiras se habían reunido en la finca de la niebla para comer juntos con el propósito de hacer mejor al omega. El cual, desde aquel día no les dirigía más de cinco palabras seguidas y solo si tenía la necesidad de hacerlo. Aún así ellos tampoco estaban dispuestos a ceder con su punto llevándolos a que si él los ignoraba ellos no le cumplirían sus antojos.

- He perdido el apetito - Les dijo el omega poniéndose de pie, ni siquiera había probado el pastel que Suma, la esposa de Uzui, preparo para él - Buenas noches. - Y sin más se retiro a su recamara.

- Ese mocoso... -- Murmuró Iguro cortando un poco de fruta para Kanroji quien estaba triste por la actitud del joven.

Por otro lado, al llegar a mi recamara comencé a acomodar mis cosas para poder irme a dormir. Cambie las sábanas que cubrían mi nido y me puse un cambio de ropa nuevo cuando, de pronto, un dulce sabor a masa de arroz espolvoreada de azúcar con un rico y cálido relleno de mermelada de fresas. Si, sin duda tenía antojo de comer algunos daifukus. Un pequeño rugido salió de mi estomago avisándome que el bebé de dos meses en mi vientre también ansiaba comerlos. Di una pequeña mirada hacia la ventana observando el oscuro cielo cubierto de estrellas percatandome que ya era una hora muy tardía y probablemente la tienda estuviera cerrada, aunque si me apuraba existía la posibilidad de alcanzar a comprarlos aún. Sin embargo conocía los peligros de salir solo de noche al bosque, pero sabía que pedirle a alguno de los hashiras acompañarme no era opción, ellos seguramente solo se burlarian de mi antojo y no me dejarian salir. Entonces supe que si queria dormir comodamente esta noche debia de conseguir ese dulce. Por ello me apresure a colocarme un abrigo y tomar algo de dinero escondido en mi almohado para salir de la habitación en puntillas.
Me asome con cuidado a la puerta del comedor asegurandome de que todos sigueran ahi, aunque Giyu y Sanemi ya no se encontraban con los demas, pero seguramente ellos ya se habían marchado.

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