Por la mañana, Álvaro tomó la decisión de ir al hospital. Tenía la intención de hablar con la señora Fátima, pero, más concretamente, con su hija, Layla. Pensó que ella podría ser la clave para obtener la ayuda que necesitaba. Había intentado previamente obtener información de Aisha, pero cada conversación con ella se volvía tensa y problemática, sin llegar a ninguna solución.
Al llegar al hospital acompañado por sus soldados, todos los presentes lo miraron con sorpresa y temor. Las miradas furtivas y los murmullos se extendían entre los pasillos. Álvaro notó a una enfermera al fondo y se dirigió hacia ella. Antes de llegar, se giró hacia sus hombres y les dio instrucciones claras: —Patrullad el hospital o esperad afuera— Los soldados se dispersaron mientras él se acercaba a la enfermera.
—Disculpe— dijo para llamar su atención. La mujer se giró y, al ver el uniforme azul del ejército español, lo miró con cierta inquietud, consciente de que estaban en un hospital árabe.
—¿Sí? ¿Ocurre algo?— preguntó, dejando a un lado los documentos que tenía en la mano —No sé si es consciente, señor,— continuo —pero no pueden entrar así como así en un lugar como este. Aquí hay gente enferma—
—Lo sé— respondió Álvaro con calma —Solo vine a buscar a una persona que creo trabaja aquí, ya que es el único hospital de la ciudad— Hizo una breve pausa —Se llama Layla, es la hija de la enfermera Fátima ¿La conoce?—
La enfermera asintió —Por supuesto. Si quiere, puedo llevarlo hasta ella— Lo estudió con la mirada un instante antes de añadir con una pequeña sonrisa: —Sígame, por favor—
Álvaro asintió y la siguió por el largo pasillo. Al final, encontraron a Layla cuidando a un paciente. Al notar la presencia del teniente y los soldados, Layla dejó lo que estaba haciendo y salió de la habitación.
—¿Qué sucede?— preguntó, observando con preocupación al teniente, los dos soldados y la enfermera. Su rostro mostraba una mezcla de miedo e incertidumbre —¿Es por Aisha? ¿Está bien mi hermana?— preguntó, visiblemente alterada, temiendo que algo malo hubiera sucedido.
—No se preocupe—, respondió Álvaro, intentando calmarla. Luego dirigió una mirada firme a la enfermera, indicándole que podía retirarse. La mujer lanzó una última mirada hacia Layla y desapareció por el pasillo.
Álvaro entonces se giró hacia los dos soldados que lo acompañaban —Lleven a la señorita a una sala para interrogarla— ordenó con tono frío y autoritario.
Salió del hospital en busca de aire fresco, sintiendo el peso de la tensión acumulada. Cerró los ojos y respiró profundamente, intentando calmarse. El agotamiento le pesaba; llevaba noches sin dormir debido a las exigencias de su deber militar, y ahora cargaba con una responsabilidad aún mayor: salvar a Aisha de la horca.
Después de unos minutos, se aventuró de nuevo dentro del hospital, más tranquilo. Al pasar por el despacho, los soldados que patrullaban lo dejaron entrar sin problemas. Dentro, Layla estaba sentada, visiblemente afectada. Al escuchar la puerta cerrarse, se sobresaltó al ver que él entraba. Se levantó bruscamente, dominada por el miedo.
—Siéntate— ordenó con firmeza. Él se acomodó en la silla frente a ella, mirándola directamente.
—¿Ocurre algo grave?—, preguntó Layla con un hilo de voz temblorosa.
—No, nada— respondió con seriedad, sin apartar la mirada —Solo necesito hacerte unas preguntas— Colocó los dedos sobre su barbilla, escrutándola —Quiero que seas completamente sincera, ¿de acuerdo?—
Desvió la mirada hacia los soldados que permanecían a su lado —Déjenos solos, retírense— ordenó. Los soldados obedecieron y salieron de la habitación, dejándolos a solas.
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Amor en la Nación
RomanceÁlvaro, un teniente Cristiano, que participó en la batalla de las Navas de Tolosa a instancias de su padre, y Aisha, una enfermera Musulmana, voluntaria en el hospital musulmán, se reencuentran después de dos años. Una traición, un amor y un anhelo...