I

192 9 2
                                    

Después de 2 años;

Por la mañana, se despertó con un fuerte dolor de cabeza y en la zona lumbar, sintiéndose deshidratada y con malestar general. Sus huesos y músculos parecían resentidos. Se levantó directamente hacia el baño, donde se lavó la cara con agua fría para despejarse de inmediato.

Bajó a la planta baja, lista para comenzar su jornada en el hospital. En la casa solo su madre y su abuela estaban despiertas. La abuela había preparado un delicioso desayuno, mientras que su madre, apurada, se disponía a salir para atender a un cliente.

—Buenos días, cariño— le dijo su madre, colocando la comida sobre la mesa. Aisha, aún adormilada y agotada, se sentó con un suspiro.

—Buenos días, mamá— respondió con un tono de cansancio, mientras su abuela la observaba.

—Los jóvenes de hoy en día siempre se quejan de estar cansados ¿Qué dirían los mayores?— comentó la abuela, dejando la leche junto a la comida, con una expresión irónica —Y para colmo, tus hermanos siguen durmiendo ¡Qué generación!—

Fátima sonrió levemente y le dio unas palmaditas a la abuela para que se sentara —Yo me encargo de despertar a Layla. Kemal no está en casa, mencionó que tenía que hacer un encargo, y sabes que Mohammed estará trabajando— dijo mientras se inclinaba hacia Aisha y le susurraba al oído: —No hagas enojar a tu abuela, conversa con ella hasta que regrese—

Aisha asintió mientras intentaba acomodar su cabello desordenado detrás de sus orejas, quedándose en silencio, sumida en sus pensamientos. Recordó el día anterior, cuando pasó toda la tarde escribiendo para llevar sus textos a imprimir junto a sus amigos. Al anochecer, regresó a casa. Se dedicaba a redactar e imprimir folletos que luego distribuía por la ciudad, donde exponía verdades incómodas sobre la reconquista que se avecinaba. Esto enfurecía a muchos españoles con los que compartían la convivencia. Por seguridad, firmaba siempre bajo el seudónimo de Halit Baba. Sabía que los soldados la buscaban, pero confiaba en su astucia y habilidades. Creía que estaba en control de la situación.

—¿En qué piensas, hija? Siempre fuiste la más alegre por las mañanas, no parabas de hablar ¿Qué te sucede ahora?— preguntó su abuela, observándola atentamente mientras sostenía su misbaha.

—Nada, abuela. El trabajo en el hospital me tiene agotada, siempre llego sin ganas— mintió, su abuela le tomó la mano y le sonrió con ternura.

—Me hace feliz saber que estás haciendo todo lo posible por salvar vidas, junto tu madre y hermana. No sabes lo orgullosa que me siento— respondió la abuela. Aisha le devolvió la sonrisa y sirvió leche para ambas.

De repente, se escucharon fuertes golpes en la puerta. Tanto Aisha como su abuela se sobresaltaron, y en un instante, Fátima bajó rápidamente, alarmada al igual que ellas.

Ella hizo que su abuela permaneciera sentada mientras ella y su madre iban a abrir la puerta. Al hacerlo, encontraron a varios soldados españoles en la entrada. Uno de ellos, con porte autoritario, tomó la palabra antes de que ellas pudieran reaccionar.

—Buenos días, enfermera. Soy el comandante Alonso, y he venido a llevarme a su hija, Aisha, por los delitos de asesinato y robo— dijo con tono firme. Fátima empalideció, sin saber cómo procesar la información.

Aisha, atónita, apenas podía creer lo que escuchaba ¿Asesinato? ¿Robo? ¿Cuándo? ¿Qué está pasando?

—¿Puedo saber qué clase de broma es esta?— logró decir Aisha finalmente, entre la sorpresa y la indignación. Su madre solo observaba en silencio, desconcertada.

—Usted-— comenzó a decir el comandante, pero Fátima lo interrumpió, armándose de valor para gritar.

—¡¿Qué les pasa con mi hija?! ¡¿Asesinato y robo?! ¡Mi hija no sería capaz de matar ni una hormiga! ¿Por qué la acusan de esta manera?— exclamó, alzando la voz con desesperación. Los vecinos y transeúntes, atraídos por los gritos, comenzaron a acercarse para ver lo que ocurría.

Amor en la NaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora