LÍNEAS BRUMOSAS DEL PASADO I

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Líneas Brumosas Del Pasado; Parte 1

—¡Enfermera! Ha llegado un nuevo herido; intervención urgente—

—No hay nada que pueda hacer en este momento...—

—¡Necesitamos ayuda de inmediato!—

—Este soldado está perdiendo mucha sangre, no podemos salvarlo, y estoy ocupada con otros dos soldados más...—

Estos gritos de desesperación resonaban con dolor en la tienda de campaña. La escena estaba llena de dientes apretados para evitar gritos, ropas empapadas en sangre y un caos que deseaba ser solo una pesadilla, pero que, lamentablemente, era una cruda realidad.

Mientras antes disfrutaban de una vida tranquila, ahora se encontraban devastados por las noticias de los soldados Españoles, enfrentándose al enemigo con todas sus fuerzas.

Aisha, una joven Musulmana y enfermera Árabe, era una figura destacada dentro de la tienda. Su cercanía con los heridos y su capacidad para compartir su dolor, como si viviera cada sufrimiento junto a ellos, la habían hecho muy conocida entre sus compañeros. La posibilidad de que el conflicto pudiera llegar a su hogar también la preocupaba profundamente.

Ella al tratar un soldado, no veía esto como un desafío. En cambio, lo abordaba con una dedicación y amor inquebrantables. La sangre no la intimidaba; de hecho, la veía como un recordatorio del sacrificio de los gloriosos soldados Musulmanes que dieron sus vidas por Al-Ándalus, adornando la tierra con su valor y su sangre.

La verdadera dificultad residió en la imposibilidad de salvar a esos soldados. La mayor complicación fue recibir y entregar las cartas que estos soldados habían escrito a sus esposas, hijos y madres que dejaron atrás.

Aisha reflexionó sobre esto, cerró los ojos y tomó una profunda respiración, exhalando con intensidad. Su aliento agitado se mezcló con el aire frío, saliendo de su boca como vapor.

Aunque estaba fuera de la tienda, los desgarradores gritos de dolor eran claramente audibles.

Regresó a la tienda, consciente de que los soldados allí necesitaban su presencia, al igual que el resto de Ilbira.

El interior de la tienda representaba la cruda realidad de la guerra. No había olor a sangre, sino a nación unida, a fe y a lealtad a una causa eterna. Al igual que todos los presentes, Aisha encontraba en ese aroma la fortaleza necesaria para enfrentar la adversidad.

Un soldado recién llegado se dirigió rápidamente a la tienda médica en busca de una cama o camilla vacía y la encontró. Aunque inicialmente se pensó que el herido era un soldado Árabe, se trataba en realidad de un Teniente Español.

—¿Qué hace aquí? Esta tienda está destinada a los soldados Árabes ¿Cómo se ha permitido su ingreso?—

Los soldados Árabes que habían traído al teniente se sorprendieron no solo por la gravedad de sus heridas, sino también por la falta de asistencia de sus compañeros de unidad. Se sentían obligados a actuar conforme a sus principios de tolerancia y solidaridad. No podían dejar un soldado muy joven en el campo de batalla, ya que su código de conducta como Musulmanes les dictaba asistir a cualquier ser humano en necesidad.

—Está gravemente herido; debemos ayudarlo— dijo uno de los soldados con determinación —Hermana enfermera, como Árabes y Musulmanes, estamos comprometidos con los valores de tolerancia y solidaridad. No podíamos abandonarlo en su momento de necesidad. Prometo que se retirará tan pronto como se recupere—

Aisha frunció el ceño y preguntó: —¿Está informado el doctor Hassan?— Al recibir una confirmación, continuó:

—Entiendo, pero debemos actuar con cautela. Siento que nos estamos poniendo en riesgo—

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