Capítulo 5

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Las chicas llegaron a nosotras como un rayo al salir de sus respectivas clases. Hailey les había enviado un mensaje en donde narraba parte de lo que había ocurrido, no podría decir que les hubiera obligado a venir porque en todo lo relacionado al equipo de futbol, no hacía falta llamarlas dos veces.

Las visualizamos al otro extremo de la cancha, corriendo hacia nosotras, el silbido del profesor de deportes indicó que la clase había terminado. Justo como lo hacía el árbitro en los juegos transmitidos en nuestros televisores.

—¿Qué dices? ¿Qué ocurrió? —preguntó Astrid con gran emoción, ni siquiera se le notaba el cansancio por correr, no como Carly lo reflejaba.

—Creo que necesito un poco más de condición —mencionó con la mano en el pecho.

—Hola chicas. —Todas nos giramos en cuanto la voz de Diego retumbó en nuestros oídos, nadie lo vio venir, ni siquiera yo que estaba atenta a todo.

—Diego, ellas son mis amigas. —Hailey se apresuró a contestar presentando a cada una de ellas.

—Hola. —Les regaló una sonrisa—. Siento interrumpirlas, pero me llevaré a Hailey... por un momento, por supuesto.

Todas ellas se quedaron sin palabras.

Noté que querían saltar y gritar de la emoción, pero sabían comportarse cuando un chico estaba frente a ellas.

—Las veo más tarde. —Se disculpó con una emoción imposible de contener.

Hailey se alejó en compañía de Diego, ambos expectantes a lo que acontecería después. Una buena historia de amor se avecinaba entre ellos dos, situaciones que poco suceden, sucesos perfectamente planeados cuando uno menos se lo espera. Así ocurrió con ella, algo que solo ocurre en las películas.

En nuestras mentes no paraba de recrearse la interrogante respecto al resto de los integrantes del equipo de futbol, o más bien, respecto a él: ¿Era Lucke como él? O, ¿era consecuencia de un embuste en la fama que se habían ganado?

—¡OH POR DIOS! —gritaron todas dando pequeños brinquitos.

Hailey y Diego ya estaban bastante lejos como para escuchar tal emoción, los chicos se habían marchado y nosotras éramos las únicas que habíamos permanecido en el sitio.

—¡Gi, ¿cómo ocurrió?! ¡¿Qué fue eso?! —preguntó Carly sin lograr contener el entusiasmo.

—Yo, no lo sé —expliqué recordando la rapidez del acontecimiento—. Él se acercó a nosotras y... pasó, solo pasó.

—¿Y qué hacían ustedes afuera, no se suponía tenían clases? —indagó Astrid como digna fanática de las series policíacas.

—Se suponía, pero Hailey me convenció para saltarnos la clase y propuso pasar el rato frente a las canchas...

Imposible darme un respiro, la situación de Hailey era la sensación y yo era la única que lo había vislumbrado todo, la única a la que podían interrogar durante su ausencia.

—Diego es demasiado atractivo, no sé si tanto o más que Lucke, pero Dios, Hailey es una chica afortunada —mencionó Astrid, quizás con algo de ilusión o desilusión en el rostro.

—Sí, justamente estábamos hablando sobre eso cuando se presentó ante nosotras. El balón cayó cerca de donde nos encontrábamos, y para ser sincera, creí que nos ignoraría, ya saben, por los rumores que se escuchan por los pasillos, pero no lo hizo. Se dirigió hacia nosotras como si nos conociera de toda la vida. Reconoció a Hailey y...

—¿Cómo que la reconoció?

—Sabía que se llamaba Hailey, es lo que te digo, ellos saben quiénes somos y no digo solo nosotras, saben quiénes son las chicas que asisten a este colegio y es solo un paripé que se diga que no conozcan a otras personas.

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