CAPÍTULO 15

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Pasé el fin de semana pensando en lo que Lea me había dicho en clase de deportes. Era tan extraño, desconfiar de mis amigos era algo que creí nunca llegaría a hacer. No me encontraba bien así que decidí no ver a Lucke ni a nadie del colegio. No deseaba conversar con nadie, ni siquiera con Carly. A estas alturas cualquier cosa podía ser mentira.

Necesitaba respuestas y no sabía en dónde buscar, decidí dormir un poco más.

—Deberías decírselo ya. —Escuché a alguien hablando en mi habitación, pero no abrí los ojos.

—No le diré nada, no hicimos nada malo y será mejor que nos vayamos ahora, no creo que despierte —dijo otra persona en respuesta a la primera.

Aún sin abrir los ojos pude escuchar como cerraban la puerta de la habitación intentando no hace ruido para no despertarme. Ya no había nadie dentro cuando me reincorporé.

—¿Qué debían decirme?

Astrid es una chica problemática, vagos recuerdos me vinieron a la mente sobre los últimos años que había pasado a su lado. Y Hailey era una chica impulsiva, ambas tenían algo que me hacía dudar. ¿Qué habían hecho? Tal vez si le hubiera contado a Carly lo que me había ocurrido ella habría podido ayudarme.

A Lucke, no lo conocía demasiado.

Para la tercera semana en la escuela yo ya no sabía en quién confiar, traté de llevarlo bien con Hailey y Astrid, pero no pude. No podía estar con ellas sin pensar en que habían hecho algo a mis espaldas, tuve que mantenerme ocupada adelantando trabajos y proyectos para mantenerlos como escusa y no estar con ellas; me dolía porque eran mis amigas, pero me molestaba pensar mal sobre ellas.

Comenzaba a recordar algunas cosas así que en cuanto lo tuviera resuelto volvería con ellas, era cuestión de tiempo. Con Lucke ni se diga, no podía evitar mirarlo y recordar las palabras de Lea, debía terminar con esto.

El partido de Carlos era al día siguiente así que acudió a mí para asegurarse de que iría. Le confirmé y quedamos de vernos en el juego en punto de las seis de la tarde.

Estuve ahí a tiempo, la gente comenzaba a llegar y tomaban sus asientos. Llevaban pancartas, la cara pintada de amarillo y algunos más con la sudadera del equipo. Un par de banderines y bastantes porras. El equipo contrario estaba solo, no tenía mucha afición, no como la nuestra. Me hice lugar entre una de las bancas, cerca de unos chicos que cantaban a coro.

—¡Hey, has venido! —dijo con felicidad acercándose a mí.

—Sí, no me lo perdería.

—Solías decir que amabas mis partidos.

—Bueno, tal vez te gustaría refrescarme la memoria después del partido.

¡Pero qué mierda! ¿Qué le estaba insinuando? ¿En realidad quería volver a intentar algo con él?

—¡Por supuesto! Seguro lo haré —respondió con un susurro al oído.

Carlos era un chico que no se rendía y que después de lo ocurrido con mis amigos había decidido que sería la persona indicada para decirme toda la verdad. No jugaba nada mal, por algo era el capitán del equipo. Estaba tan concentrado, se molestaba cuando una partida no salía como la esperaba. Era ágil con el balón, se notaba la gran influencia que tenía sobre el equipo, ellos iban venciendo en el tablero. Seguro se coronarían como ganadores, una vez más.

El juego no fue para nada aburrido, ya entendía por qué decía que me gustaban sus partidos. Y además no perdía oportunidad para buscarme entre el público tras un buen pase. Para el final del encuentro reconocí que no me había equivocado, habían logrado salir vencedores, todo el público les aplaudía. ¡Había una gran fiesta en la cancha!

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