CAPÍTULO 10

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Esto me parecía una locura. Pensar en haber perdido una parte de mis recuerdos era como haber perdido algo que nunca tuve. Tomé mi teléfono y tecleé una simple frase, algo que se me ocurrió repentinamente. Ni siquiera llegué a creer que funcionaría, pero lo hizo, desbloqueé el móvil.

—¡Ahhhhhhhh! ¡SIIIII! —Di un grito ahogado por la emoción de haber visto que se había desbloqueado.

Lo primero que hice fue ver los mensajes de WhatsApp, entre ellos estaban los de mis amigos, pero seguía sin comprender porque no tenía registrado el número de Lucke y más aún por qué no tenía ningún mensaje a excepción del que me había enviado ayer por la noche.

Me resultaba extraño pensar que nuestra vida se resumía a conversaciones en redes sociales, a publicaciones de emociones efímeras, especialmente las de los buenos momentos, porque todo siempre resulta mejor si para los demás damos buena apariencia. Si encajamos con ellos, si en cierto modo, alardeamos de algo que no somos, algo que nos gustaría ser, algo que anhelamos.

—¿Carly?

—Hola Gi. ¿Cómo estás? ¿Por qué ayer no me devolviste la llamada?

—Hola... Tenía problemas técnicos...

—¿Sábado de compras? —dijo al otro lado de la línea.

—Supongo que sí —mencioné pensando en la propuesta como una buena idea para recordar lo que hacía.

—Paso por ti en una hora, ¿de acuerdo?

—¡Por supuesto!

Apenas me había dado tiempo de arreglarme cuando a través de la ventana escuché el claxon de un auto frente a la puerta de mi casa. Era Carly, la reconocí por la foto que tenía en WhatsApp así que me apresuré a salir para verla.

—Siempre tardas —mencionó. Ahora sabía que era una chica impuntual, pero trataría de cambiarlo, comenzaba a ver la ventaja en esto.

—Lo siento, no pasará de nuevo —me disculpé.

—Eso espero —pronunció tras poner el auto en marcha y vi por la ventana como dejábamos la casa atrás.

—¿Qué quieres hacer hoy? —preguntó mirándome por algunos segundos y luego volviendo la vista hacia la carretera.

No sabía qué responder.

—Lo que siempre hacemos —divagué.

—¿Ir de compras? —Sonrió.

—Sí, eso dijiste que haríamos —Sonreí con un halo de intriga.

—Tienes razón —me giñó el ojo—... Te tengo una pregunta —soltó de pronto con una mirada rápida—. ¿La prefieres ahora o después? —cuestionó con sumo interés dándome oportunidad a elegir el momento.

La miré dudosa, a estas alturas no estaba segura de qué era lo que podía responder, vamos que si me preguntaba algo de estos últimos días probablemente no contestaría.

—Prefiero que sea después. —Señalé con objetividad.

—De acuerdo —dijo de lo más tranquila del mundo.

Le pregunté por las demás chicas y dijo que no las había visto, eso significaba que no sabía lo que me había pasado, sinceramente no sabía si decírselo, parecía que no lo había notado y estaba mejor así. Perder la memoria no era una enfermedad contagiosa o algo por el estilo. Decidí callar, pero si se presentaba algo por supuesto que se lo diría. Después de todo, era mi mejor amiga.

Ingresamos al centro comercial, sin duda era magnífico, demasiado grande y con mucha gente. Caminamos hasta donde parecía ser la mejor tienda de ropa que podía existir, o al menos nuestra preferida.

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