Dos clases más y se terminaba el día. Estaba un tanto nerviosa porque la última era de deportes y, era ahí, donde se suponía debía encontrarme con Lucke. De hecho, no me encontraba con él, más bien era cuando estábamos dentro del mismo perímetro de la cancha, separada por una franja blanca dibujada sobre el pasto y por la pista de atletismo. Ahí era donde estaba yo, y él, al otro extremo. Que va, la verdad era que él y todo su equipo estaban siempre enfocados en el balón que en lo que ocurría a su alrededor.
No tenía nada por lo cual preocuparme, pero no podía evitar sentirme extraña. Tomé mis libros de la siguiente clase: redacción. Podría decir que una de mis favoritas, siempre y cuando no nos hicieran leer nuestras producciones.
La clase me encantaba, pero había ciertas cosas que no me gustaba compartir con el resto, como la patética ocasión en la que escribí un poema pensando en Carlos, un tipo del que estaba enamorada y con el que salí por un par de meses.
La verdad es que lo nuestro no fue algo sumamente relevante, pero la mayoría pensó que el poema había sido realmente bueno, y como siempre, nunca faltan aquellos que chasquean por cualquier cosa, por más insignificante que sea.
Pude divisar a Astrid en cuanto ingresé al salón, ella me vio y alzó la mano indicándome que había guardado un lugar para mí. Le sonreí y me dirigí hacia ella. En la clase también estaba Edwin, uno de los chicos del equipo de futbol, podría decir que uno de los amigos de Lucke... aunque en realidad me lo estaba pensando, lo que él había dicho la noche anterior me mantenía en duda y quería comprobarlo. Momento, ¿lo comprobaría? O aún más importante, ¿quería comprobarlo?
—¿En qué piensas? —preguntó Astrid intuyendo como solo ella sabía hacerlo, el motivo de mis pensamientos. Y es que después de sentarme lo único en lo que había enfocado la vista había sido en Edwin, y digo la vista porque el pensamiento lo tenía en otro lado, definitivamente.
—En nada —respondí disimulando.
—No me engañas, estabas viendo a Edwin.
—Joder, ¿en este mundo ya no podemos ver a nadie? —Le reproché sintiéndome vigilada.
—¡Señorita, ese vocabulario! —Me reprimió el profesor que, para mi sorpresa, había ingresado al aula exactamente en el momento en el que yo había decidido explotar.
—Lo lamento —respondí indignada al tiempo en el que le dirigía una mirada asesina a Astrid.
Dos profesores en un día, estaba rompiendo récord, sin mencionar que Edwin se había girado a verme con una sonrisa burlona en el rostro.
Muy bien Astrid, muy bien, te pareces a Carly. Si no me ocurrió en la primera hora fue porque no tenía clase con ninguna de ellas.
—¿Qué? No fue para tanto —respondió como si no hubiera sido su culpa. Decidí ignorarla y en su lugar, enfocarme en lo que el profesor escribía sobre la pizarra—. ¿Gi? —cuestionó al no tener mi atención.
Si no te quieres meter en problemas no le hagas caso a Astrid, es lo que todos dicen.
—Vamos Gi —insistió—. Gi... —La conocía, no se callaría—. ¡Gi, por Dios! —susurró en tono alto.
—¡¿Qué, joder qué?! —expresé de igual manera, estaba acabando con mi paciencia.
—Nada, si te vas a molestar mejor olvídalo. —¡Oh JODER! maldije para mis adentros. Respira Gi, respira, me dije una y otra vez.
—Lo siento, ¿qué decías cariño? —Puse cara de completa y total ternura, la mejor que pude poner, en verdad.
—¿En serio no te gusta nadie del equipo de futbol? —Me caía de la silla, literal—. He estado pensándolo desde el almuerzo. —Vaya que lo estuvo pensando.
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FAKE
أدب نسائيEl amor duele, pero duele aun más cuando no es correspondido El amor surge a partir de una cuenta fake Esta obra está registrada bajo Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Registrada en safe creative: 1804146572556