Es una de las noches que jamás olvidas. Pasó a formar parte de mi primer recuerdo desde que perdí la memoria. Quiero decir, el primer recuerdo que en verdad valía la pena recordar. Fue en ese momento cuando pensé en lo mucho que desperdiciamos nuestra vida en cosas que no valen la pena.
Lucke seguía a mi lado. Mis padres no se habían percatado de que estaba en mi habitación y es que habíamos estado conversando sobre todo tipo de cosas que las horas se nos habían pasado volando.
Eran casi las once de la noche y no quería que se fuera. Nos habíamos recostado sobre el piso, con las manos entrelazadas, teniéndonos de frente.
—Te amo. —Le oí decir.
—Creo que sonará bastante cliché decir que también te amo...
—Vamos, admítelo. También me amas.
—¡Por supuesto! Te amo.
Pensaba en que de no haber lanzado las piedras sobre mi ventana a estas alturas ya habría estado dormida, tratando de recordar algo, intentando iniciar sesión en mis redes sociales, escuchando música o simplemente descansando. Pero siempre hay personas extraordinarias que nos hacen tener las mejores experiencias de la vida.
—¿Tienes hambre? Puedo ir por algo a la cocina.
—Vamos juntos —dijo sonriente.
Sin más, abrí cuidadosamente la puerta de mi habitación, asegurándome primeramente de que no hubiera nadie en el pasillo. Catastrófico sería encontrar a alguien. Eché un vistazo mirando de un lado a otro y al no observar movimiento me giré indicándole que me siguiera con sumo cuidado y sin hacer ruido.
Al llegar a la cocina encendí la luz, busqué algo del refrigerador y lo coloqué sobre la mesa. Prepararíamos un par de emparedados.
Lucke estaba por darle una mordida al suyo, pero al intentar tomarlo provocó la fatídica y ruidosa caída de un vaso de cristal.
—¡Joder! —susurró con fastidio.
Sin pensarlo nos apresuramos a recoger los pedazos.
—¡Gi!, ¿estás bien? —Oí decir a mi madre al otro lado de las escaleras.
—¡Sí! —grité instantáneamente para impedir que bajara a supervisar el desastre.
—¿Estás segura? He escuchado algo. —Joder, estaba bajando. La adrenalina se apoderaba de nosotros.
—¡Sí mamá! —pronuncié mirando a Lucke con complicidad. Sin pensarlo se escondió por detrás de la mesa y yo me apresuré a recoger lo que estaba en el piso—. Te digo que todo está bien, solo se me cayó un vaso, es todo.
Ella se asomó por el acceso a la cocina, con la cara un poco adormilada, iba en pijama.
—¿Dos emparedados? —pronunció extrañada.
—Estoy hambrienta...
—De acuerdo, termina y ve a dormir, que ya es tarde —finalizó girándose para volver a su habitación.
Segundos después Lucke se reincorporó y suspiró aliviado.
—Lo siento, seré más cuidadoso, lo prometo —dijo.
Y tomando nuestros emparedados caminamos de nuevo hacia la habitación.
—Me ha encantado estar contigo, pero debo regresar a casa.
Mencionó al tiempo en el que se reincorporaba. No sin antes despedirse con un beso sobre mis labios. Quería que no se fuera, que decidiera pasar la noche conmigo y esperar hasta quedarnos dormidos.
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FAKE
ChickLitEl amor duele, pero duele aun más cuando no es correspondido El amor surge a partir de una cuenta fake Esta obra está registrada bajo Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Registrada en safe creative: 1804146572556